“En la violencia verbal no registramos al otro”, afirmó la psicóloga Carla Gerbino

miércoles, 14 de julio de 2021
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14/07/2021 – En el ciclo “Familia, caminos de esperanza”, los psicólogos Gastón Del Río y Carla Gerbino hablaron de la violencia verbal. “Empezamos haciendo una breve síntesis introductoria sobre lo que conversábamos el lunes pasado sobre el tema de la violencia en la familia y cuánto daño pueden hacer los mutismos, ausencias, negligencias, abandonos y desamparos, los distintos tipos de violencia pasiva. Es necesario reconocer y registrar al otro, la importancia de aprender a mirarnos, detenernos, escucharnos y re-calcular. Recordábamos la necesidad de aprender a registrar las emociones, lo que sentimos, lo que necesitamos, como pilar fundamental para una sana autoestima. El enojo, el rencor, la envidia, son emociones difíciles de reconocer, de asumir, y si se bloquean pueden ser peor. Es importante aprender a reconocer lo que nos pasa. Si los padres no pueden registrar sus necesidades se va complicando que puedan hacerlo luego con sus hijos”, recordó Carla.

También Gerbino introdujo el tema de la violencia verbal diciendo que “son aquellas humillaciones, rótulos, palabras que hieren, que distorsionan la verdadera identidad. El quien soy muchas veces está desfigurado. La sobreexigencia puede ser la otra cara de la desvalorización. Estas son las competencias y comparaciones, el “vos sos mejor que tu hermano”, más inteligente, mejor deportista, más bueno, el  “no seas tonto”, “no seas como tu padre”, puede ser tan dañino como  el “vos siempre podés”. La dificultad para registrar la propia necesidad y la de los otros, puede ir generando tensiones, tristeza, ira y muchas veces se llega a la violencia. Los gritos, tantas veces,  denuncian las distancias, la incomprensión, la soledad. El mal trato y las palabras denigrantes pueden encender circuitos de violencia. Carla citaba la importancia de que estamos en camino, paso a paso, por eso elegimos este título para el ciclo: “Familia, camino de esperanza”. Paso a paso, podremos emprender los verdaderos cambios. La violencia padecida desde la infancia puede ir llevando luego a una baja autoestima y generando distintos trastornos, y malas elecciones. Pero nunca es tarde para cambiar. Con pequeños cambios, simples y concretos, día a día podemos ir destrabando estos circuitos. No podemos pelear todas las batallas, pero si podemos elegir cuales ganar. Día a día, paso a paso”.

Del Río iluminó por su parte  que “las palabras pueden construir un mundo entre las personas o destruirlo. Que no solo es lo que se dice sino cómo se dicen las cosas, que van cargadas con diferentes emociones y significados que el interlocutor comprende de diferente modo. En esas palabras, a veces, se trasmiten aspectos que definen al otro, que le colocan una etiqueta, sosteniendo que sos de un modo. Esas etiquetas pueden ir dejando marcas, algunas muy profundas, que acompañan a la persona en su vida, y terminan creyendo que son lo que otros dicen que es”. Luego Carla trajo ciertos puntos a tener en cuenta para detectar que algo no anda bien en los hijos: “Como por ejemplo: verlos muy encerrados, larguísimas horas en la computadora o en el celular, siempre con una misma persona, cuando van perdiendo relación con la familia y amigos, no pueden estudiar ni emprender nuevos hobbies, ni mucho menos con entusiasmo, verlos tristes, enojados, frustrados, durante un periodo de tiempo. Quizás los padres no saben qué hacer ni cómo ayudarlos, pero no caer en la tentación de decir “no se que hacer”, “no se puede hacer nada”. Siempre podemos pedir ayuda”.

Del Río agregó que “somos seres siendo. No estamos definidos, y siempre está en nosotros la posibilidad de ir cambiando, de ir asumiendo nuevas formas de ser. Es entonces cuando nos reconocemos con actitudes violentas, o la vemos en otros, que está presente la posibilidad de elegir actuar de otro modo. Pero ello no implica que sea siempre o que haya que hacerlo de modo inmediato. Sino que es como un tejido, punto por punto, decisión por decisión, para ir armando un tejido, para intentar ir alcanzando la mejor posible de uno mismo”. Gerbino citó ejemplos de violencia sexual y física: “Cuando la persona tiene la autoestima baja, porque ha padecido violencia desde la infancia es más fácil caer en patrones violentos. Son los circuitos en donde se ha roto la barrera instintiva contra la agresión. Luego es más fácil elegir patrones dañinos. Las neurociencias ya confirman la incidencia de la violencia padecida desde la infancia, y cómo influye en el sistema inmunológico, generando enfermedades y distintos trastornos. Por eso, lo importante es poder “darse cuenta” para poder cortar estos circuitos, “pedir ayuda”, y empezar a tomar “nuevas decisiones” que ayudarán a los nuevos cambios, pequeños, simples y realizables, un paso a la vez. Para que el ciclo de violencia se instale un punto fundamental es el aumento de la tensión, que va generando cada vez más frustración, hasta llegar a la escalada violenta. Solo puede darse de a dos, cuando entra un tercero, se habilita la posibilidad del cambio.  No encerrarse en el “nunca voy a poder salir de esta”. Las relaciones tóxicas no te ayudan a crecer y van generando dependencia, te van convenciendo de que “sos así”, que “no podés”, ¡ojo! si te denigra, te humilla, te hacer sentir culpable, te compara con otros para desvalorizarte, te controla y te presiona a hacer alguna u otra cosa, te asusta, amenaza, son indicios claros de relaciones violentas. Por eso el darse cuenta, es fundamental para empezar a salir de estas duplas asimétricas, donde uno puede sobre el otro, domina al otro. La asimetría, el miedo y el secreto son puntos claves en los circuitos violentos”.

La especialista en logoterapia también habló sobre la violencia generacional: “Es un tema que atraviesa las distintas épocas. La psicogenalogía estudia sobre las distintas situaciones y como se van repitiendo,  o llevando a los extremos en las próximas generaciones; denuncian que aún falta aprender y sanar algún patrón desordenado, traumatizado. Por ejemplo, tantas mujeres que han sido abusadas, que han padecido violencia y luego vemos hoy en día como hay mujeres que denigran, maltratan a sus varones. Todos pierden. El varón necesita ser respetado por su mujer, la mujer necesita su par, su compañero, ambos necesitan ayudarse mutuamente; el hijo necesita valorizar al padre y a la madre”.

“Otro ejemplo es el  autoritarismo que reinaba antes por parte de los mayores que  dejaba sin voz a los niños; no tenían ni voz ni voto. Ahora nos fuimos al otro extremo: los chicos eligen y deciden, casi todo. Es necesario aprender el gran desafío de poner límites, adecuados, ordenadores, fundamentales para el sano desarrollo…Cada vez hay más abuelos abandonados, crecen los geriátricos, la eutanasia. Se pierde el valor de la vida y el sentido de ser familia.  Cuantos  adolescentes son violentos con sus padres, y así podríamos dar muchos ejemplos más de como la falta de límites claros, la indiferencia, la intolerancia a la frustración, el no poder escucharnos, mirarnos, registrarnos va generando autoestima baja. Se pueden ir produciendo estos ciclos en repetición, o en sus polos opuestos, en donde también se deja de ver al otro. Se pierde el valor del ser. Necesitamos  detenernos y re-calcular, pedir ayuda cuando no podemos, para poder aprender y cambiar, reparar, enmendar, y así día a día, tomar nuevas decisiones de cambio y transformación”, cerró Gerbino.