El sábado está hecho para el hombre

martes, 20 de enero de 2015
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77948_10151842014091050_461605988_oFoto: Alejandro Fushimi

20/01/2015 – Un sábado, atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas. Los fariseos le dijeron: «Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?»

Él les respondió: «¿No han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros.»

Y añadió: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado.»

 

San Marcos 2, 23-28

Los evangelios de esta semana parecieran presentarnos a modo de lema aquello que Jesús quiere imprimir en nuestro corazónes. Ayer el evangelio nos hablaba de esta realidad de “a vino nuevo odres nuevos” y reflexionábamos sobre el corazón nuestro que debe ser el continente que reciba la vida nueva que Cristo nos ha traído. Hoy el evangelio nos dice que “el sábado ha sido hecho para el sábado y no el hombre al sábado”. Esta ley estaba hecha para la salud física y espiritual de los seres humanos, propiciando un tiempo de descanso. Nada es puesto en contra del hombre, sino que Dios los ha puesto para regalarnos el bien. De la misma manera la oración, los sacramentos y todas las practicas religiosas son para el ser humano. Dios no tiene necesidad de nuestra oración, somos nosotros los que tenemos necesidad de orar y estar con Dios. Lo mismo podemos decir con todo lo que tenemos: la naturaleza, la ciencia, la técnica… todo está hecho para su bien.

San Pablo resumió esta revelación cuando dijo “todo es de ustedes, ustede son de Cristo y Cristo es de Dios”. Esta expresión está en la eucaristía “Por Cristo, con Él y en Él, a Tí Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria”. Ahí expresamos este saber que Dios lo ha hecho todo para bien.

“El sábado se ha hecho para el hombre”. Jesús nos muestra cómo todo lo que Dios pueda pedirnos es para nuestro bien y responde a una necesidad que Dios mismo ha sembrado en nosotros. Cuando estas leyes se absolutizan y las utilizamos para oprimir ya no sirven. Dios ama al hombre y desea su felicidad, gozo y plenitud. De allí que tendríamos que procurar que nuestras costumbres y prácticas religiosas no sean una obligación que complir sino un medio para encontrarnos con Dios, con su paz y su presencia, y desde allí buscar el bien de los hermanos.

El día de descanso tenía por fin crear un espacio para poder descansar en Él. Esto que debía significar un alivio para el hombre cansado se convirtió en un peso más, en una carga que se sumaba a todas las angustias que los hombres ya tenía. Desde la Resurrección de Cristo nuestro día de descanso es el domingo, el día en que Cristo resucita. Va a decir San Juan Pablo II que es el día en que el hombre vuelve a recuperar su relación con Dios, en primer lugar, con los hermanos (cultivar espacios y momentos que nos ayuden no solo a santificar ese día sino para recrearnos) y un día para cultivar la relación con nosotros mismos (salud, descanso, recuperar fuerzas, generar actividades que nos resulten fortalecedoras de nuestro espíritu que nos ayuden a crecer).

El día domingo es para santificar a Dios y santificándolo a Él también nos santificamos a nosotros mismos. Es cierto que el mundo de hoy ha establecido pautas que muchas veces no hace de los domingos en nuestras familias un día de esparcimiento o recreación, y quizás trabajamos o dejamos para el domingo todo lo no hecho en la semana. Nos cuesta generar espacios gratuitos, ocio espiritual, pareciera muy costoso de incorporarlo a nuestras vidas. Sino estamos haciendo algo, preocupados o corriendo nos aburrimos o sentimos una especie de “angustia interior”. Quizás por eso la encuestas indican que el domingo es el día más angustioso, sobretodo en los jóvenes. No hemos dado riendas sueltas a nuestro espíritu para generar modo de encuentro con Dios, nuestros hermanos y también ocuparnos de nosotros mismos, que tenemos cuerpo y también espíritu que necesita ser reconfortados.

Abuelo y nieto

La ley para cuidar al hombre

Llamarse “Señor del sábado” era declararse Mesías. Es el hombre en apertura a Dios quien da su valor y medida a la ley del sábado. Es lo que viene a decir Jesús. En otra oportunidad va a hablarnos de la libertad de espíritu para vivir la ley por la letra mata en cambio el espíritu nos da libertad. Esto nos pasa con cualquier ley humana. Cuando tomamos la ley por la ley nos esclaviza, cuando tiene espíritu en bien del hombre lo libera. “El sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”. El hombre debe cumplirla en la medida que sea justa, para su bien. Ésto es lo que no entendían los rígidos fariseos. Ellos creían conseguir la salvación a través del cumplimiento estricto de leyes. Así la religión en lugar de ser liberadora se convierte en un yugo insoportable, denunciado por Jesús. Cristo relativiza las mediaciones en función del hombre: lo único sagrado después de Dios es el hombre mismo.

San Juan en su evangelio nos dice que “la ley fue dada por Moisés pero la gracia y la verdad nos vinieron por Jesucristo”. El cristiano sabe que su único Señor, su única ley y su única mediación es Cristo. Nuestra salvación no depende de mediaciones sino es Cristo mismo, el don de su amor que nos precede siempre.

Es hermosa la enseñanza del evangelio de hoy porque nos ubica en este crecimiento que se nos da apartir de la libertad que el espíritu genera en nuestro interior, esa libertad que Dios pone en el corazón del hombre y nos da plenitud. La ley, inspirada por el espíritu y en justicia, siempre está puesta a nuestro servicio, porque nos permite cultivarnos y cuidarnos.