Depositar nuestras esperanzas solo en Jesús

viernes, 10 de enero de 2020
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10/01/2020 – “Jesús volvió a Galilea con el poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.

Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.

Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.

Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca”.

San Lucas 4,14-22a

En el Evangelio de este 10 de enero rescatamos la frase de Jesús “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Es reconfortante, comenzando un nuevo año, terminando ya el tiempo de Navidad pero que aun seguimos festejando que la “Palabra se hizo carne”, que Jesús Nació entre nosotros, poder renovar esta certeza de que hay una promesa de Dios que se cumple en nuestra vida y en la historia.

Muchas veces, en nuestras vidas, esperamos expectantes que algunas cosas o circunstancias suceda. Son momentos que se viven con mucha ansiedad, más aun cuando depositamos nuestras esperanzas en algo o en alguien que no es Jesús.

El pueblo de Israel también vivía en estado de expectación. Al menos algunos. El Dios que les había liberado de la esclavitud de Egipto, el Señor de la Alianza que había mantenido su Palabra en medio de las infidelidades del pueblo, no les podía dejar solos. Aunque algunos dijeran que el cielo se había cerrado para siempre. Un resto fiel del pueblo de Israel esperaba que Dios se manifestara.

Nosotros somos los continuadores de ese pequeño grupo que, en medio de la humanidad, quiere seguir acogiendo la Buena noticia del Evangelio, con la ilusión de los orígenes y con la experiencia que nos da la historia, para hacerla vida en el mundo.

Con este ejemplo estamos llamados a poner nuestra esperanza solo en Dios. A veces ponemos las expectativas en muchas situaciones, realidades o personas pero, a nosotros, cristianos, nos toca dar este testimonio de poner nuestras esperanzas en Dios. Y eso ¿cómo se hace? Compartiendo nuestra propia experiencia de encuentro con el Señor.

 

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