La misionalidad en Teresita del Niño Jesús

martes, 1 de octubre de 2019
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Camino al Sínodo de la Amazonia

01/10/2019 – Memoria Teresita del Niño Jesús

“Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?». Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo”.

Lucas 9,51-56

Teresita de Lisieux vivía en el silencio, en el claustro y aun así la reconocemos como peregrina y andariega a nuestra amiga! El claustro era su verdadero lugar de misión. Esta es la clave desde donde Teresita nos invita a repensar la misión vivida en radicalidad.

En realidad la misionalidad no tiene que ver tanto con cuánto hacemos sino desde dónde y cómo lo hacemos. Lo importante es desde dónde y cómo estamos en orden a la voluntad de Dios, más que determinar cuánto logramos o hasta donde llegamos con lo que hacemos.

Von Balthasar define la santidad: “El santo es el que se identifica con la misión”. Por su parte el Padre Ángel Rossi, citando a Von Balthasar, indica: La santidad no es nuestra, la santidad está en la misión”

En lo que Dios te manda, a eso a lo que Dios te compromete, ahí el Señor te hace santo y te comparte su misión.

Somos santos en la medida en que adherimos a la misionalidad de Dios que ha salido a recorrer las calles, las esquinas, las plazas, los lugares más dolorosos y los más llenos de gozo del entorno de nuestra vida para que, con su mensaje y nosotros como instrumentos en manos de él, lleguemos tan lejos como el corazón del hermano se siente lejos de la vida, lejos de la esperanza, lejos del sentido.

¿Y en qué consiste ese proyecto de santidad? Teresita nos muestra el camino que hay que recorrer para ser santos. No consiste en grandes cosas, sino en recorrer un caminito de fidelidad a lo de Dios nos invita a vivir en lo cotidiano. Es aquí donde Teresita nos pone en contacto con la radicalidad de la misión que es saber estar donde Dios quiere que estemos con Él para hacer presente su rostro en el mundo.

La misionalidad en los gestos cotidianos

La intención de Teresita en su misionalidad tiene un único objetivo: hacer amar a Dios.

Haber entendido que la santidad no es para sí mismo como un lugar cómodo donde uno se auto complace, es un paso importante y Teresita rápidamente pudo darlo.

No le importó cuánto tenía que despojarse de sí misma para que el amor sea amado, parafraseando a San Francisco de Asís.

La santidad no es para nosotros mismos y Teresita lo entendió. Lo dice inspirada en aquel texto de la 1º Carta a los Corintios, en el capítulo 13: “La caridad, el amor, no busca el propio interés” .

La misión es entrega de sí mismo

“Nunca en mi vida me he guardado nada en las manos, no va a ser en el momento de la muerte que me guarde algo para mí”, decía Teresita. “La misión que cada uno recibe, se cifra esencialmente allí en donde la vida se hace entrega”.

La misión es entrega, entrega de sí mismo en Dios y según como Dios nos quiera que estemos delante de Él y de los demás. Teresita descubre esto en el corazón mismo de su misionalidad: ser el amor y vivir en el amor. Sí, de eso se trata. Cuando uno ama, y en el amor va toda su vida, encuentra toda la razón por la cuál vivir. No hay otro modo de encontrar motivo por el cuál vivir sino es una vez más eligiendo y optando por amar.

Catequesis Completa