La escucha interior por el camino del discernimiento

martes, 21 de abril de 2009
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Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén.  En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.  Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos.  Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.  El les dijo:  "¿Qué comentaban por el camino?".  Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió:  "¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!".  "¿Qué cosa?", les preguntó.  Ellos respondieron:  "Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron.  Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel.  Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas.  Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado:  ellas fueron de madrugada al sepulcro  y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo.  Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron".  Jesús les dijo: "¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas!. ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?". Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.  Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante.  Pero ellos le insistieron:  "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba".  El entró y se quedó con ellos.  Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.  Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.  Y se decían:  "¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?".  En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron:  "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!".  Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Lucas 24,13-35

El primer punto de nuestro encuentro es una pregunta que brota del verso 17 de éste capítulo 24 del texto de Lucas.¿ de qué discutimos por el camino? La discusión para que distingamos de que se trata la pregunta marca la diferencia. Nos comunica desde las ideas. Nos posiciona en la autoafirmación de nosotros mismos, de defender nuestras razones que nos justifican.

El diálogo que propone Jesús desde su actitud de escucha abre a un vínculo que no es del mundo ideal sino desde el mundo real afectivo desde la cordialidad en lo vincular y pone a las personas en clave decomunión. En el camino de Emaús Jesús prepara desde el diálogo el camino que conduce a los discípulos a la comunión.

Jesús de su pedagogía los hace peregrinar desde el mundo de las ideas al mundo de lo que podríamos llamar el sentir interior. Acaso no ardía nuestro corazón cuando nos hablaba por el camino. Podemos peregrinar nosotros buscando crecer en cordialidad en modo de la primera comunidad y en ésta clave el Señor nos quiere viviendo en éste tiempo. Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común.

Otra traducción dice vivían unidos y tenían un mismo corazón. Hay que pasar de la discusión al diálogo cordial en el peregrinar nuestro pascual que nos abre a una mejor escucha desde un oído creyente maduro.

El camino de la escucha con un oído creyente se recorre desde la obediencia en la fe de la cual María es modelo y pedagoga. Obedecer viene de ob audire. Obedecer en la fe es someterse libremente a la Palabra escuchada porque su verdad está garantizada por Dios, la verdad misma.

La cordialidad vincular, este trato de comunión con el que termina al final el recorrido de Emaús viene de la mano de un oído nuevo en la escucha de la Palabra. Podríamos decir es necesario convertir el oído personal y comunitario para hacernos a la experiencia pascual de cordialidad. A la experiencia de vivir en comunión. Un mismo espíritu pone en comunión a los discípulos después de la dispersión que se ha generado porque el Pastor ha sido herido.

¿Como es tu peregrinar? ¿de que discutís? ¿ de que estás discutiendo en éste tiempo? Y ¿hacia que lugar de cordialidad Dios te va llevando? Hacia que lugar de diálogo, de encuentro, de comunión. ¿ que es lo que hoy como discusión en el mundo de las ideas te marca la diferencia, te genera autoafirmación, te distancia de los demás, te impide el encontrarte y comunicarte y por donde saldría un camino de diálogo que te lleve al compartir en la comunión

Es el oído interior el que nos permite contemplar el semblante de Dios. Algo impedía, dice la Palabra, que ellos podían descubrir que era el Señor el que peregrinaba con ellos, era Cristo el que caminaba con ellos. Era esa imposibilidad de escuchar dentro de su corazón la Palabra que caminaba junto a ellos. De a poco la Palabra se fue pronunciando y ellos fueron despertando su oído a la escucha. Acaso no ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las escrituras.

De esa luminosidad que trae el fuego de la Palabra puesto en el corazón lo que permite contemplar el rostro de Dios vivo que termina por verse concretado al final del andar cuando en la vida fraterna se parte el pan, se comparte, se compartió el camino, se compartió la mesa.

En el compartir la mesa, en el partir el pan termina por develarse aquel misterio que como fuego ha ido calentando el corazón y cociendo el alma, haciéndola una con el peregrinar de los hermanos. Este andar y éste peregrinar fraterno de Jesús escondido bajo el rostro peregrino de Emaús se devela en dos momentos: en el compartir la Palabra El les explicó las Escrituras y todo lo que se refería a El en el Antiguo Testamento comenzando por Moisés y los Profetas en el partir el pan. Cuando partieron el pan se descubrió que era El.

La Palabra la escuchamos de diversas maneras. Es viva y eficaz, corre veloz por todas partes y vincularnos a ella en éste tiempo pascual es abrirnos a toda la experiencia posible de la Palabra mucho más allá de la Escritura. La naturaleza está preñada de la Palabra en lo bello que Dios ha creado.

Los acontecimientos de la historia revelan, significan, manifiestan, son signos de Dios encarnado que ha venido a afectar todo lo natural y la historia de esa presencia de ahí que tengamos que hacer un camino de discernimiento de los signos de los tiempos. En los hermanos donde Dios nos habla también se muestra la Palabra y en la Sagrada Escritura. Estos lugares los elige Dios para expresarse y en nuestro andar cotidiano somos llamados a abrir nuestro corazón y nuestro sentir a la escucha interior de ésta Palabra que hace madurar nuestra contemplación creyente del misterio escondido de Dios que camina junto a nosotros.

Es el oído interior el que se despierta en nosotros para contemplar y visionar la Palabra de Dios que está viva y es eficaz. Hay una manera de sentir honda y profunda que supera la manera superficial de sentir. Es en ese sentir hondo y profundo donde se aprende desde el oído a visionar, donde se aprende desde la escucha a contemplar. Ahí nos quiere conducir el Señor.

