Los duelos sin elaborar no son una buena inversión para la vida

martes, 25 de agosto de 2020
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25/08/2020- Seguimos conociendo la dinámica interna del duelo junto al padre Mateo Bautista, sacerdote camilo. Además, nos acompañó una de las protagonistas del libro “Duelos para la esperanza”:

“Estrené mi título de viuda el 7 de abril de 2016, a las 15 horas. Sólo bastaron cuatro palabras escalofriantes y gélidas: “Hicimos todo lo posible”. Ellas dinamitaron mi alma. Había muerto mi esposo Sandro, de un infarto masivo, a los 53 años”, así comienza su relato María Fernanda, hoy coordinadora de un Grupo Resurrección de la localidad de Quilmes.

Primeros tiempos

“A continuación, siguieron dos largos meses sombríos, con noches interminables, a los que yo llamo “meses de penumbras”. Este tiempo no lo transité sola, siempre estaba en compañía de mi hija, de unos pocos familiares, los que me quedaron aquí en la tierra, y de muchos amigos. El sufrimiento es un hondo vacío muy lleno de vacíos; me golpeó fuerte en mi cuerpo; comencé a sentir dolores físicos, acompañados de noches eternas de insomnio y problemas en la piel. Sentía en todo mi cuerpo el dolor del sufrimiento.”

La oración fue mi combustible cotidiano

“Con palabras sencillas, pero impregnadas de amor y de fe, me dirigía a Dios Padre implorándole que me ayudara a encontrar el camino, ya que había perdido mi brújula, mi GPS, mi gran amor de treinta años de matrimonio. Casi a diario me sentaba a orar en el último banco de la capillita interna de la Catedral de Quilmes, dirigiéndome en forma firme e insistente a Dios nuestro Señor rogando que por favor me mostrara el camino. Dos meses más tarde y en esa Catedral conocí el grupo de mutua ayuda “Resurrección”.

Ayudar y ayudarse

“Actualmente soy coordinadora de un grupo de mutua ayuda en duelo “Resurrección”, ayudando a todos sus integrantes a que afronten el dolor de la muerte con una mirada esperanzadora y centrada en la resurrección de Cristo. También participo en la Red Sanar de la Pastoral de la Salud que tanto me ayuda a equilibrar mi sanador herido y a cicatrizar sanamente todas mis heridas. Los duelos sin elaborar, y menos los duelos acumulados, no son una buena inversión para la vida. Los duelos por muertes y pérdidas nos invitan y desafían cotidianamente a reconstruir y resignificar nuestra persona para continuar viviendo felices el proyecto de vida que Dios nos ha confiado, hasta ese día en que lo veamos a Él cara a cara, en la dicha sin fin, y en el que nos volvamos a reencontrar con toda nuestra “bandita del cielo” en la fiesta del amor eterno.”

Para escuchar el testimonio completo de María Fernanda, hacé click en la barra de audio debajo del título.