La Virgen del Valle, el ritmo de la esperanza que no defrauda

jueves, 30 de agosto de 2018
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30/08/2018 Desde el ciclo “Raíces del pueblo” nos encontramos con la fuerza de la devoción popular y de la piedad del pueblo catamarqueño en torno a su patrona, Nuestra Señora del Valle de Catamarca.

Antes de la fundación de la Ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca, la imagen de la Virgen Morena ya atraía a los habitantes indios de la región; dos veces al año, en abril y el 8 de diciembre, se realizan las fiestas y procesiones de la Virgen del Valle con la presencia de miles de fieles.

“Uno desde que nace, ya nace en el ambiente y el clima de la Virgen del Valle, aquí la fuerza del peregrino es el signo más característico; uno recibe delegaciones que vienen de todo el país. Tenemos la advocación antigua de todo el país, en estas procesiones, los hijos de esta tierra buscan salud, trabajo, vivienda”, expresó Lucrecia Mola Vera Licenciada en Historia y oriunda de esta tierra mariana.

“Todos los días es motivo de renovar la confianza en ella, ella da muestra de cercanía, calidez, de cómo responde ella como madre intercediendo por ellos, los peregrinos dan cuenta de cuanto sienten, cercanía, filiación de unja madre poderosa que intercede”, relató el Padre Pepe Díaz, Rector del Santurio de Nuestra Señora del Valle.

El  pueblo de Catamarca tiene rasgos que la definen en su devoción y en la manera en que la cultura se ve atravesada por esta experiencia de piedad popular: “La Virgen tiene rasgos morenos, muy similar a los de la de la Virgen de Guadalupe;  yo creo que por esta línea de acercamiento y aproximación  a nuestro pueblo latinoaméricano va el mensaje. Uno entiende aquí en el valle y sumado en la misma fecha la manifestación de 1630 de la Virgen de Luján , también en Itatí en Corrientes; 3 advocaciones fuertes y el indicio de una época fuerte y fundante, no sólo de una ciudad sino de un caminar de la historia de una pueblo que de a poco se acercó a Jesús”, manifestó el sacerdote.

A lo que agregó para finalizar y a modo de complemento de  una experiencia de fe que se hace signos concretos en la identidad popular: “su rostro moreno, su piedad en sus manos juntas, su acogida por eso las manos de la Virgen entreabiertas; un pueblo solidario capaz de acercarse a las necesidades del otro, un pueblo que refleja la presencia de María en la mujer, quien tienen una protagonismo en nuestra cultura y en todos los pueblos latinoamericanos. Una imagen de María que no habla, parte de una cultura que es silenciosa en su piedad, el silencio acompaña el caminar, tiene un ritmo propio; que refleja el ritmo de la esperanza que junto con María camina a la meta”.