Gestos que sanan

viernes, 15 de febrero de 2019
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15/02/19.- Tocar, alzar la mirada, suspirar son gestos sencillos, como todos los del Señor, pero están llenos de amor y esto es lo que transforma y libera la imposibilidad de conectarnos y expresa sensiblemente su comunión plena con el Padre y el Espíritu Santo. Este vínculo tan fluido es lo que quiere Jesús para nosotros.

Lo lindo del pasaje es que uno siente cómo en este Jesús de carne y hueso, el Padre y el Espíritu Santo, bajan a la realidad cotidiana, se meten en el mundo nuestro de todos los días y obran conjuntamente, como Trinidad Santa. ¿Tanto Dios para tan poco? Es que abrir los oídos del hombre para nada es poco. Los oídos son el camino de acceso a la libertad del corazón humano. Que escuchemos bien, que podamos recibir la Palabra con toda su fuerza de Vida, con sus tonos y matices, es condición esencial para adherir al proyecto de Dios.

Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.

Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: “Efatá”, que significa: “Abrete”. Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.

Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

Mc 7,31-37