Jesús, desde la cruz nos da su paz

martes, 21 de mayo de 2019
image_pdfimage_print

21/05/2019 –

Catequesis en un minuto

Martes de la V semana de Pascua

Jesús dijo a sus discípulos:
«Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡ No se inquieten ni teman !
Me han oído decir: ‘Me voy y volveré a ustedes’. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí,
pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado.»

San Juan 14,27-31a.

Ser cristiano es compartir la vida de Cristo y con Cristo, creer que él camina a tu lado, que se sienta junto a vos, que comparte tus pensamientos y sentimientos, que, en cualquier momento, le podes hablar y también lo podes escuchar. Ésta es una de las claves para conservar la paz. Por eso, el Señor le dijo a sus discípulos y hoy quiere decirte a vos: “Les dejo la paz, mi paz les doy” (Juan 14,27).

Esta paz de Jesús fluye en el creyente, al vivir en clave cristiana, y en todas las dimensiones de su existencia. Vivir la vida con entrega absoluta, hasta el fin. Porque las cosas a medias generan insatisfacción.

Jesús desde la cruz, aún en medio de los mayores tormentos, mantiene la dignidad propia de quienes conservan la paz en todas las circunstancias de la vida y expresa: “Todo está cumplido” (Juan 19,30).

Jesús, en la cruz evoca todo el abanico de profecías que sobre él se habían hecho. Comprueba que no queda nada por cumplir. En esa circunstancia de tanto dolor, desciende una gran paz sobre el espíritu del Señor. Todo está cumplido, ya puede regresar serenamente a la casa de su Padre para reencontrarse y fundirse con él en un abrazo eterno.

Cada cristiano, antes de partir de esta vida, mirará su vida como si fuera una película, en la que comprenderá que ha habido escenas de alegría, y otras de llanto. Ojalá, en ese momento cada uno de nosotros pueda como Jesús afirmar: “Yo te he glorificado en la tierra, y he llevado a cabo la obra que me encomendaste” (Juan 17,4).

A nadie le gusta sufrir. Tampoco le gustó a Jesús, esto hubiese sido masoquismo. Sin embargo, por amor a cada uno de nosotros, aceptó el sufrimiento y la cruz, conservando la paz, incluso en los momentos más oscuros.

Es cierto que, en el Huerto de los Olivos, experimentó la angustia más profunda exclamó: “Padre mío, si es posible, que se pase de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mt 26, 39). Entonces, vino un ángel del cielo a consolarlo y la paz regresó.

En el calvario, esa sensación de lejanía y aridez que pudo haber experimentado en el Huerto de los Olivos, fue definitivamente superada.

He aquí, el inestimable secreto de cómo conservar la paz en el sufrimiento: abrazar libremente el dolor, no por el dolor mismo, sino por amor, en unión con Jesús. Ofrecerlo por el mundo entero, con el anhelo de ser fiel al camino del amor.

En esos momentos de profundo dolor, en los que vos te encontrás como Jesús en su Getsemaní, clama al Padre del cielo y él, junto a sus ángeles, te consolarán y la paz volverá a tu corazón.

Por lo demás, Dios promete a los hombres y mujeres que trabajen por la paz: “No te sobrevendrá ningún mal ni la enfermedad llegará a tu casa; pues él mandará que sus ángeles te cuiden por dondequiera que vayas. Te levantarán con sus manos para que no tropieces con piedra alguna” (Salmo 91,10-12).

Al haber Jesús cumplido, a fondo, la voluntad del Padre, es fuente de paz infinita que se irradia, desde la cruz hasta el mundo, y que lleva al centurión a exclamar: “Verdaderamente este era Hijo de Dios” (Marcos 15,39).

Si tanto en los momentos de alegría, como en los de aflicción, sos generoso en la entrega al plan de Dios, siendo instrumento de su paz, para tus amigos y para aquellos que se muestran enemigos, entonces, arraigarás en tu interior una paz cada vez más firme. En los momentos en que te parezca que estas por perderla, esta armonía regresará a través de quien menos lo imaginas.

Catequesis Completa