La fiesta de la Pascua era sinónimo de primavera para el pueblo judío

miércoles, 12 de septiembre de 2018
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12/09/2018 – La profesora María Gloria Ladislao destacó que “la primavera es típico de las regiones templadas, donde se equiparan las horas de luz de día con las horas nocturnas Para muchas civilizaciones, la primavera era la fiesta del renacer, cuando la naturaleza invita a contemplar la creación. En la Biblia, el Cantar de los Cantares, por ejemplo, nos exhorta a despertar como la tórtola en primavera y elevarnos a Dios”.

Además, indicó que “en el calendario judío, marzo y abril son los meses de la primavera del hemisferio norte y corresponde al mes de Abib o Nisán. Hay que tener en cuenta que el calendario religioso judío es un calendario lunar, donde un ciclo completo es de 28 días. El primer día del mes es cuando vemos asomar el primer bordecito blanco de la luna. Es así que el día 14 de cada mes lunar comienza en la noche de la luna llena. En ese momento de cada mes hay diversas fiestas religiosas judías. Entre ellas está la fiesta de la Pascua, que equivale a la primera luna llena después del equinoccio de primavera en el hemisferio norte. Y para quienes vivimos en la época de la luz eléctrica y en grandes ciudades es probable que la luna llena no signifique mucho. Pero en el desierto, o en el campo, o en cualquier lugar donde la naturaleza se manifiesta con grandiosidad y no hay luz artificial, la noche de luna llena es distinta a cualquier otra. Es una noche con claridad suficiente como para poder hacer algunas cosas, por ejemplo: asar un cordero, comerlo en familia, organizar un viaje o salir. Eso fue lo que Dios encargó a Moisés hacer en Egipto, en la noche del 14 de nisán, la noche de la primera luna llena de la primavera. Y que fuera en primavera también tiene sentido porque no son ya las crudas noches del invierno; el buen clima y la luminosidad de la noche invitan a salir. Así fue la noche de la primera Pascua”.

Asimismo, Ladislao agregó que “el Cantar de los Cantares es un poema que celebra el amor de una pareja joven. Ha recibido diversas interpretaciones, tanto en el judaísmo como en el cristianismo. Orígenes comenta que el poema refleja el amor entre Cristo y la iglesia, o entre Cristo y el alma. Y dice:´En realidad, yo creo que, de la misma manera que quienes reciben la muerte de Cristo y mortifican sus miembros acá en la tierra se hacen partícipes de una muerte semejante a la suya, así también éstos que reciben la fuerza del Espíritu Santo y que son por él santificados y colmados de sus dones, como quiera que él apareció en forma de paloma, también ellos se vuelven palomas, para volar de los lugares terrenales y corpóreos a los celestiales, en alas del Espíritu Santo`. Y también expresa Orígenes quue si hay un tiempo oportuno para que esto sea posible, se hace de esta manera: ´Porque, mira, el invierno ha pasado; la lluvia cesó y se fue. Efectivamente, el alma no se junta y une al Verbo de Dios si antes no se alejan de ella todo invierno de perturbaciones y toda borrasca de vicios, para no andar ya más fluctuando a la deriva ni ser juguete de todo viento de doctrina. Por eso, cuando todos estos obstáculos se hayan alejado del alma, y hayan huido de ella las tormentas de los deseos, entonces comenzarán a brotar en ella las flores de las virtudes; entonces llegará para ella el tiempo de la poda y, si algo hubiera de superfluo y menos útil en sus sentidos o en sus facultades espirituales, lo cortará y se atendrá a las perlas de la inteligencia espiritual. Entonces también oirá la voz de la tórtola, es decir, la voz de aquella sabiduría más profunda de Dios, oculta en el misterio. Esto es realmente lo que indica la mención de la tórtola. Efectivamente, esta ave pasa su vida en parajes bastante ocultos y apartados de la muchedumbre, y ama la soledad de los montes y el retiro de los bosques, lejos siempre de la multitud y siempre ajena a las turbas`”.