Debemos ser generosos en la entrega a los demás

miércoles, 20 de junio de 2007
image_pdfimage_print
La generosidad es la expresión de la gratitud en el Cristianismo, en el Cristianismo el descubrir la abundancia de Dios es poder descubrir la necesidad de ponerse en acción y extenderse hacia los demás como abrazando y alcanzando para poder llegar a Dios.

Toda nuestra vida es tensión de búsqueda y entrega, hemos planteado en esta semana la catequesis en clave de comunicación, ¿cómo nos comunicamos?.

Una comunicación que se cuestiona, que tenemos que recuperar, que tenemos que restablecer, que sanar de sus heridas o que crear por su ausencia, una comunicación que debe nacer de nuestra vocación a la comunión.

La experiencia fundante de esta comunicación ha de ser entonces hoy este enfoque de la generosidad, la necesidad de comprender que es lo que significa ser generosos, cuando el Evangelio dice:  “si alguien te pide el manto dale también la túnica”, si te pide que camines un kilómetro con él, camina dos kilómetros con él, eso es lo que dice San Juan, cuenta todo lo que hizo Jesús por nosotros y concluye así.

El Evangelio, animado por el Espíritu Santo, fue escrito por los autores y el Espíritu es el autor de estas verdades y de estas realidades.

Si Dios nos amó tanto”, dice Juan, “como no nos vamos a querer unos a otros, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros”.

Esa es virtud de la generosidad, y ¿cuándo una persona siente que puede ser generosa y puede darlo todo con alegría?, cuando se sabe amada, cuando ha descubierto el amor trascendente y profundo de Dios, cuando se sabe en un proyecto, elegido y participado, cuando sabe que todo lo que tiene alrededor se llama Gracia, que todo es don.

Por tanto, la generosidad se transforma en el rostro de la gratuidad, vivir con agradecimiento significa necesariamente vivir tendido con generosidad.

Cuantas veces somos mezquinos en nuestro obrar, somos mediocres, no porque seamos mediocres, sino porque el egoísmo hace que entremos a medir lo que entregamos, cuando nos ponemos muy especuladores, cuando estamos echando en cara porque entregamos o dimos algo, es cuando el egoísmo volvió a triunfar en nosotros, no nos sintamos derrotados, el egoísmo va a estar siempre, el orgullo va a estar siempre.

Esta limitación tremenda está en la esencia de nuestro ser porque hemos sido heridos por el pecado original, el demonio no quiere que seamos felices, por eso no nos permite vivir la libertad de la generosidad, quiere que echemos en cara, que reclamemos, que no demos todo, que especulemos, que midamos, que nos comparemos con los demás.

La falta de gratuidad permite en el corazón el nacimiento del egoísmo, de la envidia, de los celos, de ocupar el lugar que no me corresponde, pero la generosidad nos invita a ser humildes, a saber que tenemos que aprender a ser generosos y esto es parte de la realidad.

San Pablo, hablando en la Carta a los Corintios, nos provoca a nosotros y dice:  “tengan esto presente, el que siembra con miseria, es decir con mezquindad, cosecha miseria, o sea cosecha con mezquindad”.

Si bien el cristiano ha de aprender a dar sin esperar nada en cambio, cuando decimos ser generosos y dar sin esperar nada en cambio, estamos diciendo que cuesta y que puede ser hasta doloroso, porque naturalmente, las personas siempre que nos brindamos estamos esperando ser recompensados, hasta en lo oculto de nuestra psique hay una necesidad de reconocimiento de valoración de los demás.

¿Que hace la fe?, no anula eso, esa necesidad de valoración y de reconocimiento, en vez de seguir el orden de la naturaleza, que hace que lo esperemos de los demás, y que por otro lado nos pone en una situación de que si los demás nos reconocen, también tenemos que aceptarlo.

A veces hay gente que no sabe aceptar el reconocimiento, siguiendo el orden de Jesús la vida se hace más profunda, porque en vez de depender de ese reconocimiento de los demás, del prójimo, lo que hacemos es que esto sea una actitud de entrega.

Así como Dios con su amor de ágape se dona incondicional y desinteresadamente vamos educándonos para despojarnos, para desprendernos de nuestros apegos desordenados, la generosidad hace que vayamos más allá de nosotros mismos.

La vida se hace posible en la medida de ese Espíritu de generosidad, Jesús dice muy bien en el Evangelio:  “el que guarda su vida la perderá, solo el que es capaz de perderla la ganará”.

El que siembra generosamente cosecha, el dicho popular dice: se recoge lo que se siembra, si tu siembras polvo cosecharás polvo, si siembras cielo cosechas cielo, esto es importante y tenemos que tenerlo en cuenta.

Cada uno de según su conciencia, no de mala gana ni como obligado, esto viene muy bien para nuestra conducta diaria, nuestro trabajo, nuestra convivencia en la familia.

San Pablo dice que cada uno dé según su conciencia, o sea que todos tenemos una comprensión, todos tenemos un grado de entendimiento, una medida, una sensibilidad para percibir la realidad, y en todas las personas es diferente, de tal manera que no se puede exigir de la misma manera a todos, pero cada uno entendiendo el valor sagrado de su conciencia, comprendiendo lo que le va dictando su mundo interior, es invitado en Pablo a dar lo mejor que tiene.

La virtud de la generosidad en realidad no existe, como la divinidad no existe, el universo no existe, existe el planeta tierra, planeta marte, existe este hombre que es generoso, no existe la divinidad si no existe Dios papá, Dios hijo, Dios Espíritu, existe la comunión concreta de la realidad de Dios que es infinita, pero esos universales no existen si no los realizamos en lo concreto.

