Decidir en la vida

martes, 3 de octubre de 2006
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Como ya se acercaba el tiempo en que sería llevado al cielo, Jesús emprendió resueltamente el camino a Jerusalén.  Envió mensajeros delante de él, que fueron y entraron en un pueblo samaritano para prepararle alojamiento.  Pero los samaritanos no lo quisieron recibir, porque se dirigía a Jerusalén.  Al ver esto sus discípulos Santiago y Juan, le dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que los consuma?  Pero Jesús se volvió y los reprendió.  Y continuaron el camino hacia otra aldea.
Lucas 9, 51-56

Decía San Gregorio “Hay una cosa decisiva que pone a prueba la caridad, amar a aquel mismo que nos es contrario”, cuando el Evangelio dice Jesús emprendió resueltamente el camino a Jerusalén pone de manifiesto cómo Jesús es un ser entrañablemente noble, dócil, abierto al proyecto de Dios, hay todo un magisterio de la Palabra para nuestra vida espiritual. Muchos de los días de nuestra vida transcurren detrás de nuestras propias decisiones, pero detrás de nuestras decisiones no siempre está la búsqueda de la voluntad de Dios, encaminarse decididamente hacia Jerusalén nos pone la contemplación de un Cristo vivo, concreto, que al hacer este encaminamiento hacia Jerusalén está realizando el designio de Dios, es el camino hacia la pascua, no es el camino hacia lo fácil, es el camino de la fidelidad, nuestra experiencia de amor no tiene que ser una pulsión, una emoción, no una cosa simplemente gratificante sino un camino profundo de fidelidad, el amor siempre va por la cruz, por eso busca el cumplimiento de la voluntad de Dios, pero la cruz no es castigo y condenación, la cruz si bien es prueba y exige mucho, es camino de amor y de salvación, pero hace que el hombre encaminándose hacia la voluntad de Dios, amando a Dios concretamente, aceptando su designio pueda dilatar su capacidad de amor, se va haciendo universal el corazón, capaz de todo, el amor de Jesús vence las barreras, voltea el muro que separa lo que divide. Nuestra experiencia humana es una experiencia linda pero limitada por la división, la envidia, el desprecio, el enojo, cuantas veces los hombres obramos por rencor, por sentimiento, me pegaste yo te pego, hablaste mal de mí yo hablo mal de vos, cuantas veces nuestra experiencia es de vivir enloquecido, susceptibles, todo nos afecta, nos humilla, nos quita dignidad, será eso verdad, no será que nos está faltando un amor más profundo, no será necesario que elijamos que nuestra vida se oriente hacia Cristo y que en Cristo contemplemos que estamos llamados también nosotros a un camino de libertad, de universalidad mayor.

En Jesús que se encamina hacia Jerusalén nosotros mismos tomemos la decisión ahora, en este momento de la vida, decir ahora me quiero encaminar, quiero hacer lo que Dios me pida, esa sinceridad es fundamental es la sinceridad que necesita como un camino para que se abra paso la experiencia del amor de Dios, es un amor que transporta, que no se asusta frente a la dificultad, que no está temiendo los límites, sino que siente la necesidad de ser audaz, que hace que el corazón humano se lance, vaya mas allá de todos los obstáculos y el hombre empiece a caminar mar adentro.

Solo el amor hace que el corazón se tienda con fidelidad, con búsqueda y que no viva pendiente de las dificultades, cuantas veces detrás de tantos miedos lo que falta es la decisión de amar, qué le pasa a ese corazón que tiene miedo de vivir, que se encoge y se encierra, se dispara de la vida, huye por que hay una dificultad, qué le pasa a un hombre que a la hora de pensar de tener ganas de hacer algo no puede dar los pasos, queda aterrado y anulado en su búsqueda de felicidad, de amor, de dar y de recibir, qué le pasa a ese hombre que está anulado, le está faltando el amor, porque una persona que vive por las dificultades, en la cual dentro de sus objetivos de vida los problemas y los obstáculos son mas importantes que sus objetivos, es una persona que se está negando a la vida, no está tomando la decisión que debe, cuantas veces nos pasamos años orando, reclamando y pidiendo al Señor que me ayude a superar mi defecto pero lo que dice San Agustín es muy práctico y no hay otro camino “Ayúdate y Dios te ayudará”. Qué le pasa a un corazón que no puede caminar, que no puede ir hacia delante, tiene miedo de decidir, amar es vivir en serio, es la única manera de ser feliz, amar no es traer la vida a mi medida es salir de mi mismo e ir al encuentro de un llamado, el amor es un llamado de Dios, es una gracia, no es tanto un derecho, sí una necesidad, porque no se puede ser feliz sin él, pero es un don, Dios nos ha capacitado para responderle y también nos da su gracia para encaminarnos como Jesús decididamente.