De hecho es el camino de Emaús. Es un camino que va desde lo que ellos van conversando, discutiendo por el camino a la interpretación de los acontecimientos ocurridos en Jerusalén con la Pasión, Muerte de Jesús, su Resurrección, lo que lo lleva a los discípulos de la superficie a lo profundo y de lo profundo lanzados a la misión Recuperar nuestro oído interior pasando de la discusión a la cordialidad de la superficie a la interioridad despertando en el oído en la escucha profunda la posibilidad de contemplar el rostro del Dios vivo. Un peregrinar pascual que nos lleva a la conversión pascual

La Palabra de Dios nos revela el rostro del Dios escondido del peregrinar cotidiano pasando del sentir superficial al sentir profundo yendo desde la discusión al diálogo cordial que nos hermana. Es un proceso es un camino que se confirma en signos concretos en los cuales termina por certificarse que aquello que hemos escuchado tiene que ver con lo que Dios nos está queriendo decir.

Ellos lo descubrieron al partir el pan. Todo proceso interior de conversión debe ser como certificado por signos externos que testifican que aquello sentido tiene que ver con la verdad que Dios en lo concreto nos ha querido decir. Ello lo perciben a esto cuando parten el pan. En el signo externo de partir el pan se encuentra una luz nueva no presente o en todo caso desde la cual se ha podido ver toda la luminosidad que estaba en el andar, en el peregrinar donde termina por cerrarse el proceso. El proceso de conversión se cierra siempre en un lugar concreto donde se celebra la fe renovada y termina por proyectarse en la tarea de la misión.

Es lo que hacen los discípulos de Emaús. No solamente ven celebrar su peregrinar, su andar sino que salen como lanzados hacia la misión. Vuelven los 11 kilómetros que han recorrido desde Jerusalén hacia Emaús tal vez corriendo. Ahora ya no, arrastrando la existencia rápidamente para en su vuelta encontrarse con los discípulos y a ellos anunciarles misioneramente que verdaderamente Jesús ha resucitado.

En nuestro proceso también pascual somos llamados a no solamente corrernos de aquellos lugares donde nos enredamos en discusiones estériles para ir sobre un lugar vincular fraterno cordial del corazón sino que al mismo tiempo necesitamos que ese proceso sea certificado en algún lugar con signos que vengan a corroborar externamente que aquello vivido en lo más hondo de nuestro ser tiene que ver con la realidad de lo que Dios ha querido decirnos, quiere decirnos.

Esto nos libera de la fantasía, de la proyectividad. Nos saca del espiritualismo, nos pone sobre lo concreto y nos lanza hacia la misión. De eso se trata el andar de Emaús y el peregrinar nuestro de Pascua. La escucha interior por el camino del discernimiento es a lo que somos invitados. No solamente a escuchar con el corazón para contemplar con el corazón sino al mismo tiempo la escucha desde el corazón en un camino de certificación en el discernimiento.

Todo proceso de discernimiento supone siempre un signo externo que corrobore el sentir interior. Podemos quedar librados solo a nuestro parecer a nuestro sentir. Dios es tan concreto. En lo concreto nos pone de cara a su querer y al aceptar de su querer en el tiempo de la Pascua lo concreto es gozo y siempre más gozo y alegría y adaptarse a ésta modalidad supone un amén tan exigente como el amén que viene de la mano de la crucifixión de nuestra propia historia, de nuestra propia vida.

Decirle que si al Dios de Pascua supone entrar en una dimensión no conocida y por lo tanto igualmente una dimensión que desinstala. Nos pone en el aprendizaje discipular de vivir de cara al gozo como el estado nuevo, permanente que Dios quiere que nos vinculemos a El y a los hermanos.Para eso hacemos un proceso de la escucha interior por el camino del discernimiento

María aquella que como fiel oyente de la Palabra de Dios. Aquella que también como peregrina supo escuchar en lo más hondo de su ser la Palabra hasta hacerse carne en ella misma. Escucha la voz del ángel que le revela su maternidad virginal por obra del Espíritu Santo.

Esto es real o no? Se lo pregunta ¿Cómo puede ser esto? El ángel la confronta con la realidad misma: mira a tu prima Isabel la que es considerada estéril ya se encuentra en el sexto mes, no hay nada imposible para Dios.

Este andar mariano en peregrinar por la fe es el que se corrobora en signos concretos y nosotros también en nuestro peregrinar creyente pascual como los de Emaús necesitamos no solamente encontrarnos con la Palabra viva en la manera que Dios no las quiera revelar hasta hacer arder nuestro corazón para despertar la mirada contemplativa del rostro real del Dios escondido en lo de todos los días sino que a la vez necesitamos corroborar éste sentir profundo con acontecimientos que certifican que las cosas son así y para eso hace falta un testimonio como el de María la que se abre no solamente a la escucha sino también a que Dios certifique lo dicho, mira a tu parienta Isabel.

María se encamina hacia allá y allá no solamente ve lo que ocurre sino que viendo lo que ocurre se pone a servir como hacen los de Emaús: se parte el pan donde se certifica el camino recorrido salen lanzados al servicio de los hermanos para compartir el gozo y la alegría inmensa que tienen en el corazón. Jesús realmente ha resucitado. ¿ donde son los signos de la resurrección donde Dios está vivo? Y donde se concreta tu Pascua, donde se ve que Jesús ha colmado de gozo y alegría tu ser cristiano pascual ¿ donde está esa alegría que habla de ese don maravilloso de triunfo sobre la muerte bajo cualquiera de las formas?