La ciudad

miércoles, 17 de noviembre de 2010
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Los antepasados del pueblo de Israel eran pastores nómades. Por eso, para ellos la ciudad tenía un simbolismo ambiguo.

* La ciudad era “sospechosa” para el nómade, representaba un peligro. Allí estaba concentrado el poder, simbolizado en el rey, su corte y el ejército. Esto significaba tributos que pagar y el servicio militar obligatorio en caso de que el rey se encontrara en peligro.
“El Génesis, después de oponer la vida pastoral de Abel a la vida agrícola de Caín (Gn 4,2), atribuye a éste la fundación de la primera ciudad, a la que dio el nombre de su hijo Henoc (juego de palabras con el término, que quiere decir “dedicación”: Gn 4,17). Pero sólo después del corte marcado por el diluvio asistimos a la fundación de las grandes ciudades, alrededor de las cuales se organizan los imperios mesopotámicos (Gn 10,10 ss). Los antepasados de Abraham vivían en su territorio (Gn11,31). Pero en la época de los patriarcas la vida pastoril es esencialmente nómade o seminómade, al margen de las ciudades de Canaán. Durante la estancia en Egipto, las ciudades construidas por los hebreos esclavizados son fortalezas egipcias (Ex 1,11).” (X.L. Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica).

* La ciudad también tiene un simbolismo positivo, como lugar de descanso en el camino, de refugio y protección. Así la ciudad presenta imágenes femeninas, y el cerco de sus murallas se asimila al útero materno, en cuyo interior los habitantes moran en paz.

Isaías 66
6 Una voz retumba desde la ciudad,
 una voz sale del Templo:
 es la voz del Señor que retribuye a sus enemigos.
 7 Antes de las contracciones, ella dio a luz;
 antes de que le llegaran los dolores,
 dio a luz un hijo varón.
 8 ¿Quién oyó jamás algo semejante,
 quién ha visto una cosa igual?
 ¿Se da a luz un país en un solo día?
 ¿Se hace nacer una nación de una sola vez?
 Pero Sión, apenas sintió los dolores,
 ha dado a luz a sus hijos.
 9 ¿Acaso yo abriré la matriz
 y no haré dar a luz?, dice el Señor.
 ¿Acaso la voy a cerrar,
 yo que hago nacer?, dice tu Dios.

 10 ¡Alégrense con Jerusalén
 y regocíjense a causa de ella,
 todos los que la aman!
 ¡Compartan su mismo gozo
 los que estaban de duelo por ella,
 11 para ser amamantados y saciarse
 en sus pechos consoladores,
 para gustar las delicias
 de sus senos gloriosos!
 12 Porque así habla el Señor:
 Yo haré correr hacia ella
 la paz como un río,
 y la riqueza de las naciones
 como un torrente que se desborda.
 Sus niños de pecho serán llevados en brazos
 y acariciados sobre las rodillas.
 13 Como un hombre es consolado por su madre,
 así yo los consolaré a ustedes,
 y ustedes serán consolados en Jerusalén.
 14 Al ver esto, se llenarán de gozo
 y sus huesos florecerán como la hierba. (Is 66,8-14)

Jerusalén, como lugar de peregrinación y reunión del pueblo, recibe con alegría a las multitudes de creyentes en las grandes fiestas. Así se canta en el salmo 122:
 ¡Qué alegría cuando me dijeron
 vamos a la casa del Señor;
ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén!”.

También Jesús, durante toda su vida, participó de las procesiones a Jerusalén para las grandes fiestas (Lc 2, 22; 2,41-50; Jn 11,55-57).
El libro del Apocalipsis finaliza con la visión de la nueva Jerusalén, engalanada como una novia, que se encuentra con Dios (Ap 21,1-2).