La persona se define por sus decisiones y no puede tomar decisiones basadas en el miedo sino en el llamado, hay una vocación. Porqué darle tanta divinidad al obstáculo, tanta importancia a lo que me somete, miedo a perder cosas, a la hora de ver algo y sentir que tengo que elegirlo, no debo dar pasos atrás, quedarme anulado por las dificultades. En el llamado basado en lo real, en la verdad, en la justicia, que tiene que ver con mi conciencia, que me respeta y si no tiene que ver del todo con mi conciencia siento que este llamado me llama a hacer crecer mi capacidad de comprender pero que es verdadero, noble, que vale la pena entregarse a eso, por eso no hay que vivir de los obstáculos sino de los objetivos, eso es amar, es una actitud de amor frente a la vida, Jesús se encaminó decididamente. Para vivir este amor, esta fidelidad al Padre, el Señor toma esta decisión, acepta los designios de Dios, va y manda a sus discípulos que lo precedan, que le preparen un lugar para no perder tiempo, llega a un pueblo de los samaritanos, el obstáculo era que los samaritanos no aceptaban a los judíos y los judíos no aceptaban a los samaritanos, cuantas veces en el camino tenemos que seguir de largo, la Palabra dice que Jesús se va a otra aldea porque no quisieron recibirlo, cuantas veces tendremos que aceptar ser rechazados y duele, solo un gran amor hace que el corazón no viva de la herida, solo una gran decisión, una gran entrega y para esto está llamado el corazón humano para una gran entrega, una gran fidelidad como Jesús nuestro maestro, él nos enseña que es posible, pero no podemos vivir sometidos a la afectación del dolor, de la herida, a la palabra mal dicha de los otros, vivir heridos y bajar nuestra guardia porque no nos comprenden, porque no nos aceptan, tenemos que saber que tenemos una dignidad porque el Señor nos da una gracia, no solo nos hace un llamado, nos quiere capacitar y dilatar el corazón no es solo tarea del don de Dios es también tarea de la decisión de uno, no vivir atado, animarse a lo que siento que me llaman, estar abierto, es lo que quiere decir el Papa Benedicto cuando pide una fe madura que se trasluzca en un compromiso de vida, en una actitud coherente, generosa y entregada. Cuando la persona no vive la vida a su medida sino que pone su medida a disposición del llamado, eso es amar, por eso tener que seguir de largo quizás fue un dolor para Jesús, no sentirse aceptado, ser rechazado, pero él comprendía, no habla, no critica, no toma partido en contra, no se asusta, no se desanima y no pierde tiempo, cuantas veces vamos perdiendo tiempo enredados en nuestro dolor porque no nos animamos a seguir adelante.

Los discípulos quieren hacer caer fuego del cielo, no soportan el desprecio, cuantos de nuestros comportamientos humanos como la bronca, el enojo, en el fondo estamos manifestando nuestra fragilidad y la vemos como un obstáculo, como algo que no nos deja vivir, que no nos deja realizarnos pero nos cuesta perdonar y aceptar las cosas contradictorias, se hace necesario aceptar la contradicción, no obrar por enojo, Jesús no perdió tiempo, no se enredó en la discusión, callar en la dificultad, “callar de si mismo es humildad, callar de los demás es caridad y callar en el dolor es heroísmo”, la caridad tiene que ir ensanchándose también cuando nos afectan, cuando nos hieren, cuando nos niegan alguna cosa que sentimos que merecemos, tenemos que aprender a pegar el salto del amor, que es el salto de la fe, es donde se dilata mi capacidad de ser persona, cuando enfrento la dificultad y no me dejo someter a los obstáculos. Por un lado la decisión de no ser enemigos de nadie. Amar es convertirse en débil y vulnerable, es levantar las barreras y romper los caparazones, es dejar que los otros entren en mí y hacerse delicado para entrar en ellos, el fundamento de la unidad es la interdependencia. Una comunidad se construye como una casa con piedras de distintos tipos pero lo que mantiene las piedras juntas es el cemento que está formado de arena y cal, elementos tan frágiles que un viento los convertiría en polvo, igual en la comunidad lo que nos une, nuestro cemento, está hecho con lo que en nosotros es más frágil y pobre, hacernos pequeños, amar implica este desafío, no vivir del odio, no sentirnos enemigos de nadie.

Padre Mario Taborda