“He aquí mi oficio, mi aspiración, y todo mi honor, ser vuestro siervo en Jesús y por Jesús”, decía Fray Mamerto Esquiú

viernes, 3 de septiembre de 2021
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03/09/2021 – “Le llamaban con respeto y veneración pero con más frecuencia en vida, y más aún después de su muerte, hasta ahora, lo nombraban con familiar cariño `el padre Esquiú’, y este último nombre es el que ha prevalecido y pasado a la historia como la personificación de la humildad, de la sencillez, de la austeridad, de la mansedumbre y caridad, de la pobreza y de todas las virtudes religiosas y morales que han resplandecido en su vida acrisolada y de apóstol”, comenzó diciendo Fray Pablo Reartes hablando sobre Fray Mamerto Esquiú como obispo santo y pastor.

En un nuevo ciclo del programa Madre del Pueblo, el padre Marcelo Amaya, desde Catamarca, compartió acerca de la devoción a , el rostro de San José en este su año y junto a Fray Pablo Reartes seguimos compartiendo la vida de Fray Mamerto Esquiú, quien será beatificado el próximo 4 de septiembre.

Recibimos a Fray Pablo Reartes, quien contó sobre su apostolado como obispo de Córdoba.

Un obispo santo y pastoral

<He aquí mi oficio, mi aspiración, y todo mi honor, ser vuestro siervo en Jesús y por Jesús>, esto lo decía Fray Mamerto Esquiú. “El 12 de diciembre de 1880 en la Basílica San Francisco de Buenos Aires, Fray Mamerto Esquiú fue investido como obispo de Córdoba. Esta basílica pertenece a la provincia franciscana de la Asunción de la Santísima Virgen María del Río de la Plata y está ubicada a una cuadra de Plaza de Mayo”.

El 1 de enero de 1881 a las 20,30 horas es el momento preciso que señala Fray Luis Córdoba, el principio de un apostolado fecundo en ejemplarísimas virtudes, el instante solemne marcado por el reloj de la Providencia divina, para que la nueva Roma argentina dirigida por un santo y por un sabio continúe en sus honrosas tradiciones de fe, de piedad y de verdadero progreso, con su santidad será la condenación viviente de los vicios y errores de su época, con su sabiduría el exponente autorizado de los derechos y deberes recíprocos”.

“En aquel instante, en aquel momento llegaba el padre Esquiú precedido de la fama del patricio, del misionero y del peregrino a sentarse en el trono treinta veces honrado por la virtud y la ciencia de sus ilustres predecesores”. “Pero no había olvidado -como jamás olvidó- que el hábito de San Francisco había sido desde su más tierna infancia el ángel protector de su existencia. Aún venía cubierto de burdo sayal ceñido su cuerpo con nudosa cuerda, apoyada su diestra en el báculo de pastor, con el brevario bajo el brazo y sus plantas sujetas a las correas de sus sandalias”.

“Esquiú ejerció el primer acto de jurisdicción el 10 de enero de 1881, quien falleciera precisamente un 10 de enero de 1883, por lo tanto su ministerio episcopal duró solamente dos años”.

“Sus pláticas y sermones eran evangélicos, de palabra abreviada, trataba de los vicios y de las virtudes, de la pena y de la gloria como manda el seráfico padre San Francisco de Asís”.

“Cuando viajaba iba repartiendo catecismos, de mazo y de astete, rosarios”. “Manuel Gálvez, uno de los autores más reconocidos que escribe sobre Esquiú, siendo éste obispo de Córdoba, hace una semblanza de su labor como pastor y de sus gestos de humildad: <El primer día de 1881 a las ocho de la noche entraba en Córdoba el obispo, por no ser cordobés y tal vez por otros motivos menos confesables, su candidatura había sido resistida>. <Pero ahora toda la ciudad, clero y pueblo aceptaba al prelado>. <Una multitud lo esperaba en la estación, apareció ante el pueblo con el sayal franciscano, y sus pies desnudos, calzados con sandalias, en la cruz de oro que debía llevar por su jerarquía llevaba otra bastante tosca hecha con maderas de Jerusalén, fue un acontecimiento clamoroso y se le acompañó a pie hasta el convento San Francisco en numerosa manifestación popular>”.

<En el atrio, a pesar de ser tarde y de las fatigas del viaje, -indicó Manuel Gálvez- millares de personas quisieron besar su anillo y recibir su bendición, nadie ignoraba en la ciudad y en todo el país la fama de santidad del obispo>.

En este sentido, Fray Pablo Reartes recordó que “También Fray Luis Córdoba quien introdujo la causa de canonización de Fray Mamerto Esquiú en la Arquidiócesis de Córdoba en 1926 dijo sobre Esquiú siendo este obispo: <Él ha sido obispo, es cierto, pero el pueblo que tiene intuiciones que forman dogma no se ha contentado nunca con sólo llamarlo obispo, no obstante ser esta dignidad tan sublime y divina, le ha llamado obispo, sí, pero anteponiéndole siempre el calificativo de santo, el santo obispo>”.

“Le llamaban con respeto y veneración pero con más frecuencia en vida, y más aún después de su muerte, hasta ahora, lo nombraban con familiar cariño `el padre Esquiú’, y este último nombre es el que ha prevalecido y pasado a la historia como la personificación de la humildad, de la sencillez, de la austeridad, de la mansedumbre y caridad, de la pobreza y de todas las virtudes religiosas y morales que han resplandecido en su vida acrisolada y de apóstol”, concluyó Fray Pablo Reartes.