Heridos sanados que sanan

jueves, 11 de junio de 2015
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11/06/2015 – Jesús dijo a sus apóstoles: Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.” No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento. Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.

Mt 10,7-13

 

 

 

Jesús envía a la misión

Igual que su Madre, el Señor exulta de gozo lleno del Espíritu Santo al contemplar cómo el Padre se revela a los pequeños. Los ojos del Señor y todo su corazón están centrados en los más fragiles y débiles, en sus discípulos a quien envía a la misión. En el ir y venir de Jesús a los hombres y de la gente al Señor. Jesús  les comunica a los apóstoles el espíritu con que deben salir a misionar. Y no sólo les dice cómo deben ir sino cómo deben actuar en medio de la misión y cómo deben regresar. Mañana, día del Sagrado corazón de Jesús se nos irá preparando el alma para la ternura y la misericordia que el Señor nos comunica. El corazón de Cristo se expresa particularmente en dar vida, en purificar, en liberar… Los pobres y los enfermos son los objetos de su amor y de su ternura. Queremos ir con el Señor a esos lugares de misericordia donde nos convoca.

Nos hace bien detenernos a escuchar atentamente qué es lo que nos encomienda el Señor a todos, ya que la misión abarca a todos los discípulos misioneros, cualquiera sea su estado de vida.

En  Lc  10… Jesús comienza diciendo: “Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha” .Comencemos por lo que nos encomienda que hagamos. “Rueguen” al Padre es la primera acción que el Señor encomienda a los discípulos misioneros. Este ruego brota espontáneo al mirar el mundo tal como lo ve Jesús; con una mirada de discípulos misioneros, como dice Aparecida. Es un rogar al Padre para que nos de un corazón misericordioso, capaz de consolar y brindar el calor del amor a los más débiles. 

“Callejeen la fe” dice el Papa Francisco, “no balconeen la vida” lo que supone una invitación a que la calle sea nuestro territorio. Que nuestro peregrinar incansable nos de la oportunidad de tener entre nuestros más bellos tesoros, lo que el Señor nos ha dejado, a los más pobres. Cuando curamos una herida de los heridos, a nosotros también se nos van curando las nuestras.  Jesús mira el mundo como una gran cosecha, lo ve lleno de cosas buenas, de frutos que el Padre ha sembrado y que Él junto con nosotros, tenemos que cosechar. Experimentamos con Él la abundancia de bienes y los pocos que somos los cosechadores. Esta mirada hace elevar nuestro corazón al Dueño de los frutos y rogarle que envíe más cosechadores.

Hay que despojarse y desarmarse para entrar al terreno de los más frágiles y vulnerables. “No lleven provisiones para el camino, no lleven dos túnicas” dice Jesús, que es decir vayan desarmados, sin nada, poniendo la confianza en mí.

Se trata de una mirada positivísima, de una manera de ver al mundo que no es la que estamos acostumbrados. Cuando nos dicen misión y envío lo primero que resuena en nuestra mentalidad es “nos mandan a trabajar porque el mundo anda mal”. Nada de eso. El comienzo de la misión parte de contemplar un derroche de bienes y de belleza que hay que cosechar. ¡Qué no se pierda tanto bien! Ese es el ruego. Que muchos sintamos todo lo bueno y hermoso que podemos hacer juntos con Jesús. El bien está a la mano, hace falta “pescar hombres”, convocar cosecheros, manos que quieran cosechar los frutos.

El final de la misión es el gozo exultante de Jesús en el Espíritu Santo, bendiciendo al Padre que hace cosechar tantos bienes a gente pequeñita. La alegría al regresar de la misión es también sobreabundante, igual que la cosecha. Como vemos, la belleza, el gozo, la alegría, el derroche de bienes, son lo primordial en el Reino de Dios.

Padre Javier Soteras