La confianza en Dios nos fortalece

jueves, 5 de diciembre de 2019
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Camino de consagración a María (Día 20)

05/12/2019 – Jueves de la primer semana de Adviento

“No son los que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena». Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande».

Mateo 7,21.24-27

Los escenarios varían y son móviles y necesitamos puntos de referencia aunque eso es distinto a controlarlo todo. Cuando así ocurre nos convertimos en señores de todo, cuando es irreal que podamos dominarlo todo. En cambio cuando nuestra mirada está fija en lo esencial, en el Señor y todo lo que viene de Él, aun cuando los escenarios sean cambiantes nosotros permanecemos firmes. Las personas libres que están dispuestas a cambiar sus planes, que son capaces de adaptarse, son personas realmente fuertes. No es razonable querer dominar como si fuéramos los creadores. La vida es impredecible, por eso puede esperar lo inesperado quien tiene puesta la mirada en Dios.

En la vida de los santos ocurre que en los momentos de mayor fragilidad y tribulación, suelen ser los momentos de mayor fecundidad en su ministerio y servicio apostólico. De hecho esa es la experiencia de Jesús. La “hora” de Jesús, su tiempo de mayor plenitud, es la cruz.

Por eso no hay que maldecir los malos momentos, tampoco aferrarse masoquistamente, sino saber cargar y sobrellevar estas situaciones. Así, cuando vivimos en esa dimensión, nada resulta inútil y todo juega a favor de quien sabe que la vida se sostiene en otro plano superior a las transiciones. La vida viene como viene, dice Francisco, y cuando sabemos recibirla nos hace fuertes. Cada experiencia sea agradable o indeseada nos va solidificando en el camino, y vamos construyendo sobre roca.

A veces creemos que ser fuertes es un gran desprendimiento, pero a veces seremos fuertes disfrutando una etapa de consolidación, otras siendo capaces de llorar y gritarle al Padre “¿Por qué me has abandonado?”. Dedicar algunos momentos para estar solos sin hacer nada es algo imprescindible para encontrarme con la propia verdad e intentar descubrir por dónde me quiere conducir y fortalecer el Señor. No es huyendo como nos salvamos. El que carga con su cruz todos los días encuentra el camino, no el que la gana a la vida, sino el que la pierda. La vida nos ofrece oportunidades a cada rato para darle solidez, consistencia y fortaleza a nuestra propia casa.

 

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