El seguimiento a Cristo, un estilo radical y pleno

lunes, 13 de julio de 2020
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13/07/2020 – En el Evangelio de hoy Mateo 10, 34-42.11,1 Jesús nos invita a seguirlo, dejando atrás todo lo que quedó, avanzando como se puede, como dice Pennisi en su canción:

“Avanzar como se pueda
Eligiendo la manera
La marea baja y sube
Somos náufragos de arena
Avanzar no es pisotear lo que vivimos
Avanzar no es otra cosa que vivir
Y avanzar
Y avanzar
Y creer
Que a pesar de todo hay que avanzar”

 

¿Que tenés por delante que te parece que hace imposible dar ese paso? Creeme que es mentira, vos podés dar ese paso. Avanzá, serena, prudentemente pero confiando en que el Señor está con nosotros.

Avanza hacia donde te invita, confiando en que en Él es posible.

 

Jesús dijo a sus apóstoles: “No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra ;y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa”. Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.

Mt 10, 34-42.11,1

 

 

 

Seguir a Cristo es un estilo, y ese estilo implica el seguimiento radical y pleno de toda nuestra vida, aún por encima de todo aquello que nos pueda parecer importante, aún sabiendo que ese seguimiento puede llegar a enfrentarnos con aquellos que nos rodean.

Es un evangelio que molesta porque la paz es espada, porque quien busca al Señor enfrenta estilos de paz falsos. La paz de Jesús es espada de profeta contra atadura, sometimiento e idolatría. Seguir su camino es cargar la cruz del enfrentamiento con el pecado del mundo y cortar toda relación que ponga en peligro ese seguimiento. En este evangelio Jesús abre un velo sobre el verdadero misterio sacramental. Su presencia con el hombre: ese es el gran sacramento de Cristo. Esta palabra es y será el cuestionario histórico del trabajo de la Iglesia ¿hasta dónde el evangelio es espada de la paz o el que nos hace abrir los ojos para no estar atados a las cosas del mundo?

Este seguimiento total de Cristo lo tenemos que buscar sin vueltas porque sino seguimos los criterios del mundo. Jesús nos ofrece ahora un pacto de fidelidad total y exclusivo con Él. Todo lo que se nos haga de bueno a nosotros, simplemente por ser sus discípulos, Jesús lo tendrá bien en cuenta. A esto lo recordamos y lo vivimos como prueba de su entrega total a cada uno de nosotros. Es cierto que este evangelio que molesta nos permite saber que no podemos poner a nadie ante el misterio de Jesús, ni si quiera a nuestros padres o hijos. “Me amó y se entregó por mí” dice San Pablo. Nadie dio tanto y nadie se atrevió tampoco a pedir tanto. Es cierto que nos asusta la posibilidad de tener que posponer algún día a nuestros propios padres o hijos, pero entendámoslo: Él no pide una ruptura total con nuestros más queridos, sino que nos pone sobre aviso porque alguna vez los puntos de vista de Jesús pueden no coincidir con el de nuestros seres queridos, y allí deberá prevalecer el de Jesús.

Amar a Jesús es entregar lo más profundo del corazón a quien derramó su sangre para purificarlo, al único que tiene derecho de ser Señor del corazón. Ningún ser humano tiene derecho de ese dominio santo, ni si quiera el padre o la madre. Ellos han sido instrumentos del Señor para darnos la vida, y deben ser amados y honrados, pero no puede ocupar el lugar de Cristo, tampoco los hijos. Además cuando éstas realidades pretenden alejarnos del Señor no podemos ser condescendientes con ellos.

“No piensen que he venido a traer paz a la tierra, he venido a traer la espada, porque he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre y el que quiere a su padre o a su madre mas que a mi no es digno de mi”. Esta frase no significa evidentemente que podamos ser negligentes en atender a nuestros padres, en otros lugares del evangelio, Jesús insiste para que nuestro amor hacia ellos sea real y se retraduzca en actos concretos de ayuda y de justicia.

Estas frase no deben utilizarse para justificar nuestro temperamento a veces desabrido, falta de afecto o hasta veces violento o irresponsable o bien para excusar una incapacidad personal de hijo egoísta que busca su propio bien y se olvida del de sus padres o de padre egoísta que se olvida del de su hijo. Si esto pasaría, si estaríamos pensando desde el egoísmo, nos impediría amar sinceramente los nuestros o aquellos con los que convivimos.
Este evangelio hay que leerlo y escucharlo y contemplarlo, desde lo que nos sugiere su enseñanza, la centralidad de Jesús. Estas frases se refieren a ciertas circunstancias en nuestra existencia, en esos momentos en los que hay que decidirse y tomar partido por Dios y por su causa, por Jesús ser buen cristiano, seguir a Jesús provoca muchas veces la oposición de nuestros familiares o también de nuestros amigos mas cercanos, aunque el evangelio no los nombre explícitamente, en este caso Jesús nos pide que seamos capaces de preferirlo, “el que quiere a su padre o a su madre mas que a mi no es digno de mi”, es sin duda una cuestión de amor, de preferencia, hay casos en los que estamos obligados a tomar una dedición o por Dios o contra Dios.

Siguiendo a Jesús no hay que dudar en esos casos, todos los lazos terrestres, aún los mas sagrados como pueden ser los de la familia, los de la sangre, los del ambiente, deben pasar entonces a un segundo plano.

