Día 12: El anuncio de los ángeles a los pastores

jueves, 16 de marzo de 2017
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pastor
16/03/2017 – Dios que se hace hombre para quedarse en medio nuestro. En pañales, y en brazos de sus padres, con el calor de los animales del pesebre, revela esa presencia de amor que nos envuelve el corazón. Hoy volveremos al pesebre junto a los pastores a quienes los ángeles les anuncian la buena noticia.

Tomamos el texto de Lc 2, 8 -20

Vamos a reconstruir la historia de lo que contemplamos, el escenario, las conversaciones, los personajes. El ejercicio en sí mismo será el momento de oración a partir de lo contemplado.

Una primera aproximación al texto podríamos hacerla desde un paralelo con el relato de la anunciación a Zacarías (1, 11 ss) o a María (1, 26 ss.); o con muchos pasajes del Antiguo Testamento, como la anunciación a Abraham (Gn 1-20), a Moisés (Éx 3, 2-12), a Gedeón (Jc 6, 11-21) y el anuncio del nacimiento de Sansón (Jc 13, 2-20).

En todos estos “anuncios” se hallan los siguientes elementos: 1) presentación del sujeto que recibirá el mensaje; 2) aparición del ángel; 3) turbación que experimenta el sujeto; 4) mensaje comunicado por el ángel; 5) pregunta que expresa una duda; 6) sigo dado en respuesta; 7) partida del ángel.

En el caso de la aparición del ángel a los pastores, parece que se dieran estos elementos: 1 en el v. 8, 2 en el v. 9, 3 en el v. 9b, 4 en los vv. 10 s., 6 en el v. 12 y 7 en el v. 13. Pero falta el elemento 5 y también, entre el 5 y el 6, se inserta una secuencia con la aparición del ejército celestial de los ángeles y el himno angélico, que resulta heterogéneo con el género literario de los anuncio de ángeles y que trae consigo una modificación del elemento 7, pues ya no se trata de la partida de un ángel, sino de ángeles.

Podríamos, por tanto, contemplar esta escena evangélica teniendo en cuenta sobre todo lo característico de la misma, que no se da en otras “anunciaciones”, sean del Antiguo Testamento, sean del Nuevo (Mt 1, 18-24); o repetir –en el sentido ignaciano del término- las contemplaciones que hemos hecho con anterioridad en estos mismos Ejercicios o en otros.

Otra aproximación al texto de la aparición de los ángeles a los pastores la podríamos hacer recordando lo que era en aquellos tiempos el anuncio del nacimiento de un príncipe real. El ángel trae a los pastores, la “buena nueva” del nacimiento de “un salvador, que es Cristo Señor, que os ha nacido, en la ciudad de David” (v. 11).

Este lenguaje nos recuerda, de manera sorprendente, el estilo de las cortes helénicas cuando se anunciaba el nacimiento de un príncipe real: se ha encontrado una inscripción del año 9 a.C., que dice que: “Cada uno puede considerar con razón este acontecimiento –el nacimiento de Augusto- como el origen de su vida y de su existencia, como el tiempo a partir del cual no debe arrepentirse de haber nacido. La Providencia ha suscitado y adornado maravillosamente la vida humana dándonos un Augusto, para que sea benefactor de los hombres, nuestro Salvador para nosotros y para aquellos que vendrán después de nosotros. El día del nacimiento de Dios ha sido para el mundo el comienzo de las buenas recibidas gracias a él”.

Pero este paralelismo no da razón de todo el pasaje de Lucas: la proclamación del heraldo imperial no tiene en cuenta a los ángeles, ni un “signo” como el que menciona el relato de la aparición de los pastores (que es lo que también falta en otros anuncios de ángeles, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento) ni tampoco el himno evangélico.
Explica algo, pero no todo el pasaje evangélico que estamos contemplando.

El versículo central del pasaje de Lucas es 11b, que parece inspirarse en la terminología de la predicación cristiana primitiva: el ángel tiene el mismo papel que los apóstoles en los Hechos de los Apóstoles (obra también de Lucas). Como ellos, anuncia al Cristo Señor. Pero mientras que la predicación cristiana primitiva proclamaba el señorío de Jesús en el cuadro de su glorificación después de la resurrección, quien lo había manifestado en toda su dignidad, Lucas, en su Evangelio de la infancia, lleva este Señorío de Jesús a los mismos orígenes de su vida en la tierra. Un Dios que se hace cercano en su pequeñez.

Jesús nace Señor y sin duda esta idea es la que lleva a Lucas a tomar, por un momento, el estilo de los anuncios de nacimientos reales. Pero lo que sobre todo ha querido mostrar es que, ya desde el nacimiento de Jesús, el Evangelio o Buena Nueva pascual había sido anunciado. El niño en el pesebre era ya Cristo el Señor y el día de su nacimiento –en el “hoy” mismo- el Evangelio de la Pascua comenzaba entre los hombres. “Hoy les ha nacido un salvador, el Cristo, el Señor”. 

Los signos de Dios

Hay una línea común entre el pesebre y el sepulcro, asociados por esta condición de siempre de señorío de Dios encarnado y resucitado.

En el versículo siguiente, el 12, se habla de un “signo”. Pero es curioso que este “signo” sea que los pastores “encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”, con la advertencia explícita de que “esto les servirá de señal de que hoy os ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo Señor”. Las señales tienen por misión convertir el corazón de quienes las reciben. Éstos pastores ya no serán los mismos, han recibido y experimentado la paz de Dios. 

