Lo que cuesta vale

martes, 12 de junio de 2007
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Él, entonces, levantó los ojos hacia sus discípulos y les dijo:

“Felices ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios.

Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados.

Felices ustedes, los que lloran, porque reirán.

Felices ustedes, si los hombres los odian, los expulsan, los insultan y los consideran unos delincuentes a causa del Hijo del Hombre.

Alégrense en ese momento y llénense de gozo, porque les espera una recompensa grande en el cielo.

Recuerden que de esa manera trataron también a los profetas en tiempos de sus padres”.

Lucas 6, 20 – 26

Una de las carnes de pescado mas ricas que podemos saborear es la carne del salmón, cuando este bicho crece, en el río, su característica principal es que nada contra la corriente y una parte importante del proceso de esa carne rica surge de esa lucha permanente de ir contra corriente, que el salmón va haciendo para liberar toda la grasa, toda la toxina y ofrecernos una carne depurada y que se siente al paladar realmente exquisita.

Esto es solo un signo de lo que pasa en la vida nuestra, cuando contra corriente, en medio de dificultades, superando obstáculos, asumiendo la vida cada jornada como desafío y afrontando los momentos mas duros con empeño, con entusiasmo y con esperanza sostenida, cuando llegamos al final del camino la historia tiene un sabor muy particular.

“Valió la pena”, es la expresión que nos brota del corazón después de haber hecho el esfuerzo por alcanzar lo que buscábamos con tanto empeño, valía la pena.

De algún modo es lo que Jesús dice en el Evangelio:  “No se echen de menos ustedes los pobres, ni los echemos de menos nosotros”, no te eches de menos cuando te veas en situaciones complicadas, perseguido por el nombre de Jesús, ni tampoco te fatigues a tal punto por el trabajo de la paz y de la justicia, que bajes los brazos antes de tiempo, porque en algún momento en esta vida y en la eterna, en forma plena llega la recompensa.

Las bienaventuranzas y el vale la pena el esfuerzo hecho, cuando lo que se busca está en términos noblemente ubicados, como objetivo, llegan de la mano de Dios que nos sostiene en medio de las dificultades y nos permite afrontarlo todo aun cuando sea contra corriente, realmente lo que cuesta vale.

Te invito a que esa expresión, que en mas de una oportunidad has escuchado y has vivenciado, y que se ha encarnado en tu historia, suene como la bienaventuranza de tu propio camino, la bienaventuranza que Jesús escribió tan simplemente, como cuando rendiste un examen, cuando afrontaste una dificultad de trabajo, cuando preparaste una reunión familiar, cuando hiciste un largo viaje, cuando asumiste un proceso de sanidad terapéutico donde te costó mucho encontrarte con vos mismo, y después de dar algunos pasos te diste cuenta de que valía la pena ponerse de cara al espejo y asumir lo que sos, para empezar a ser de una manera distinta, hay cosas en la vida que producen mucho dolor pero cuando uno las afronta y las asume se da cuenta de que el esfuerzo tiene su premio, lo que cuesta vale.

Cuanto nos han dejado de ejemplo los que construyeron este pedazo de patria, este pedazo de cielo anticipado que es nuestra nación, y llegaron desde otros lugares para empezar a hacer que las próximas generaciones amen esta tierra como propia, se dice que uno de los lugares mas difíciles de entender de la cultura nacional, es justamente el poco arraigo que hay en el ser nacional, porque todos constituimos un crisol de culturas.

Sin embargo, creo que una parte importante del desarrollo y del crecimiento de nación depende de eso, y de que quienes vinieron aquí nos mostraron que, a pesar de haber dejado su tierra y de amarla profundamente, como ama uno el lugar en donde nace, se hicieron a nuestra cultura y lucharon y trabajaron para abrir surcos que nos permitan a nosotros disfrutar de este lugar como propio, como nuestro, como el lugar que nos pertenece.

Mas que una dificultad, es una gran posibilidad, sobre todo cuando uno se encuentra con historias de hermanos a los que no les resultó fácil hacer la América, como tal vez soñaron cuando venían para aquí, que tuvieron que luchar y trabajar para conseguir lo que consiguieron con tanto empeño, trabajo, lucha y decisión.

Hagamos luz la bienaventuranza de tu propia vida, donde vos podes decir que fuiste muy feliz en medio de circunstancias muy complicadas, cuando las afrontaste con decisión y con determinación, cuando pusiste manos a la obra, cuando no le esquivaste al bulto, verdaderamente lo que cuesta vale.

