Discernir el querer de Dios

miércoles, 25 de junio de 2014
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25/06/2014 – En el evangelio de hoy, Jesús advierte sobre los falsos profetas y los lobos cubiertos con piel de oveja. Termina concluyendo: "por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán". Es una invitación a estar atentos y pedir el don del discernimiento.

Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.

Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.

Mt 7, 15-20

 

Para una mirada con discernimiento Examínenlo todo y quédense con lo bueno (1 Tes. 5, 21)

No es fácil encontrar el camino, pero el que encontró el tesoro, como dice la parábola, es capaz de venderlo todo para ir por ese campo. Tal y cual como lo experimentó Salomón, el don de la sabiduría es el tesoro más grande. Es gracia de discernimiento de espíritu que le pedimos al Señor en este día.

Discernirviene del latín y significaidentificar, reconocer. Hacemos un discernimiento cuando con prudencia juzgamos la toma de conciencia y los movimientos interiores que experimentamos, a fin de distinguir cuáles debemos seguir y cuáles resistir. La prudencia se tendrá la juzgar la conveniencia o no de cierta actitud, más que al juzgar el origen de esa moción. “la prudencia aspira a ir al fondo de las cosas, sopesando bien el valor de los signos y de los testigos. La prudencia humana fácilmente juega ‘a lo más seguro’, y debe ceder paso a la prudencia sobrenatural, la que no teme reconocer una acción de Dios en y para su Iglesia” (Card. Suenens)

El discernimiento de espíritus es el conocimiento íntimo del obrar divino en el corazón del hombre; es don del Espíritu Santo y un fruto de la caridad(cf. Flp 1,9-11- Ordo Paenitentiae)

Para que haya discernimiento tiene que haber un camino espiritual, personal y comunitario. No se trata de ningún método para descubrir la Voluntad de Dios, sino de un modo de madurar nuestra fe y de vivir según el Espíritu desde la voluntad de Dios.

No discernimos entre lo bueno y lo malo, se da por supuesto que en madurez jamás elegiríamos lo malo o lo que está mal, por ende ni se lo tiene en cuenta. Se elige entre lo bueno y lo mejor, intentando descubrir por dónde amar más, ser mejor, crecer en identificación con Jesús, encarnar mejor el evangelio, etc.

 

 

El discernimiento puede referirse a nuestra conducta personal, a nuestras actitudes espirituales, al campo de nuestras opciones concretas. También se aplica a la conducta global de la comunidad cristiana, a los movimientos de espiritualidad y de pastoral, a las tendencias de renovación eclesial, a las diversas ideologías que atraen a los hombres de nuestro tiempo, etc.

También se aplica a las experiencias carismáticas (visiones, profecías, etc.) y místicas, a las luces y movimientos interiores que nos orientan. La clave para discernir está en dónde se ejerce la caridad. A veces hay ciertos movimientos espirituales con actitudes supuestamente llenas del Espíritu pero a la hora de los bifes “sólo hay verduras, no hay bifes”. El Papa Francisco lo advierte, y dice que además de en libertad moverse en el Espíritu no dejen de tocar la carne de Cristo en los pobres.

En la manifestación que sea y como quiera moverse el Espíritu en nosotros, si nos conduce a la caridad es verdaderamente del Espíritu, sino… es otra paloma pero no el Espíritu Santo. El término hacia donde conduce la vida del Espíritu es el ejercicio concreto de la caridad y eso supone seguir saliendo de nosotros mismos.

La importancia de saber discernir se desprende no sólo de la enseñanza apostólica (ver Mt 7,15; 1 Tes 5, 21; 1 Cor 14, 20; 1 Jn 4, 1-3) sino también de la experiencia de los maestros de espiritualidad, que han comprobado la trascendencia que tiene en el camino interior e dejarnos guiar dócilmente por Dios a la santidad.

Por otra parte, en el campo del apostolado, ¿cómo podríamos entender la obra de Dios sin conocer sus intenciones? El salmista nos advierte que “si el Señor no construye el edificio, en vano se fatigan los obreros” (127, 1). Hoy más que nunca es necesario que escuchemos al Espíritu de Dios y colaboremos con Él en la obra que está realizando, sabiendodiscernir lo que agrada al señor (Ef 5, 10).

El discernimiento se da como un don carismático del Espíritu y como una habilidad desarrollada desde el amor.

El carisma del discernimiento

Todo cambia y se hace distinto cuando aparece Dios en el camino. Hay que poner todo en las manos de Dios y aprendemos a hacerlo cuando entendemos qué es lo que Dios quiere, cómo es su estilo y su querer.

