El Verdadero, fiel a su Palabra

miércoles, 18 de agosto de 2021
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18/08/2021 – En la Biblia “verdadero” y “fiel” suelen aparecer unidos, porque se entiende que en Dios donde no cabe el error o la mentira, siempre cumple su palabra, nunca se contradice a sí mismo ni falta a sus promesas. En la Palabra de Dios la expresión “verdadero” manifiesta que en él está la verdad, que en medio de las oscuridades, confusiones y falsedades de este mundo, en él es posible hallar la claridad de lo que es verdadero. Porque en nosotros siempre aparece la pregunta: ¿Dónde está la verdad, quién la tiene? Pero también ¿cómo la alcanzamos? Porque no sólo alabamos a Dios por ser verdadero, sino también porque nos permite alcanzar algo de la verdad que él posee, porque se ha revelado a nosotros, porque nos ha iluminado con su Palabra: “El principio de tu Palabra es la verdad”  (Sal 119, 160).

Su Palabra nos da la seguridad de no caer en la mentira y en la confusión, en ella sí se puede confiar, y aquí aparece otra vez la fidelidad divina, porque “El Señor es fiel en todas sus palabras”  (Sal 145, 13) y “la Palabra del Señor permanece para siempre” (1 Pe 1, 25). Por eso en la Biblia aparecen muchas alabanzas a Dios por la Palabra, por todo lo que sale de la boca de Dios cuando se manifiesta a nosotros: “Alaben al Señor, que es bueno cantar a nuestro Dios que envía a la tierra su mensaje y su Palabra corre veloz que revela su Palabra a Jacob” (Sal 147, 15.19). “Aclamen, justos, al Señor, es propio de los buenos alabarle. Porque la Palabra del Señor es recta” (Sal 33, 4).

Esas alabanzas por la Palabra son producto de un estremecimiento interior, de la conmoción de alguien que se admira porque Dios le ha hablado. Y Dios ama ese estremecimiento de nuestro corazón ante su Palabra: “Yo vuelvo la mirada hacia el pobre, de espíritu abatido, que se estremece ante mis palabras. Escuchen la Palabra del Señor, ustedes que se estremecen ante su palabra” (Is 66, 2.5). Porque esa Palabra es bella, es preciosa: “Los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. Son más atrayentes que el oro, que el oro más fino, más dulces que la miel, más que el jugo del panal” (Sal 19, 10-11).

El que se complace en esa Palabra y la medita “es como un árbol plantado al borde de las aguas, que produce fruto a su tiempo y cuyas hojas nunca se marchitan” (Sal 1, 3). Es importante que reconozcas que en esa Palabra escrita hace dos mil años el Señor no le habla a otros, te habla a ti, ahora. No habla al pasado, sino que te está hablando a vos, le habla a tu vida. Es bueno que te goces y lo agradezcas: “Me hablaste Señor, y me sigues hablando. ¡Bendito seas!”.