La Gracia del Espíritu Santo

jueves, 21 de junio de 2007
image_pdfimage_print
Cuando ustedes recen no sean charlatanes como los paganos, que piensan que por mucho hablar serán escuchados. No los imiten, pues el Padre de ustedes sabe lo que necesitan antes de que se los pidan.

Ustedes oren así; ¡Padre nuestro que estás en el cielo!, santificado sea tu Nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy el pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación yY líbranos del mal.

Pues si perdonan a los demás las ofensas, su Padre del cielo los perdonará a ustedes, pero si no perdonan a los demás, tampoco los perdonará a ustedes.

Mateo 6, 7 – 15

Una de las cosas que más me conmueve al contemplar el Evangelio, es a Jesús cuando ora. Verlo al Señor en oración. Y realmente uno se da cuenta con la experiencia de la oración, que la oración es vida. Realmente lo es. Y la oración es proyecto también. Es fortaleza.

Fíjese usted que cuando uno no ora, se enoja fácilmente, te pasa la vida por encima, te pones loco, nervioso, egoísta, no podés aceptar al prójimo, no podés tener agradecimientos, no podés valorar las cosas buenas de los otros. Aun teniendo la oración nos cuesta eso. Sin oración, peor.

Y con la oración nos pasa como le pasaba a aquel gran pianista. Que decía: “cuando no practico un día, me doy cuenta yo, cuando no practico más días, se dan cuenta los que saben. Y cuando pasa un buen tiempo sin que practique, todo el mundo se da cuenta”.

Por eso Jesús oraba. No sólo vivía en la presencia de Dios. Y el cristiano debe hacer los pasos de su vida en la presencia de Dios. Y vivir en la presencia de Dios quiere decir vivir tendido hacia… en tensión en búsqueda, hacia el proyecto que Dios tiene concretamente para mi persona.

Porque Dios tiene un proyecto, que con mucho cariño ha reflexionado, ha amado y va realizando, en la medida en que se lo voy permitiendo. El tiene ese proyecto para cada uno, y creo que tenemos que ir descubriendo ese proyecto. Eso es lo que nos pasa cuando oramos.

A veces nosotros desgraciadamente, hemos hecho un hábito de la oración, pero un hábito de costumbre simplemente o de rezar, porque si no rezo me falta algo. No pasa por ahí la cosa.

La oración es el estado normal del enamorado en el mundo de la Fe, que la fe es una experiencia de amor, de relación, de diálogo, de comunicación, de vínculo, de dependencia. La oración necesita ser nutrida por todas las potencialidades de las vivencias del ser humano. Todo lo de uno es motivo para la oración.

Tanto el dolor como el gozo, debe despertar la gratitud. Tanto la admiración que debe despertar la alabanza. La necesidad ajena que debe despertar la mediación. El amor fraterno, intercesión. La cruz que debe despertar esa conciencia de que mi fe va creciendo y que acepto negarme y acepto los despojos.

Sin oración no se puede vivir esta experiencia. Ser cristiano es posible por la gracia de la oración. Ciertamente. Si hay algo que tiene como propio el orar, es encontrarse con Dios. Con su corazón. Con sus ojos. Hacemos estas imágenes para encarnar esta relación con Dios. Porque Dios también se hizo carne para que sea encarnada la relación suya con nosotros.

El encuentro con Dios es la oración, especialmente la oración es el encuentro con Dios. El cristiano siempre va con Dios porque Dios va donde va la persona. Lo sostiene, lo mantiene en la existencia.

Pero ¿Qué es orar?. Es Amar. Corresponder a Dios. Es devolverle a Dios la riqueza de su presencia. Un acto de conciencia. Es dejar actuar al Espíritu que nos pone en tensión, en búsqueda hacia los deseo, los designios de Dios. Es decir hacia la voluntad de Dios.

¿Para qué?, oramos para vivir, lo que descubrimos. En la oración se descubre, se siente el amor de Dios. Él se muestra se manifiesta y después en la vida, ese Espíritu que nos llevó a orar, también nos pulsa para obrar conforme a los caprichos de Dios, a los deseos de Dios.

Por eso el cristiano nunca está solo. Toda su vida es una disposición para la acción del Espíritu.

Yo estoy trabajando, estoy haciendo mi trabajo, mi tarea manual, mi servicio, estoy atendiendo unas cosas en mi casa, estoy pulsando un instrumento, estoy cantando, estoy estudiando. Todo ese actuar de la persona, es también un actuar del Espíritu Santo. Eso quiere decir también que nosotros somos morada de Dios. Somos templos del Espíritu.

Por eso digo, me emociona mucho contemplar en el evangelio a Jesús en oración. ¿Cómo habrá sido la oración del Señor, que los discípulos lo miraban y le dijeron, Señor enséñanos a orar. Se sintieron tan conmovidos, fíjense ustedes, que lo vieron, y ese fue el ámbito, esa admiración que despertó en ellos el modo de orar de Jesús. Y as ahí que Jesús nos deja el testimonio de cómo tenemos que orar. La oración que leímos en la Palabra. Nos enseña el Padre nuestro. Y que nos enseña. Primero que tenemos que orar. Hasta Dios necesita orar.

