Jesús sorprende yendo más allá de lo esperado

miércoles, 7 de agosto de 2019
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07/08/2019 – Miércoles de la decimoctava semana del tiempo ordinario

Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón.
Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: “¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”.
Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: “Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos”.
Jesús respondió: “Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”.
Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: “¡Señor, socórreme!”.
Jesús le dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros”.
Ella respondió: “¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!”.
Entonces Jesús le dijo: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!”. Y en ese momento su hija quedó curada.

San Mateo 15,21-28.

Jesús parte de Genesaret, que está en la costa del mar de Galilea, a Tiro y Sidón, que están a unos 37 y 35 km. hacia el norte, en la costa del Mar Mediterráneo. Es un largo trayecto, que lo ubica a Jesús mucho más allá de lo que se consideraba su misión, aunque no se nos dice por qué va a estos lugares.

El texto leído narra una de las tres ocasiones en que Jesús sana a personas que no pertenecen al pueblo de Israel. No es muy claro si Jesús efectivamente entró a Tiro y Sidón, o simplemente se quedó a orillas de esta área gentil, este territorio no judío. Marcos (en el texto paralelo) dice que entró a una casa. Pero no especifica por qué Jesús va a esos lugares.

La multitud le había frustrado su búsqueda de unos momentos a solas para orar; pero no parece lógico que busque renovación espiritual en un territorio pagano. Tal vez Dios, el Padre, lo lleva en el espíritu allí, para que nosotros podamos disfrutar la historia de esa extraordinaria mujer cananea que con su fe conmueve y con su humildad sacude las entrañas del Maestro que, en su infinita misericordia sale a su encuentro con la gracia que le pide.

Una mujer cananea clamaba, dice el texto. En griego también podría traducirse por gritar. “¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. La traducción exacta sería (…) cruelmente, malvadamente atormentada por un demonio. La mujer se dirige a Jesús como Señor, y como Hijo de David, palabras que en judío solamente se usan para referirse al Mesías. Y esto es lo primero que sorprende: que en aquel territorio, esta persona, en su necesidad, lo llame a Jesús bajo este título, una expresión mesiánica.

También sorprenden la actitud, que sea mujer, la osadía de expresar su clamor a los gritos, que esté en territorio pagano. Solamente en una ocasión anterior Jesús ha escuchado esta palabra, proveniente de sus discípulos, en el cap. 14, 23. este Evangelio se nos presenta para que nosotros también reaccionemos frente a la presencia de Jesús y que todo aquello que, con cierta voracidad o maldad nos habita por dentro, sacudiéndonos y no dejándonos vivir en paz, podamos clamar por nosotros y por otros para que Dios actúe allí con poder.

Esa mujer cananea se caracteriza por su sencillez, su humildad, su fe. En este Evangelio se muestra que Jesús está mucho más allá de lo previsto.

 

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