Las dos preguntas esenciales de Francisco, en el Día del Papa

miércoles, 29 de junio de 2022
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29/06/2022 – En el marco de la celebración de la solemnidad de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, el papa Francisco, en su día, invitó a los creyentes a vivir “una fe sin formalismos, una iglesia libre y humilde”.

Tomó el pensamiento del padre Henry de Lubac quien cuestionaba esa pereza e inercia que hace que la fe caiga “en el formalismo y en la costumbre, en una religión de ceremonias y devociones, de ornamentos, de “cristianismo clerical, formalista, apagado y endurecido”.

Por eso reiteró el Papa la necesidad de la Iglesia de caminar juntos hacia y con Jesús, y acompañarnos para no caer en estos formalismos. En otras palabras, hacer del Sínodo o del camino sinodal, el impulso para una Iglesia que se levanta.

“El Sínodo que estamos celebrando -dijo el Santo Padre- nos llama a convertirnos en una Iglesia que se levanta, que no se encierra en sí misma, sino que es capaz de mirar más allá, de salir de sus propias prisiones al encuentro del mundo”.

Habló de “una Iglesia sin cadenas y sin muros, en la que todos puedan sentirse acogidos y acompañados, en la que se cultive el arte de la escucha, del diálogo, de la participación, bajo la única autoridad del Espíritu Santo”.

“Una Iglesia libre y humilde, que ‘se levanta rápido’, que no posterga, que no acumula retrasos ante los desafíos del ahora, que no se detiene en los recintos sagrados, sino que se deja animar por la pasión del anuncio del Evangelio y el deseo de llegar a todos y de acoger a todos”.

Un “todos” que para el Papa, como repitió varias veces, significa que “trae a todos, ciegos, sordos, cojos, enfermos y pecadores”, porque “hay lugar para todos en la Iglesia”. Una Iglesia de “puertas abiertas” que no sea para “desechar a la gente, para condenar a la gente”.

Y como uno de los arzobispos metropolitanos le comentó ayer al Pontífice: “Para la Iglesia no es el tiempo de las despedidas, es el tiempo de la acogida”.

Hablando de Pablo, quien describía su vida como “un buen combate” por las “innumerables situaciones, a veces marcadas por la persecución y el sufrimiento, en las que no escatimó esfuerzos para anunciar del Evangelio de Jesús”, el Santo Padre advirtió que muchos no están dispuestos a acoger a Jesús y prefieren “ir tras sus propios intereses y otros maestros”.

Recordó entonces que San Pablo, en su batalla, pide a la comunidad y a cada uno que continúe su labor con la vigilancia, el anuncio, la enseñanza.

Y planteó dos preguntas, que reflejan o resumen lo que Francisco ha querido hacer en su Pontificado. Preguntas que se debe plantear él mismo, cada mañana: La primera es, ¿qué puedo hacer por la Iglesia?
Y la segunda: “¿Qué podemos hacer juntos, como Iglesia, para que el mundo en el que vivimos sea más humano, más justo, más solidario, más abierto a Dios y a la fraternidad entre los hombres?

¿Qué puedo hacer por la Iglesia?
Y el Papa respondió: “No quejarnos de la Iglesia, sino comprometernos con la Iglesia. Participar con pasión y humildad. Con pasión, porque no debemos permanecer como espectadores pasivos; con humildad, porque participar en la comunidad nunca debe significar ocupar el centro del escenario, sentirnos mejores que los demás e impedir que se acerquen. Iglesia sinodal significa que todos participan, ninguno en el lugar de los otros o por encima de los demás”.

El “buen combate” del que habla Pablo -para Francisco- es una batalla “porque el anuncio del Evangelio no es neutro, no deja las cosas como están, no acepta el compromiso con la lógica del mundo, sino que, por el contrario, enciende el fuego del Reino de Dios allá donde, en cambio, reinan los mecanismos humanos del poder, del mal, de la violencia, de la corrupción, de la injusticia y de la marginación”.

Y a la segunda pregunta: “¿Qué podemos hacer juntos, como Iglesia, para que el mundo en el que vivimos sea más humano, más justo, más solidario, más abierto a Dios y a la fraternidad entre los hombres?
Respondió: “Es evidente que no debemos encerrarnos en nuestros círculos eclesiales y quedarnos atrapados en ciertas discusiones estériles, sino ayudarnos a ser levadura en la masa del mundo”.

Agregó que “Juntos podemos y debemos establecer gestos de cuidado por la vida humana, por la protección de la creación, por la dignidad del trabajo, por los problemas de las familias, por la situación de los ancianos y de los abandonados, rechazados y despreciados. En definitiva, ser una Iglesia que promueve la cultura del cuidado, la compasión por los débiles y la lucha contra toda forma de degradación, incluida la de nuestras ciudades y de los lugares que frecuentamos, para que la alegría del Evangelio brille en la vida de cada uno: este es nuestro “buen combate”.

Me parece que en estas respuestas podemos buscar y encontrar las huellas del camino o del rumbo que Francisco le ha querido dar a su Pontificado. ¿Será así? Se lo vamos a preguntar a Elisabetta Piqué, periodista, corresponsal del diario La Nación en Roma, quien conoció bien al arzobispo Bergoglio y que conoce bien al Papa Francisco, al punto de que cuando estuvo en Ucrania, cubriendo la guerra, el Papa la llamaba para tener información real y precisa.

En esta nota también escucharemos la intervención del Padre Javier Soteras director de Radio María