Iluminar los vínculos tras un aborto o un abuso

miércoles, 5 de enero de 2022
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05/01/2022 – En “Levántate y resplandece”, el padre Matías Jurado, sacerdote porteño, y Carla Gerbino, psicóloga y  referente del programa de sanación Raquel en Gravida, hicieron foco en iluminar la vincularidad de quienes padecen las heridas del aborto y el abuso. “Hoy abordamos cómo impactan estas heridas e incluso la del abandono. También vamos a conocer las secuelas que dejan”, afirmó el padre Matías. “Muchos sufren sin saber qué sufren. Necesitamos Iluminar estas realidades para ver dónde están los nudos que hay que desenredar. Somos un gran telar vincular y social, nos vamos afectando mutuamente. Nadie nace solo. La vincularidad antecede al momento personalísimo y ancestral de la concepción y allí marca sus huellas para el nuevo ser, tan lleno de valores, mandatos, creencias y patrones transgeneracionales que se van reeditando en cada nueva decisión ya sea más consciente o inconsciente”, indicó Carla.

“Hoy hablaremos sobre el síndrome del sobreviviente: conjunto de síntomas que sufren los que sobreviven a traumas de vida o muerte: accidentes, catástrofes, guerras, abusos y distintos tipos de violencia, abortos. Se cree que hay más de 66 millones de abortos, hablamos de niños inocentes, no nacidos, víctimas, pero también los son las madres y padres que de alguna u otra manera, por desesperación, error, presión o desamparos, van reeditando los ciclos de repetición del mal que se va gestando entre víctimas y victimarios. Estos ciclos de violencia que se da entre las heridas de tantos desamparos, distintos tipos de abusos y pérdidas gestacionales necesitan ser iluminados, para poder ver, perdonar y cortar estas cadenas de mal. Si a estas cifras que son mucho más que meras estadísticas, son personas, son familias, le añadimos a la mujer y al varón que pasaron por el aborto, a los padres de cada uno de los progenitores, o sea los abuelos, a los hijos nacidos que tengan, a sus hermanos, los influyentes en la decisión y  profesionales involucrados en el procedimiento, tendríamos que multiplicar por ocho  muy minimamente, el daño colateral del síndrome del sobreviviente”, agregó la profesional, especialista en logoterapia.

“Sabemos que previo a la decisión del aborto hay vidas que han sufrido abusos, distintas heridas en la filiación, y otras situaciones que dejan daños profundos. Estas heridas van dejando tanta ira, tanta confusión, tanto rencor, cómo se hablaba el lunes pasado. Lo que resistes persiste, x eso la necesidad de nombrar lo innombrable, de expresar lo que ha quedado por tantos años silenciado, muteado, sin palabra. “La Palabra se hizo carne”, leíamos ayer. Y hoy, celebramos el dulcísimo y poderosísimo Nombre de Jesús, Nombre sobre todo nombre, El que vino a salvar lo que estaba perdido y a sanar de raíz la humanidad herida. Vemos en estás heridas tan profundas que acompañamos los que estamos en la red de Quiero Sanar como es necesario desentramar los ciclos de violencia. Ante el drama del abuso y del aborto, o de tantos rechazos y desamparos que van dejando tantas heridas en el “ser”, se rompe, se hiere la Barrera protectora contra la agresión que tenemos los seres humanos. Se desatan ciclos de violencia y malas decisiones, la capacidad de elegir bien se distorsiona así como la capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo, lo que me corresponde y lo que no. Vemos alterado, distorsionado el “quien soy”,  inconscientemente la culpa y la vergüenza van bajando la autoestima, denigrando al ser que por voluntad de Dios es HIJO y empieza a vivir como huérfano, herido, se hieren los vínculos y van eligiendo trabajos tóxicos, se desatan enfermedades y tragedias”, dijo Gerbino.

