La entrega de uno mismo trae una nueva conquista

miércoles, 26 de marzo de 2008
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“La adorable niña de bucles dorado tenia casi cinco años. Mientras esperaba con su madre en el sector de empaques vio un collar de brillantes perlas blancas en un caja de metal rosa.¡Por favor mami!¿podés comprármelas?. Por favor, mami, por favor”.

 

Rápidamente su madre miró el precio y después los ojos suplicantes de su hijita. “Un dólar con noventa y cinco centavos. Pesare en algunas tareas extras para ti y en poco tiempo juntaras el dinero para comprarlas. Falta una semana para tu cumpleaños y por ahí la abuela te regala otro billete de un dólar”.

Ni bien llegó a casa Jenny vació su alcancía y contó el dinero: 17 centavos. Después de la cena, hizo más tareas que las que le correspondían y fue a preguntarle a la vecina si le pagaría 10 centavos por recoger dientes de león. En su cumpleaños, la abuela le regaló efectivamente un dólar y finalmente juntó dinero necesario para comprarse el collar.

Jenny amaba sus perlas. La hacían sentir arreglada y grande. La usaba todo el tiempo, en el jardín de infantes, para ir a mis, aun para dormir. Solo se las sacaba cuando iba a nadar o tomaba un baño de inmersión porque su mamá la había dicho que podía arruinarse.

Jenny tenía un papá muy cariñoso. Todas las noches, cuando ella estaba por dormirse, el dejaba lo que estaba haciendo y subía a leerle un cuento. Una noche cuando termino el cuento, le preguntó a Jenny:”¿Me quieres? Sí papá sabes que te quiero”.”Entonces dame tus perlas”. ¡Ay papá las perlas no! Pero te regalo el caballo blanco de mi colección, que tiene la cola rosa. Es mi preferido”. “Está bien querida, papá te quiere. Buenas noches”. Y le rozo la mejilla con un beso.

Alrededor de una semana más tarde, después de la hora del cuento el papá de Jenny le preguntó de nuevo: “¿Me quieres?”. “Papi, sabes que sí”-“Entonces dame tus perlas”. “¡Ay papá las perlas no! Pero te doy mi muñeca. La que me regalaron para mi cumpleaños. Es lindísima y también te regalo la frazada amarilla que hace juego con su camisón”. “Está bien, que duermas bien. Que Dios te bendiga, mi pequeña. Papá te quiere”. Y, como siempre, le rozó la mejilla con un beso cariñoso.

Pocas noches más tardes, cuando su padre entró, Jenny estaba sentada en su cama con las piernas cruzadas al estilo indio. Al acercarse, advirtió que a la niña le temblaba el mentón y una lágrima silenciosa rodaba por su mejilla. “¿Qué pasa Jenny?”. Ella no contestó pero levantó su pequeña mano. Y cuando la abrió allí estaba su collar de perlas. Con un pequeño estremecimiento, la niña dijo finalmente: “Aquí están, papá. Son para vos”. Con lágrimas en los ojos, el papá tomó el collar barato  con una mano mientras metía la otra en su bolsillo de donde sacó una caja de terciopelo azul con un collar de perlas verdaderas que le regaló a Jenny. Las había tenido todo el tiempo. Estaba esperando que ella le diera las perlas falsas para darle el tesoro verdadero.

 

El papá de Jenny es como nuestro Padre del cielo. Él también espera que abandonemos nuestras chucherías y lo busquemos a Él primero

 

 

Fuente: del libro "La vida es una fiesta", del padre Antonio Cosp