Cuando el centro de la vida es Jesús, el resto adquiere una plenitud de amor que no lo podemos medir como primero o segundo, se ama desde Dios la realidad que nos toca vivir y es muy difícil de pronto tener que enfrentar esta doble realidad.

En esto del egoísmo que a veces nos toca el corazón tenemos que tener cuidado, porque no sea cosa que detrás de un rótulo de yo quiero ser cristiano, yo quiero hacer lo que Jesús me está pidiendo y dice Jesús que si soy fiel voy a tener problema, detrás de esto esconda mi egoísmos, mi temperamento de ser rudo, mi falta de paciencia y justifique mi falta de caridad para con mi familia y los que me rodean, no, la centralidad está en Jesús y es la opción de un lado o del otro, es cuando las situaciones son decisivas para nuestra existencia.

“El que conserve su vida la perderá” nos dice Jesús en el evangelio y “el que pierda su vida por mi, la conservará”. La vida es el mayor bien.

Jesús afirma aquí, que unas de las leyes fundamentales de la existencia, es no estar pendiente de la propia vida. No tratar de poseer la vida como un ansia egoísta de tenerlo todo. Hay que salir de sí mismo, ir más allá, superarse. Por eso está tan estrechamente unida esta elección por Jesús como centro de la vida e inmediatamente posterior esta necesidad de perder la vida para poder darla a los demás, perder la vida propia para ponerla en manos de Jesús. Hay que salir de sí mismo e ir más allá.

Superarse, olvidarse de uno, allí está la verdadera felicidad del verdadero crecimiento. Una palabra de Jesús no tiene entonces ningún aspecto negativo, no es una palabra triste que te va a entristecer el corazón por lo que te dice, tampoco es una palabra que se pone a manera de juez para ver lo que estás haciendo, es palabra de luz y de alegría. Dando la propia vida como Jesús, uno encuentra la vida y esta vida que se encuentra de nuevo es más valiosa. Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia, nos dice Jesús en el evangelio de San Juan.
¿Cómo estoy haciendo esta entrega de la vida? ¿Cómo estoy viviendo este evangelio que exige una entrega tan profunda?. Por sobre todas las cosas la centralidad de Jesús. Esta espiritualidad donde Jesús sea el centro de mis decisiones, esta espiritualidad de todos los días que la tengo que vivir cuando voy a trabajar y allí tiene que ser el centro Jesús. Jesús hoy me está pidiendo que entregue mi vida, que me decida. Esto nos mueve las estanterías, escuchar esta llamada con esta frase tan particular propia de la época “no piensen que he venido a traer paz, he venido a enfrentar”, pero no desde el enfrentamiento egoísta, sino desde el enfrentar las decisiones para optar por Jesús.

Mas adelante Jesús nos va a decir: “el que recibe a uno de ustedes me recibe a Mi, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado”.

Y cualquiera que le dé de beber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de estos humildes, no perderá su recompensa. Cuánto va a recompensar el Señor en nuestra vida si lo ponemos a Él como el centro. Ponerlo en el centro no por la recompensa, sino porque Él te amó y me amó primero.
Jesús además nos pide que tomemos nuestra cruz y nos pide la entrega total a la causa del reino, esa es la única razón válida para Jesús, por el reino hay que dejarlo todo. El reino que no es mas que presencia de Dios en medio del pueblo, en medio del mundo, en medio de las cosas. Es ciertamente una forma de hablar la de Jesús, hay que entender lo que Jesús dice. Mira esta expresión de por allí aguar tanto las cosas que ya no tienen sentido, ni sabor a una ni a otra. Jesús nos quiere decir que nuestra fe debe ser el centro de toda nuestra vida y nos recuerda que no podemos andar con engaños, no podemos mantener una doble vida, no podemos ser cristianos de domingo, para luego engañar en nuestro trabajo, defraudar a nuestros amigos, servirnos de nuestros familiares para lo que nos interesa.

Ser cristiano día a día y minuto a minuto es el desafío que nos lanza hoy Jesús y que también te lo invita a ser a vos.

Hay muchas personas que aceptan renuncias por amor o por interés, el deportista, el comerciante que solamente piensa en sus ganancias. Hay otros que renuncian por generosidad noble, altruista, escuchaste alguna vez hablar de estos hombres y mujeres que pertenecen a médicos sin frontera por ejemplo, una generosidad para ir a ofrecer la vida a lugares que hay necesidad. Pero los cristianos le ponemos un plus, la opción es seguir un estilo de vida, pero un estilo de vida conforme al evangelio e Jesús, que no anula lo anterior sino que le da este plus que le da esta mirada distinta.

Cuando vivimos así la generosidad, la entrega, la renuncia, la aceptación de la cruz de cada día, la alegría en medio de la dificultad, la esperanza en medio de tantas angustias, cuando las vivimos así se nota que hay algo distinto y eso distinto es Jesús.

Ser cristianos, seguidores de Jesús no es fácil y supone saber renunciar a las tentaciones fáciles, renunciar a las tentaciones de una vida sin compromiso con un éxito a cualquier precio.

Por eso volvemos a insistir, nos es que dejemos de amar a nuestra familia y a nuestros amigos, pero por encima de todo amamos a Dios.

Dejémonos animar por la recomendación que hace Jesús a quienes acojan a los enviados por El. Hasta un vaso de agua dado en su nombre tendrá su premio.

Al final resultará que la cosa se decida por unos detalles entrañables, un vaso de agua como signo de generosidad, para con los que evangelizan este mundo.