Dios es el Señor de mi vida y de mi historia

lunes, 24 de noviembre de 2008
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Jesús les dijo:  “Como sucedió en los días de Noé, así ocurrirá también en los días del Hijo del hombre.  Comían, bebían y tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca.  Entonces vino el diluvio y los hizo perecer a todos.  Lo mismo sucedió en los días de Lot:  comían, bebían, compraban, vendían, plantaban y construían; pero el día que salió Lot de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo, que destruyó a todos.  Así sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste. Aquel Día, el que esté en la azotea y tenga sus enseres en casa, que no baje a recogerlos; y, de igual modo, el que esté en el campo, que no se vuelva atrás.  Acordaos de la mujer de Lot.  Quien intente preservar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.  Os digo que aquella noche estarán dos en un mismo lecho:  uno será tomado, y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo juntas:  una será tomada, y la otra dejada”.

Entonces le preguntaron:  “¿Dónde, Señor?”  

Él les respondió:  “Donde esté el cuerpo, allí también se reunirán los buitres.”

Lucas 17, 26 – 37

Éste es un llamado a la conversión muy grande y muy claro. El Señor llama siempre a la conversión. Qué hermosa la Palabra. Le pedimos a Dios el Espíritu Santo, para que el Señor se detenga en nosotros y nos explique el sentido intenso de esta Palabra.

Dios hoy me ha regalado la vida. Hoy estamos aquí para caminar con esta conciencia que nos da la fe. Una conciencia que nos hace grandes, amplios, fraternos con tantos hermanos, sintiendo gracias a esta experiencia de la fe que los demás también nos pertenecen y que nosotros le pertenecemos a los demás, descubriendo una vez más que mi fidelidad pequeña y mi entrega generosa en el día de hoy será la belleza, la grandeza, la fortaleza de todo un Cuerpo en el que tantos miembros se verán enriquecidos.

Que mi pequeño deseo de vivir en el camino de la santidad en este día, sin grandes aspiraciones pero sí con aspiración a grandes entregas a las aspiraciones de Dios, dejando de lado mis búsquedas, mis intenciones, mis locos proyectos personales, mis criterios sobre la modalidad y sobre los tiempos. Dejando tranquilo aquello y cambiando toda esa necesidad en una actitud total de disponibilidad y escucha del proyecto de Dios. Hoy el Señor me regala la gracia de crecer en la conciencia de que lo mío significa mucho para Él, porque soy amado y soy también enviado. Esto que digo para mí, también debes decirlo tú como si fuera para ti. Éste es el desafío: animarte a decir “Dios me eligió, me amó y me envió.”

 Y lo mío (y lo tuyo) tiene no sólo lo que yo quiero dar, sino mucho más, que está más en el Corazón de Dios que en mis posibilidades. Es más, todo lo que de bello, de grande, de generoso, de feliz pueda dar yo de mi humanidad, de mi entrega, de mi actitud de disponibilidad al mundo que me rodea, a mis hermanos, a mi trabajo, a mi ambiente, a mis compañeros, a mi familia; todo eso que yo pueda dar es lo que el Evangelio dice: el que es fiel en lo poco… Por grande que sea mi entrega, siempre será ese “poco” del q