Interceder: Pedir con fe

lunes, 16 de septiembre de 2019
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16/09/2019 – Lunes de la Vigésimo cuarta semana del Tiempo durante el Año

“Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaúm. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor. Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: «El merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga». Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo –que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes– cuando digo a uno: “Ve”, él va; y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “¡Tienes que hacer esto!”, él lo hace». Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguí, dijo: «Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe». Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano”.

Lucas 7,1-10

Cuando uno reza, una pregunta que surge de la oración que eleva al cielo nuestro clamor es, ¿cómo es que Dios recibe nuestra oración de intercesión? ¿cómo logra su efecto la plegaria de intercesión, cómo actúa sobre Dios y cómo sobre aquel por quien se reza?. Lo más sencillo sería pensar que todo ocurre de manera similar a lo que pasa entre nosotros: buscamos a la persona que está en condiciones de procurar el favor que se desea para el otro; hago una gestión por otro hermano que necesita un favor de alguien y busco vincularme con esa persona que tiene la posibilidad de dar esto que mi hermano está necesitando. Después de hacer esto nos esforzamos por convencerla defendiendo la causa de aquel por el cual tengo que interceder, por aquel al que queremos socorrer. Buscamos la influencia para que se haga y se procure el bien que esa persona está esperando.

Algo semejante contemplamos en el Evangelio, es lo que ocurre con la oración de intercesión, y para eso hay que buscar por un lado y por el otro, y presentarle al Señor la necesidad del hermano y la propia.  Aquel que tiene para darnos todos sus dones que necesitamos, está esperando eso, que vayamos, que toquemos la puerta y está deseoso a salir a nuestro encuentro. Hay que darle tiempo, alma y corazón, porque la súplica a Este que tiene todo lo que nos hace falta y más todavía, está solamente esperando ese encuentro. “Yo estoy a la puerta y llamo” dice la Palabra. Estate atento, porque en confianza y en trato de amistad, quiere encontrarse con vos.

Pedimos insistentemente pero siempre dejándole las manos libres para que su querer y voluntad se manifieste más de lo que uno sueña y espera, desde el amor que abraza y tiernamente cobija lo humano en todo, sobretodo donde el alma se siente herida y clamando por ese amor que sana todo. Es verdad que podemos tener muchas carencias, pero es mucho más cierto que cuando el amor de Dios abraza nuestro interior, aún en medio de las grandes carestías, sentimos que todo lo tenemos y nada nos falta cuando el amor de Dios nos toma el corazón.

 

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