Al comenzar esta semana y lo vamos recordando cada día, planteamos nuestra fe en clave de comunicación. Hoy llegamos a la más plena de las comunicaciones.

¿Cómo está mi oración? ¿Cómo está mi diálogo con mi Dios, con mi Padre? Están presente en mi vida los ojos de Dios? He decidido estar, conversar con Él? Que lindo que pueda hacerlo el día de hoy un rato. Que pueda agarrar tal vez una Biblia vieja que tengo por ahí tirada, en algún rincón, y que deje de vivir solo. Como si todo pasara por mis manos y todo dependiera de mi. Sin mirada, sin visión de la realidad, esclavizado y sometido a las angustias del presente.

La oración me dará esa distancia y esa cercanía simultáneamente. Esa distancia para no ser dependiente de la circunstancia. Para tener señorío. Y esa cercanía para amar aquello que Dios me pide y entregar, mi servir. Ese milagro no lo produce mi esfuerzo. Sino mi disponibilidad. En mi disponibilidad obra el Espíritu Santo. Cuando oramos Dios pulsa su proyecto de vida, en la realidad de nuestras vidas.

No hagamos tanta alharaca, tanto ruido, tanto espamento. Orar es una cosa, en la cual entramos en lo serio de la vida. Nada que ver con la tristeza. Lo serio.

Es decir, la felicidad si no está fundada en la seriedad, no existe. Es una ilusión, algo fugaz. 

La felicidad que tiene que ver con la experiencia de la Paz interior, es algo que se aborda cuando uno aborda con seriedad la relación consigo mismo y con Dios. De esta manera es posible el ejercicio de la caridad también después con el prójimo.

Pero no quiero irme por ahí solamente a entender que el Señor, está siempre dispuesto, siempre nos escucha, y siempre nos pulsa, nos anima y si hay algo que Dios desea es darnos el Espíritu Santo.

Lo que más desea Jesús, es darnos el Espíritu Santo. La misión del Espíritu Santo consiste en hacer posible la vida de la Santidad. O sea que yo viva mi vida desde la experiencia de la compasión, que sea capaz de perdonar, que piense bien, que de alegría, que tenga paz interior, que trabaje por la unidad, que acepte, que reconozca, que agradezca, que esté feliz de la vida, que sea laborioso, y que lo haga y tenga generosidad. Ese es el lenguaje del Espíritu Santo.

Esa es la expresión humana que implica que el Espíritu Santo está pulsando a una persona. Cuando es sensible, cuando está abierto.

La persona puede ser temperamental, puede ser suavecita, de perfil bajo, puede ser muy de aspecto prepotente. Y todos esos son los aspectos de la persona. Si el Espíritu Santo está, ÉL se manifiesta. De todas las formas que sean las personas, ninguna de ellas es obstáculo para el Espíritu. El único obstáculo para Él siempre va a ser el Pecado. Es decir que yo no quiera interesarme por lo que Dios quiere de mí.

La vocación del hombre es encontrar a Dios. Y la vocación se concreta en la experiencia del bautizado, en esta dependencia de Dios. En esta decisión de hacer en mi vida, lo que Dios ha pensado para mi. Y volvemos a empezar día a día esta manera de seguir voluntad de servir a Dios.

Y en esto hay que ser realista. Siempre tendremos que convertirnos.

“Yo no, hace años que oro, y ya se hacerlo…” Si, aprendiste a orar, pero la oración siempre es un misterio. Siempre es algo de Dios, no es algo tuyo. A ver entendámonos. Muchas veces creemos que soy yo el que oro. ¡No!

La palabra de Dios no miente. “Cuando tú te dispones a orar, es el Espíritu el que pulsa tu interior para que haya oración. No puede haber comunicación con Dios si no pulsa el Espíritu. No es un gemido del hombre solo. Es un gemido de la encarnación de Dios en el corazón del hombre, que necesita de Dios, que clama por Dios, y que no tiene la capacidad de ir a Dios si Dios no lo pulsa.

Estamos animados por el Espíritu de Dios, por eso decimos que lo que más desea Jesús, es poder comunicarnos el Espíritu Santo, el mismo lo va a decir en un lugar a los apóstoles, “Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan al Espíritu Santo y lo tendrán. Porque mi Padre no me niega nada”.

Y realmente creo que esto tenemos que descubrirlo.

¿Qué es lo que necesito yo como cristiano hoy? Ah, de todo, plata salud, tiempo, tranquilidad, una casa mejor, posibilidad de vacaciones, buenos amigos, reestablecer las relaciones con los demás… Necesito de todo.

¿No será que necesitas del Espíritu Santo en vez de todo eso?

Es más simple.

¿Y cómo se consigue ésto? Pidiéndolo. ¿Y cómo se pide? Eso es orar. Mirando a Dios a los ojos y diciendo Padre no puedo. Dame la gracia del Espíritu. ¿Te das cuenta?

Padre, dame la gracia del Espíritu.