Jesús nos invita a ir hacia adelante

viernes, 6 de abril de 2018
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New Testament 3 Production Still Photography

06/04/2018 – El Señor, hoy en el Evangelio, aparece a orillas del mar de Tiberíades. Con un mensaje de amor, Jesús congrega a los discípulos y los invita a convertirse en pescadores de hombres. El encuentro de los discípulos con Jesús, con el resucitado los pone en sintonía con el primer amor.

 

Catequesis en un minuto

Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “Vamos también nosotros”. Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él.
Jesús les dijo: “Muchachos, ¿tienen algo para comer?”. Ellos respondieron: “No”. El les dijo: “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán”. Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el Señor!”. Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar”. Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: “Vengan a comer”. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres”, porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

San Juan 21,1-14

Jesús resucitado abre nuestros ojos

 

El resucitado aparece como quien desaparece. Es el mismo Jesús, pero no es lo mismo.

La nueva presencia abre los ojos de los discípulos; les hace ver y entender de una manera nueva. Les hace pasar del miedo y de la duda a la confianza. Los discípulos creen que es un fantasma, pero la nueva presencia abre los ojos a una nueva dimensión. El nuevo modo de estar de Jesús ubica la relación del discípulo con el maestro. La muerte ha sido vencida por la fuerza de la vida. Él nos hace ver y entender la vida y su sentido de una nueva manera, por eso es el mismo pero distinto, está como en un estadio diferente.

La presencia del Señor abre los ojos a una mirada nueva: la paz y la alegría son las características que lo identifican.

La novedad de la Pascua va más allá; la verdadera gloria está en acoger con asombro agradecido al mismo Dios, que se hace encuentro pero no como fruto del esfuerzo de nuestra búsqueda, sino como un regalo inmerecido.

Es esta experiencia profunda de Jesucristo, que irrumpe en nuestras vidas, lo que convierte la misión en un compromiso con la vida es la gracia de estar en presencia de la Resurrección. Es un compromiso que no nace de una obligación, sino de una experiencia de encuentro. El Señor nos envía desde el lugar donde nos halló y nos regaló luz, nos sirvió la mesa y nos partió el pan. Es el Señor el que nos resucita y nos invita a ir junto a muchos hermanos y decirles “ánimo! El Señor está cerca”. Que esta Resurrección llegue a cada ambiente en donde estamos sea en la familia, en el trabajo, en los amigos… que Él nos llene de vida nueva.

Catequesis completa