“En Cristo se hace visible Dios en su misericordia”

lunes, 21 de junio de 2021
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21/06/2021 – En nuestro espacio dedicado a meditar sobre el Sagrado Corazón de Jesús, nos detuvimos a contemplar hoy acerca de la Misericordia del Corazón de Dios.

Hermana María Teresa Carvajal, de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, nos brindó su reflexión a partir de textos del Antiguo y del Nuevo Testamento y del Magisterio de la Iglesia.

“El tema de la misericordia es un tema que apunta directamente al corazón porque ¿quién no desea ser amado, comprendido, ‘misericordiado‘ sobre todo en este tiempo de tanto dolor, tantas pérdidas, tantas preocupaciones y problemas?”, comenzó diciendo hermana María Teresa.

“El saber que alguien nos escucha, nos entiende, nos acoge y nos cobija nos recrea en la esperanza”.

“Es importante dejar resonar en nosotros las palabras de Jesús que dice: «Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera»” (Mt 11, 28-30).

“La misericordia fue uno de los principales temas de la predicación de Jesús: la parábola del Buen Pastor que busca la oveja perdida (Juan 10:1-16), la del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37 ), la del hijo pródigo o el padre bueno (Lucas 15:11-32 ), etc”.

Hermana María Teresa citó también la Encíclica del papa San Juan Pablo II ‘Dives in misericordia’ (Rico en misericordia) donde comienza diciendo: “Dios rico en misericordia es el que Jesucristo nos ha revelado como Padre”. 

“En Cristo y por Cristo se hace particularmente visible Dios en su misericordia. Jesús no sólo habla de ella y la explica, sino que Él mismo encarna la misericordia, la personifica. Él mismo es, en cierto sentido, la Misericordia”

Hna. María Teresa Carvajal (ecj) nos acompañó con su reflexión

Otro de los hermosos textos que nos compartió hermana María Teresa es el de Oseas: “Cuando el pueblo de Israel era niño, yo lo amaba; a él, que era mi hijo, lo llamé de Egipto. Pero cuanto más lo llamaba, más se apartaba de mí. (…) Con todo, yo guié al pueblo de Efraín y lo enseñé a caminar; pero ellos no comprendieron que era yo quien los cuidaba. Con lazos de ternura, con cuerdas de amor, los atraje hacia mí; los acerqué a mis mejillas como si fueran niños de pecho; me incliné a ellos para darles de comer. ¿Cómo podré dejarte, Efraín? ¿Cómo podré abandonarte, Israel? ¡Mi corazón está conmovido, lleno de compasión por ti! No actuaré según el ardor de mi ira: no volveré a destruir a Efraín, porque yo soy Dios, no hombre” (Os 11, 1-9)

Te invitamos a escuchar el programa completo en el audio al inicio de esta nota.