Jesús, el Señor de lo imposible

miércoles, 26 de abril de 2017
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Rezar (37)
26/04/2017 – Encontrarnos con nuestros propios límites, lejos de darnos tristeza puede ser el puntapié para que Dios actúe con poder en nuestras vidas.

No te extrañes de que te haya dicho: “Necesitan nacer de nuevo desde arriba”. El viento sopla donde quiere, y tú oyes su silbido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo le sucede al que ha nacido del Espíritu.”

Nicodemo volvió a preguntarle: “¿Cómo puede ser eso?” Respondió Jesús: “Tú eres maestro en Israel, y ¿no sabes estas cosas?

En verdad te digo que nosotros hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si ustedes no creen cuando les hablo de cosas de la tierra, ¿cómo van a creer si les hablo de cosas del Cielo? Sin embargo, nadie ha subido al Cielo sino sólo el que ha bajado del Cielo, el Hijo del Hombre.

Recuerden la serpiente que Moisés hizo levantar en el desierto: así también tiene que ser levantado el Hijo del Hombre, y entonces todo el que crea en él tendrá vida eterna.

Juan 3, 7 – 15

 

La obra de Dios en la vida del hombre y del mundo va más allá de lo que nosotros podemos entender, por eso la imagen del viento como figura ayuda a hacer presente lo imposible de catalogar según cuestiones humanas.

¿Qué es lo imposible en tu vida? ¿Cambiar de carácter, que tu familia se convierta, recuperarte de tu salud? Sobre esos lugares de lo imposible, del límite humano, queremos pararnos para decirle al Señor: Hasta aquí yo y mis circunstancias, a partir de acá vos y tu acción.

El Señor puede hacer lo imposible pero a veces quiere que esa dolencia o enfermedad se la podamos ofrecer asociándonos a su pascua. Allí el Señor puede hacer mucho con lo poquito que le damos.

Si el Espíritu Santo es el huésped que ha querido quedarse en medio nuestro es bueno dejarnos guiar. Es en el Espíritu Santo donde Dios puede obrar lo imposible, conduciéndonos. El viento nos lleva con su soplo cuando va fuerte, como en la vela de una barca, y el Espíritu también. A la vela hay que timonearla. Cuando sopla el Espíritu, si bien sopla para adelante, es importante que nosotros nos dispongamos y con prudencia también contribuyamos. En el Espíritu nos lanzamos desde dentro pero también ponemos medios y colaboramos. “No se sabe de dónde viene ni a dónde va” le dice Jesús a Nicodemo. Para que Dios obre necesitamos hacer un gran acto de confianza y soltar lo que tenemos en la mano para que Él sea el protagonista.

El Espíritu nos sorprende con su soplo. Dejarnos llevar y guiar por el viento, dejarnos conducir por las mociones interiores que el Espíritu pone en nuestro interior. Dios, a través de las mociones en el alma, es capaz de llevarnos más allá de nuestros límites y de nuestra capacidad humana. Hasta allí nosotros, y de ahí en más Dios. Que el Espíritu sea el gran protagonista de los imposibles de Dios.

¿Cómo actúa el Espíritu Santo?

Lo que nos lleva más allá de nuestro límites es la presencia buena del Espíritu Santo. Cuando Él es el que nos guía siempre es reconocible. ¿Cómo saber que es el Espíritu? La paz, la alegría, el sentirnos confortados en medio de las dificultades, el orden. Cuando encontramos que no hay contradicción entre lo que sentimos y lo que la comunidad nos regala como devolución, cuando hay armonía y sintonía descubrimos que es el Espíritu el que nos está guiando.

Cuando es la comunidad quien le da la acogida al Espíritu, éste obra con poder. Hay una dimensión comunitaria del Espíritu Santo y abrirnos a ellos, nos hace más semejantes a la Trinidad. El gran milagro del Espíritu Santo es que nos hace ser familia aún siendo bien diferentes. La comunidad de los doce apóstoles es un gran ejemplo de ello, en donde hay pescadores, mezclados con celotes (que serían una especie de guerrilleros) y recaudadores de impuestos. Jesús y la vida común los pone bajo el mismo rumbo, aún siendo diferentes.

Padre Javier Soteras