Jesús dice “Felices lo que sufren”, y no es el morbo lo que moviliza a Jesús, sino que es ese sabor agridulce que tiene la vida cuando la sabemos afrontar con decisión y con determinación, sin dejarnos encorvar el alma, como dice Martín Descalzo, “cuando yo canto el entusiasmo de vivir no estoy diciendo que la vida sea fácil, simple y dulce, el dolor, la muerte, la injusticia y la opresión están ahí, y harían falta muchas cegueras para no verlas, lo que digo es que hay que tomar con las dos manos el dolor y la alegría, y enfrentarse a la muerte con la misma pasión con la que nos enfrentamos a la vida”.

El dolor es humano, adormecerse frente al desafío no lo es, el apichonarse, el doblar el alma, el no poner el despliegue interior para enfrentar los desafíos no nos hace lo que estamos verdaderamente llamados a ser.

La cruz humaniza, la cruz vivida con entereza, con esperanza sostenida, con la confianza en la resurrección a corto, a mediano y a largo plazo, va galvanizando el corazón, lo va templando y lo va haciendo capaz de que en él resuenen las mejores canciones y la mejor música, la mejor acústica que tenemos para que dentro nuestro aparezcan los mejores sonidos y cantos a la vida.

Esto tiene que ver con cuanto de templado está nuestro corazón, para que así sea necesita pasar por la prueba, no hay posibilidad de vivir alejado de ella, y quien no la afronta encontrándose con su propia verdad, con su límite y con las posibilidades que están escondidas detrás de ese mismo límite, que hoy te dice por ahora es hasta acá, difícilmente entienda de que se trata el vivir en plenitud humanamente.

Que yo reconozca mi límite, que yo me haga cargo de mi defecto, que yo abrace con decisión y con determinación mi propia limitación no quiere decir que allí tenga que permanecer, sino que, en el hecho de que pueda asumirla y vivir con veracidad mi propia historia, tengo que hacer pie en ese lugar para dar pasos hacia delante.

Solo quien pasa por este lugar de tribulación, de prueba, de lucha, de trabajo, de esfuerzo, de entrega y de sacrificio, puede entender de que se trata esto de que cuando uno percibe que las cosas cuestan le da el valor que tienen.

Cuando los logros nos suponen sacrificio y entrega, uno aprende a querer aquello mismo que en principio le produce rechazo, porque ¿a qué estudiante le gusta sentarse frente a los libros cuando hay otras posibilidades, otras ofertas de salidas, de encuentros, de reuniones, de otro tipo de lectura que no sea esta a la que hoy se tiene que enfrentar?.

Solo cuando uno se mete y le gana al tiempo, a la modorra, vence la tentación que le gana por un lado y por otro empieza a amar y a querer eso propio que está delante suyo y que en un principio le había generado rechazo.

Cuántas veces nos encontramos con que aquella casa donde fuimos, donde pudimos llegar no nos resultaba lo mejor, ¿porqué?, porque no era lo que soñamos, era lo que pudimos, fue lo que conseguimos, y sin embargo cuando comenzamos a arreglar la casa, cuando la pintamos, cuando le pusimos las plantas, cuando la habitamos, cuando la abrazamos con cariño y comenzó a ser el lugar donde se hizo eco la risa, el llanto, el esfuerzo, el trabajo, el descanso, la recreación, los sueños, cuando esas paredes comenzaron a albergar toda la historia y toda la vida de la familia, aquel lugar se nos hizo entrañable, querido, amable, porque lo que cuesta vale y se aprende a valorar.     

Descalzo dice que parece que en otro tiempo el tabú hubiera sido lo sexual y lo erótico, como que era mala palabra y pecado, ahora dice Descalzo, pareciera ser que el tabú es el dolor, el sacrificio, la entrega, la renuncia, tal vez porque el placer haya venido a reemplazar la felicidad.

Se identifica el placer con ser feliz, y la verdad es que el placer y el dolor no se dan la mano, pero el dolor y la felicidad sí, el Evangelio dice: “Felices los que lloran, felices los que luchan por la paz, felices los que trabajan por la justicia, felices los perseguidos”, porque para nosotros la gran verdad es la Pascua de Jesús que afrontando el dolor, la muerte y el sacrificio, vence al final y nos regala el don de la resurrección, ese que habita en medio de nosotros.

La Pascua de Jesús es la cotidiana, por eso te invitamos a reconocerla, porque muchas veces, casi cotidianamente, tenés la posibilidad de decir que el esfuerzo y la entrega tienen un sentido y vale la pena, porque al final nos espera el gozo que deviene de haber ganado el pan con el sudor de la frente, lo que cuesta vale.

Lo de todos los días nos demuestra que el Evangelio verdaderamente se hace carne, aún cuando por allí no lo identificamos como vida en el Evangelio, la idea es que redescubramos el sentido evangélico que tiene nuestra vida en las cosas simples, donde se hace bienaventuranza todo lo que nos cuesta y se transforma después en una sonrisa, porque llegamos al final del camino diciendo:  realmente era difícil, pero llegamos a buen puerto.