Jesús supera nuestro deseo

lunes, 9 de diciembre de 2019
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09/12/2019 – Lunes de la segunda semana de Adviento

“Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presentes algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para curar.
Llegaron entonces unas personas transportando a un paralítico sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para llevarlo ante Jesús.
Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, desde el techo, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús.
Al ver su fe, Jesús le dijo: “Hombre, tus pecados te son perdonados”.
Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: “¿Quién es este que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?”.
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: “¿Qué es lo que están pensando?
¿Qué es más fácil decir: ‘Tus pecados están perdonados’, o ‘Levántate y camina’?.
Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa”.
Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios.
Todos quedaron llenos de asombro y glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: “Hoy hemos visto cosas maravillosas”.

San Lucas 5,17-26.

En el Evangelio que hoy nos presenta San Lucas, Jesús ve la fe de aquellas personas, acoge con amabilidad al paralítico, lo cura de su mal, le perdona sus pecados, sin duda con escándalo de algunos de los que estaban allí, no podían soportar que este hombre pueda hacer caminar a aquél que habían visto tantas veces postrado en su camilla, dependiendo de todos, esperando la calidad y la limosna de todos.  Y Jesús le dio más de lo que él pedía, no solo lo curó de la parálisis, sino que le dio la salud interior, le llevó la salvación a su casa, porque Jesús, lo que ofrece es siempre la liberación integral de la persona.

Estos hombres solamente pedían aquello de que el tullido pueda saltar de alegría, Jesús hace realidad lo que parecía una utopía, lo que parecía, aún con esperanza para muchos, difícil de que llegue.  Pero Jesús supera siempre nuestros deseos, y la gente lo está exclamando, así termina el Evangelio que escuchamos: “Hoy hemos visto cosas admirables”.

Cristo es el que guía la nueva y continuada marcha del pueblo, Él es el que dijo en alguna otra oportunidad:  “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Seguramente cuando escuchamos este relato, de la curación de este hombre que era paralítico, de este hombre que fue llevado por estos cuatro amigos, podemos pensar si alguna vez no nos pasó, si alguna vez no te pasó a vos que pediste alguna gracia al Señor, algún regalo, porque no, claro, tal vez se hizo esperar, no llegó rápido, pero cuando llegó, seguro que superó todo lo que esperabas, seguro que era mas de lo que pedías, porque no solo te dio la salud, el trabajo o unidad en la familia, o aquello que en este momento puedas estar pensando, sino que Dios nunca se deja ganar en generosidad, Dios siempre conoce lo que hay de necesidad en nuestro corazón, es nuestro Padre, y que papá no conoce lo que necesita su hijo.

Que lindo recordar siempre que Dios nunca se deja ganar en generosidad, que Dios nos regala un amor que es más grande que lo que podemos pensar, de lo que podemos imaginar, de lo que a veces los cálculos humanos pueden pensar o pueden estimar.  Que lindo que es hacer memoria y que lindo que es compartir cuando el Señor obra en nosotros, recordando que este compartir de lo que el Señor va obrando, que nos va diciendo y manifestando, lo podemos hacer en todo momento, porque esa alegría del Señor que está, que acompaña y que sobrepasa con su amor es mayor cuando sentimos que no estamos solos, que somos comunidad, que tenemos hermanos y hermanas, amigos y amigas, como los cuatro amigos del paralítico, que llegaron a las puertas de la casa donde estaba Jesús y allí no había lugar para más, no había lugar físico.

Es bueno pensar que tampoco había lugar en el corazón de muchos de los que estaban allí, porque ese a quien traían era un paralítico, al que llevaban, me imagino, que habrán pedido permiso, que habrán querido correr un poco a la gente para entrar.

Estos amigos se las ingeniaron, buscaron la manera de llevarlo a este hombre que necesitaba de Jesús, y ponerlo a los pies de Él.

Es que el amor no tiene límites, no tiene fronteras, y aquello que los movía a estos cuatro hombres no era mas que el amor que sentían por este paralítico al que veían sufrir desde su lecho de dolor, es que Dios ya estaba obrando en el corazón de estos amigos, sin ellos saberlo, sin ellos imaginarlo, ya estaba obrando.

Tal vez podríamos quedarnos en estas dos imágenes, te invito a que lo hagamos así, la de Jesús, que supera todo lo que podemos pensar, y cuando obra regala mas de lo que esperamos, al paralítico lo hizo caminar, pero también, hizo la más grande, lo mas extraordinario:  le perdonó los pecados.  La otra imagen es la de los cuatro amigos que se la ingeniaron para poder acercarse a Jesús con mucha fe.

 

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