El discernimiento es un don gratuito del Espíritu Santo. San Pablo lo menciona en 1 Cor 12, 10: “….otro, reconoce lo que viene del bueno, del mal espíritu”

Como todo carisma, es dado gratuitamente por Dios a algunas personas cuando lo juzga oportuno y para bien de la comunidad, en función de una misión. Con el P. Aldunate podríamos definirlo de este modo:

El carisma de discernimiento de espíritus es una iluminación divina o manifestación del Espíritu Santo por la que conocemos cuáles espíritus están motivando o impulsando determinada actuación, y se nos concede para proteger del engaño a la comunidad”.

El que tiene la capacidad de discernir y pastorea a la comunidad, sabe por dónde Dios pasa y por donde no, y así evita pasar por oscuros caminos y guía a la luz. Es como un mensaje que viene de afuera, que no surge de la persona misma. Se forma súbitamente en la mente, espontáneamente dando una mirada completa.

No depende del esfuerzo, la iniciativa o los conocimientos. Lleva consigo, su propia convicción. No se trata de perspicacia, instinto psicológico o espíritu crítico. Se trata de una realidad superior que guía y marca el camino.

Para poder ir hasta donde Dios nos quiere conducir necesitamos saber hacia dónde nos conduce, y para eso sirve el discernimiento. Este don del Espíritu permite conocer con certeza si un impulso o actuación proviene o no del Espíritu de Dios; es dado principalmente a la comunidad en oración a fin de discernir las manifestaciones del Espíritu.Es un medio por el que Dios da a conocer el origen de lo que está sucediendo en un grupo, reunión, persona, o en el ejercicio de algún carisma; y esta iluminación se da para provecho del Cuerpo de Cristo. Puede darse en forma colectiva; es la más corriente: el grupo en oración, unido en el Espíritu, sienteinstintivamentelo que es o no es de Dios(P. Aldunate)

Según Mons. Alfonso Uribe Jaramillo, “es un cierto instinto sobrenatural que permite sentir la dulce presencia del Espíritu Santo haciéndonos saber cuando es Él quien actúa, o haciéndonos experimentar la desazón que produce la presencia del espíritu del mal.

El Espíritu Santo cuando nos da gracia de discernimiento y descubrimos que es Dios quien actúa nos libera el alma hacia adelante, y cuando nos hace sentir que no es Él quien está inspirando nos hace sentir las fuerzas opuestas.

El Espíritu en nosotros reconoce al Espíritu en el hermano. No se trata de un razonamiento intelectual según nuestra experiencia previa, sino que más bien es una certeza interior semejante a la inspiración profética: se siente en el Espíritu que algo es o no es de Dios.

 

 

 

El discernimiento como fruto de la caridad

La carta a los Hebreos afirma que los cristianos adultos son “aquellos que por la práctica tienen la sensibilidad adiestrada para discernir entre el bien y el mal” (5, 14). Si permanecemos en el amor de Jesús crecerá nuestro “discernimiento habitual”:

El discernimiento como ciencia adquirida es el juicio prudente que nos formamos acerca del posible estado interior propio o ajeno, fundándonos en la Palabra de Dios, la doctrina de la Iglesia y nuestra propia experiencia.

Como fruto de la caridad, el discernimiento supone un verdadero aprendizaje y en este sentido lo llamamos un arte o una ciencia, la cual consiste en identificar o reconocer qué espíritu está actuando en una persona, a partir de ciertas señales externas e internas-es decir, objetivas y subjetivas-siendo la principal, que su mensaje concuerde con la Revelación.

La Palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que una espada de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu (…) y es capaz de discernir los pensamientos y los sentimientos del corazón” (Heb 4, 12)

Conocer vivencialmente la Palabra es indispensable para reconocer la mano de Dios en la historia y en los acontecimientos, y para no dejarse imponer las falsas salvaciones, que propone Satanás. Frente a la cruz se realiza el mejor discernimiento; allí los secretos de los corazones se revelan y cada uno manifiesta cuál es el espíritu que lo guía.

Por medio del discernimiento intentamos reconocer la acción del Espíritu Santo en nuestra vida y la de nuestros hermanos de todo el Pueblo de Dios y tratamos de cooperar con nuestra respuesta. La cooperación con el Espíritu supone que por la asidua contemplación de la Palabra viviente hemos adquirido ya la mentalidad humana de Cristo, que nos familiariza con la manera de ver y obrar de Dios.

Por supuesto que el discernimiento nunca es obra exclusiva del hombre: discernimos ayudados por la gracia. La suave acción del Espíritu se manifiesta en la capacidad de tomar en toda situación dada, la decisión moral conforme al Evangelio y a la historia de la Salvación. El Amor de Dios en nosotros nos ilumina y capacita para optar por el Reino.

Padre Javier Soteras