“Lo malo, el pecado, la enfermedad no tienen la última palabra”

jueves, 23 de marzo de 2017
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23/03/2017 – Guillermo Reales hasta hace unos días era seminarista de la Arquidiócesis de Buenos Aires. El sábado 18 se ordenó de diácono junto a otros 4 compañeros en la Parroquia San Benito Abad.

Guillermo es coordinador de talleres para jóvenes en recuperación de adicciones. Es también Payaso de Hospital de la comunidad de Puenteclown en el Sanatorio Franchín de CABA en la unidad de cuidados intensivos pediatría. Titiritero, famoso por su títere Prudencio.

“El cardenal Poli nos ordenó diáconos, estrenando el diaconado, con mucha alegría y un poco de temor” dijo Guillermo respecto a lo vivido el sábado pasado.

“Hace un par de años pertenezco a la agrupación Puenteclown, fui como desplegando y desarrollando todo lo lindo del clown que se acerca al hospital, también en la calle y en otros espacios. Tratando de conjugarlo con ésta vocación tan mía y tan misteriosa que es la de servir a pueblo en este llamado de querer ser cura, de querer llevar a Jesús a la gente más necesitada. La verdad que no la tengo muy en claro, no porque no lo pretenda sino porque para mi es un camino nuevo y de alguna manera siento que voy abriendo camino, sin creerme que soy el mejor, siento que voy tratando de conjugar la ternura del clown, la inocencia, la capacidad del juego y reconociendo en ese ámbito muchas cosas bien propias de mi fe. Eso es lo que me posibilita seguir adelante”, compartió Guille sobre la aventura de amalgamar el ministerio con el arte del clown.

“En la mitad de la formación como seminarista fui conociendo gente del medio: Liliana Mendez, María Marta Bianco, Vanesa Castro que me fueron conectando con otros como Fabián Caero, Alejandra Martinez que fueron mis primeros profesores de clown que me fueron abriendo a otro modo de transitar las emociones, los sentimientos y que tienen mucho que ver con el expresar la alegría, el amor que encuentro en mi fe,  en lo que yo creo. Fue un caminito muy a cuenta gotas”, dijo Reales al compartir el comienzo de éste camino.

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“Hasta la semana pasada estuve viviendo y laburando en San Cayetano de Liniers, acompañaba la catequesis de niños y tuvieron que sufrirme (entre risas) con los títeres y locuras. Me acompaña un gaucho que quiero mucho, que se llama Prudencio y cuenta cuentos. Más tirando lo que es el clown, tratando de descubrir por donde puedo entrelazar la veta del clown y mi vida desde el ministerio. Yo creo que va por el lado de la ternura, en un momento había leído a Francisco que decía que había que hacer la revolución de la ternura y por ahí va”, comentó el diácono sobre su experiencia al poner al servicio de la comunidad toda esta veta artística.

Al finalizar la entrevista Guille aclaró que: “Acompañar la vida desde el juego y desde el dolor, el clown se acerca al dolor  que significa para un nene estar en una cama tal vez 6 meses un año y descubrir a través del juego, la ternura, la mirada, el silencio que se puede seguir haciendo. El clown tiene mucho que ver con el ministerio de que lo malo, el pecado, la enfermedad no tienen la última palabra”.