Esto me provoca a pensar sobre que protagonismo tiene mi existencia, que vocación, que llamado tenemos nosotros a vivir nuestra experiencia de la vida según el llamado que Dios nos hace, Dios nos llama a la santidad.

La santidad no es posible sino desde el enfoque de la generosidad, poniendo todo de nosotros, sin miedo, y aunque tengamos miedo, poniendo de hecho todo lo que tenemos.

Tengan esto presente, que cada uno según su conciencia, no de mala gana ni como obligado porque Dios ama al que da con alegría.

Que Dios lo sabe no quiere decir que si yo obro mal Dios no me ama, Dios me ama igual, la Palabra dice que Dios hace salir el sol sobre buenos y malos, sobre justos e injustos.

A todos nos ama, lo que quiere decir cuando nos indica Pablo, que si no damos con alegría, el amor de Dios no es pleno en nosotros, es que Dios respeta los lugares en los que nosotros no le permitimos entrar, es increíble el valor de nuestra conciencia.

¿Qué significa tener conciencia de algo?, significa que eso que está presente en mi mente tiene una necesidad, un destino y una vocación.

Eso que está presente en mi interior y que me despierta a la vida tiene la necesidad de salir y de ser vivido, por eso cuando nosotros, concientes de algo no vivimos acorde a lo que sentimos interiormente, estamos cometiendo un grave atropello a un don, y Dios no puede obrar donde hay falta de alegría, falta de entrega y falta de generosidad.

Cuando la mezquindad, el manejo, el atropello, el dominar, el manejar, cuando nos usurpamos los dones Dios no puede obrar, Dios tiene que esperar hasta que nos convirtamos, por eso es muy importante que la generosidad sea la virtud que debe animar a todas las otras virtudes y debe animar también la paciencia.

También tengo que ser generoso para saber esperar, la generosidad también debe estar en la virtud de la paciencia, la generosidad debe estar impregnando nuestra manera de dar, por eso la Madre Teresa nos enseñó que no damos hasta que no duele, ¿qué quiere decir?, ¿que tiene que doler el dar?, no… quiere decir que no demos especulando, que no seamos mezquinos, sino que demos sinceramente.

No es la palabra dolor la que define la generosidad, sino que la generosidad debe estar animando la entrega, dolor es una palabra que se dice para el que es egoísta, para que sienta la provocación a dar con alegría y generosidad, a la persona que da con entrega no le duele.

No duele dar cuando uno da con desprendimiento, entrega y alegría, duele cuando uno especula, ahí duele darlo todo, por eso la palabra de la Madre Teresa es una palabra para los egoístas, pero las personas que son generosas se quedan admiradas de escuchar estas palabras de la Madre Teresa, porque se sienten también interpretados.

Dios, por su parte, dice Pablo, tiene poder para colmarnos de dones, de modo que teniendo siempre y en todas las cosas lo suficiente, les sobra incluso para hacer toda clase de buenas obras.

La Palabra de Dios habla del ciento por uno, ciento por el uno que doy, dando todo lo mío, dando con generosidad, entregando con generosidad el tiempo que puedo dar, la capacidad de relacionarme que tengo, mi talento, mi capacidad para cantar, para reír, para bailar, mi responsabilidad, mi habilidad para la limpieza, para escuchar a los demás, para ser sensible a las necesidades del prójimo, mi capacidad para conectar con los más empobrecidos, mis talentos, cuando yo pongo lo que tengo, porque todos tenemos algo.

Y uno a veces está mirando que no es como otro, que no tiene posibilidades, y no ejerce el poder que tiene, Dios quiere que seamos generosos.

Parte de la humildad es imponer su don, imponer el don que Dios le ha regalado, no obligar a los demás sino imponerme a mi mismo el ejercicio de ese don.

Dar, entregarme con alegría, con disponibilidad, ir haciendo un caminito , un aprendizaje, sabiendo con realismo que el egoísmo nunca va a descansar, y que siempre el demonio va a estar molesto cuando me ponga generoso, porque el camino para Dios implica la generosidad, y entonces ahí va a empezar a molestarme.

El Señor no se deja evidentemente ganar en generosidad, por eso la generosidad es la virtud, la fuerza, la disposición interior que hace posible el reino de Dios, que hace posible la vida de los hijos de Dios.

Uno de los problemas profundos de la cultura contemporánea es una lenta o paulatina inmersión en la experiencia de la pereza espiritual, es una tendencia a la abulia, una pérdida de la fuerza de la voluntad, de la búsqueda del destino, una pérdida del sentido de la realidad, el abandono que va experimentando el hombre necesita también de una experiencia de resurrección.

Por eso aquellos que se entregan a Dios tienen que vivir esta entrega desde la virtud de la generosidad, porque muchos otros van a necesitar el testimonio, hasta que la gente no vea el mundo abúlico, el mundo abandonado, el mundo sometido a la pereza, el mundo traído a la medida y a la mezquindad, no verá la alegría, el testimonio de felicidad de darlo todo con entrega, el gozo que provoca dar la vida.

Hasta que no vean eso no se van a convencer, nuestro producto no convence porque está bien dicho, sino porque está bien vivido.

Queremos despedirnos con esta expresión:  “Que la tierra se vaya haciendo camino ante tus pasos, que el viento sople siempre a tus espaldas, que el sol brille cálido sobre tu cara, que la lluvia caiga suavemente sobre tus campos y hasta tanto volvamos a encontrarnos, que Dios te guarde en la palma de sus manos”.