Estamos acostumbrados a otro tipo de “signo” o señal. Por ejemplo, el que da el ángel a la Virgen, para confirmarla en lo que acaba de decir (Lc 1, 35: “el Espíritu Santo vendrá sobre ti”): “Mira, también Isabel, tu parienta, ha concebido un niño […] porque ninguna cosa es imposible para Dios” (LC 1, 36-37). Es evidente que esto es extraordinario (Lc 1, 36: “este es ya el sexto mes de aquella que llamaba estéril”) y vale como “signo” o señal de la anterior afirmación: “Vas a concebir y dar a luz un hijo” (Lc 1, 31).

Además, el “signo” dado a la Virgen se entiende como respuesta a una pregunta de la misma (Lc 1, 34: “¿cómo será esto, puesto que no conozco varón?”) y aquí los pastores no han hecho ninguna pregunta, sino que sólo han recibido el anuncio del ángel.

En el signo Dios confirma a la persona. Estos días de los ejercicios donde Dios aparece llamando, la llamada del Señor tiene una orientación muy concreta que va acompañada por señales. No implica que la ruta y el mapa esté marcado con absoluta claridad, en el camino Dios va mostrando. Tengo que ponerme frente a Él y preguntarle, ¿qué me estás pidiendo? y buscar alguna señal que confirme para no ser engañado ni por nosotros ni por el mal. Ignacio dice que en el tiempo de la 2º semana el mal espíritu suele imitar la voz de Dios; hay que estar atentos y esperar las señales en el camino. 

La paz aparece también en medio del dolor y de la lucha con el don de la paz. En discernimiento se dice que hay dos cosas que hablan del paso de Dios en la vida de las personas o de la comunidad: la paz y la alegría. 

Esas señales de la presencia de Dios nos habilitan a ir hacia adelante. Estos signos de paz, como el que se da en el tiempo del nacimiento y en la resurrección, supone que la persona está en movimiento.

Pesebre y cruz se entremezclan

Lo que acabamos de decir de la cruz nos hace entender mejor por qué a los pastores les fue dado, como “signo”, el pesebre: es, junto con la cruz, el signo más eficaz del llamado de Dios de la misericordia, que “tanto amó al mundo que le dio a su Hijo único” (Jn 3, 16), primero en un pobre pesebre y luego en la cruz.

Es el “signo”, en el pesebre, del paso “de Creador a hacerse hombre” y, en la cruz, “de vida eterna a muerte temporal”, como nos lo dice san Ignacio en el “coloquio” del primer “ejercicio” de la Primera semana. (EE 53)

Ambos  –pesebre y cruz- son “signos” pascuales (o sea, del “paso”) del Señor: el uno, al comienzo de su vida entre nosotros; el otro, al término de su misma vida, para resucitar a una vida mejor.

Después de recibir la “predicación” de los ángeles, los pastores se convierten, ellos mismos, en predicadores (vv. 17-18). Uno de sus oyentes es María: “María, por su parte, guardaba todas estas cosas confiriéndolas (dándole vueltas) en su corazón” (v. 19).

 

Ejercicio

Después de ver la escena, de recogerla, de detenerla en los signos, en los pastores como anunciados y anunciadores, ahora nosotros nos metemos en la escena.  “Como estando yo allí presente” nos pide San Ignacio. Ahí reflectimos para sacar provecho. Implica dejarme mirar por la escena e involucrarme entre los personajes. 

Mirarme en una noche templada, con un gran firmamento poblado de estrellas, y de repente verme sorprendido por una presencia de luz y gracia. Estamos con otros. Nos sentimos llenos de una nueva presencia y algo se mueve desde dentro, y sentimos que eso nos lleva al encuentro de algo muy deseado y buscado por nosotros. Es un anuncio el que se nos hace, Dios se hace presente de una manera nueva en nuestras vidas. Podemos ir al pesebre y contemplar el encuentro. Y después imaginarnos yendo de camino a lo de todos los días, en nuestro estudio, trabajo, familia. Ha nacido el Salvador y viene envuelto en lo nuestro de cada día, lo cotidiano. Y podemos orar desde ahí y conversar con el Señor.

 

Momentos de la oración

1-Oración preparatoria (EE 46) me pone en el rumbo del Principio y Fundamento: que lo que yo vaya a hacer me ponga en el contexto de buscar y realizar, ya desde ahora, y por encima de todo, la voluntad de Dios.

2- “Traer la historia” (EE 102) Se trata de reconstruir la historia de lo que contemplo a partir de los datos. Ayudará leer detenidamente y varias veces el pasaje que quiero contemplar: Evangelio según San Lucas 2,8-19.

3-“la composición de lugar” (EE 103) tengo que componer la escena, re-crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.

4-Formular la petición (EE 104) La petición es la que enrumba la oración, la pone en búsqueda de algo, no la hace simple pasatiempo, sino persistente interés en alcanzar algo.

“Interno conocimiento de nuestro Señor Jesús”

5-Reflectir para sacar algun provecho significa dejarme mirar por la escena, como ubicarme en ella: aquí me implico en ella como si presente me hallare. Es dejar que lo mirado me mire y me diga algo nuevo. Eso que se me dice son las mociones que se me dan.

6-Coloquio a partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.

7-Exámen de la oración

 

 

Padre Javier Soteras