Jesús, presencia que renueva y hace nueva todas las cosas

lunes, 21 de enero de 2019
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Jesús en el diálogo con los fariseos usa símbolos, que nos hablan de novedad. Sobre todo cuando Jesús dice: El vino nuevo debe echarse en odres nuevos. Por lo tanto, a vino nuevo, odres nuevos. Aquí está la novedad del Evangelio. Por lo demás, ¿Qué nos trae el Evangelio? Alegría y novedad.

Cuando Jesús interpela a esta gente, a estos doctores de la Ley, los interpela por no haber custodiado al pueblo con la Ley, por haberlo hecho esclavo de tantas pequeñas leyes, de tantas pequeñas cosas que se debían hacer. Y por haberlo hecho sin la libertad que Él nos trae con la nueva ley, la ley que Él selló con su sangre.

Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?» Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!»

Mc. 2, 18-22