“Con solo leer las primeras páginas de la Biblia ya lo vemos en Adán y Eva. Dan la espalda a Dios y sufren primero la división entre ellos, el varón y la mujer se empiezan a echar Culpas, adviene el orgullo, el enojo, el miedon que deja entrar la desesperación y la división. Aparece en vez del amor y la esperanza la Venganza, y vemos la primera consecuencia trágica en los hijos nacidos de esta primera pareja humana: Caín y Abel. Violencia, desesperación, ciclos de deshumanizacion hasta llegar a la matanza del ser humano y súper próximo, intimo, el propio hermano. El fraticidio de Caín y Abel. Es que el primer lugar, el hogar, los vínculos princeps nos van configurando en quienes somos. Necesitamos la restauración de la memoria; memoria  y esperanza, memoria y salvación son indivisibles del ser, van constituyendo nuestra identidad, quien fuiste, quien sos y quien elegís ser. Necesitamos restaurar el hilo conductor, encontrar el plan de salvación en donde detrás de cada herida puede latir una misión, un sentido, un ser auténtico. Muchos trastornos y hasta enfermedades y disfunciones en la identidad están teñidas por distorsiones cognitivas, fruto de heridas en la filiación, en los primeros vínculos. Si mamá y papá están heridos, la vincularidad, el vínculo con el nuevo ser se ve teñido de dificultades, generando tantas tensiones, distorsiones y trastornos”, sostuvo Carla.

“Venimos hablando de heridas de abusos y de abortos, que pueden dejar daños profundos en varias áreas del ser, pero especialmente en los vínculos más íntimos. La sexualidad, la maternidad, la paternidad se hieren y el nuevo ser se va formando con esta pregunta, que es ser mujer, que es ser varón, que es ser familia, cómo y en quien confiar. En el caso de que los padres hayan abortado a un hermano por ejemplo, que necesito hacer para permanecer deseado, aceptado, amado, porque el no y yo si. Entonces, ¿qué debo hacer para pagar el precio de estar vivo? La confusión en los conceptos fundamentales: paternidad, maternidad, responsabilidad, amor, proteger, confiar, se van confundiendo o hiriendo. Muchos desarrollan enfermedades y disfunciones sexuales, hasta esterilidad o confusión en la identidad sexual tantas veces. Personas que fueron abusadas en la infancia quedan heridas en su cuerpo, en su alma, con tantas secuelas y trastornos. Este cuerpo infantil va dando lugar a un yo herido. El cuerpo llamado a ser templo del espíritu Santo va quedando como lugar de trauma, obesidad, trastornos de alimentación, compulsiones, autolesiones, intentos de suicidio y distintas enfermedades, incluso parejas tóxicas. Iluminar es el primer paso para poder ver, perdonar y sanar el entramado vincular familiar y social. Estamos unidos en un gran telar, cada puntada da lugar a la otra”, agregó.

“Solemos edulcorar y adornar la Navidad, pero no es ni más ni menos que la historia de la humanidad, donde habitan el desprecio, el rechazo, la humanidad herida y tan debilitada que el mismo Cristo quiso asumir para redimir.  Estas fechas tan especiales muestran con luces de neón lo que quizás a diario se intenta esconder bajo la alfombra, precisamente por que es demasiado doloroso, y a veces hasta innombrable, inexpresable. Muchos agradecen escuchar sobre estas realidades, y te dicen: “gracias por poner palabra a algo que tenía enterrado por años; no sabría ni como hablarlo, no encuentro palabras,”etc, etc. Poner palabra al dolor, unir la palabra, el pensamiento y el afecto van sanando el alma y devolviendo la salud al cuerpo, habilitan el empezar a verse con los ojos de Dios, como hijos y ya no huérfanos; este proceso de sanación integral es complejo, y va permitiendo el poder tomar nuevas decisiones saludables, de vida y esperanza. María y José buscan un lugar para dar a luz al Salvador y nos llenan de esperanza. La sagrada familia viene a traer esa Luz que brilla en las tinieblas, y a restaurar la vincularidad de la humanidad. Dios uno y trino, Dios familia que se hace carne en Cristo Jesús, nos renueva con Jesus, Jose y María en las imágenes parentales, que claramente, son fundantes y fundamentales en la imagen de Dios Padre, Hijo, y espíritu Santo. Los vínculos con mamá y papá, los vínculos filiares son prínceps y necesitan ser restaurados ya que son los canales de vida y bendición que el mismo Dios eligió para darnos vida. “Sin la cura de las almas no hay salvación” decía el papa emérito Benedicto XVI. Por eso hablamos de estos temas tan profundamente delicados, íntimos y dolorosos. No hay mal que Cristo no pueda asumir y Él viene precisamente a redimir estos daños profundos para rescatar al hombre y a las familias”, cerró Gerbino.