La misericordia de Jesús que va siempre más allá

miércoles, 8 de agosto de 2018
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08/08/2018 – En el Evangelio de hoy vemos como Jesús parte de Genesaret, que está en la costa del mar de Galilea, a Tiro y Sidón. Jesús realiza un largo trayecto, que lo ubica a Jesús mucho más allá de lo que se consideraba su misión. El texto narra una de las tres ocasiones en que Jesús sana a personas que no pertenecen al pueblo de Israel:

 

Catequesis en un minuto

 

Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: “¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: “Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos”. Jesús respondió: “Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: “¡Señor, socórreme!”. Jesús le dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros”. Ella respondió: “¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!”. Entonces Jesús le dijo: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!”. Y en ese momento su hija quedó curada.

San Mateo 15,21-28

Llama la atención cómo Jesús se familiariza con los extraños y con lo extraño. Señor ten misericordia de mí es el clamor de esta mujer, porque está desesperada dado que su hija está poseída por un espíritu malo, agresivo, que la ha tomado y no la deja. A lo largo de los Evangelios, vemos que Jesús responde de inmediato a clamores semejantes al de la mujer. Sin embargo, a ella no le responde así: el silencio inicial es sorprendente, la mujer no recibe respuesta. Es más, los discípulos están como molestos, ofendidos por los gritos de la mujer.

Jesús le contesta a sus discípulos, no a la mujer: “Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Hasta ese momento, Él debe dar a los israelitas todas las oportunidades, pero esta mujer cananea está rompiendo su corazón y abriendo sus horizontes. Por algo el Espíritu lo condujo a Jesús más allá de las fronteras. En la Encarnación, Jesús tomó sobre sí mismo las tensiones humanas con las que todos nosotros luchamos. Ahora debe escoger entre hacer un bien mientras le da la espalda a otro. Éste es el problema del ser humano: no podemos tenerlo todo, somos limitados. Jesús ha asumido esta condición.

Jesús habla con un lenguaje comprensivo, su lenguaje es mucho en gestos menos en palabras y si uno lee los evangelios en su prosa vemos el 80% un relato sobre lo que Jesús hizo que lo que dijo. el hacer de Jesús es un decir claro, conciso. Muestra su autoridad, está apoyado su discurso en la convicción demostrada en gestos que traen la Buena Noticia.

Que nuestras actitudes muestren a Jesús, más que en las palabras, en nuestros modos de ser y estar.

Catequesis completa