María, en el canto del Magníficat, nos anticipa la Navidad

jueves, 22 de diciembre de 2022
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22/12/2022 –  La llegada de Jesús genera gozo y en María eso se expresa en un canto de alabanza. La salvación de Dios se expresa en el canto del Magníficat. No es una mera promesa sino un programa presente lleno de realismo.

 

 

“María dijo entonces: “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las/ generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre”. María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa”.

San Lucas 1,46-56

 

La llegada de Jesús genera gozo, y en María esto se expresa de una manera particular: “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora”, dice ella.

La salvación de Dios que se expresa en este canto del Magníficat no consiste en una interpretación espiritualista, alienante, desencarnada, ni una mera promesa de tiempo futuro ilusorio. Supone un programa presente, lleno de realismo, liberación de todas las esclavitudes intramundanas provenientes ideologías y de praxis de vida, en los sistemas sociales, políticos y económicos donde la obra de Dios se hace presente progresiva y paulatinamente, poniendo un nuevo orden. Según los profetas y el mensaje de Jesús, los nombres que definen al Dios Bíblico son: Santidad, Justicia y Misericordia. Este último término, en el sentido original, significa “corazón sensible a la miseria humana”. El Dios Misericordioso que canta María, pone en marcha y activa en el presente un proceso inexorable que va a desbaratar el orden viejo y viene a invertir, como lo hizo Cristo en las Bienaventuranzas, el centro de gravedad de los valores humanos y sociales. Jesús ha venido a traer un nuevo orden que pone las cosas en su lugar. María canta anticipada y proféticamente esta realidad nueva que se presenta en el Hijo que lleva en su vientre.

María dice que la misericordia de Dios llega a sus fieles, que hace proezas con su brazo, que dispersa a los soberbios de corazón, que derriba del trono a los poderosos, pone en lo alto a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide con las manos vacías. El nuevo orden del Reinado de Dios no se compagina con ninguna situación de opresión e indignidad humana.

 

¿Por que celebramos?

 

El canto testimonial de María, inserta al Dios hecho Hombre entre los humildes, destinatarios preferidos de la salvación del Mesías, presencia del Reino que inaugura Jesús. Cristo resucitado es el rostro vivo del Dios de la liberación, del gozo y de la alegría de María. Su canto lleno de esperanza, es un canto de un orden nuevo. Este canto brota de lo profundo, movido por el Espíritu. Toda la escena que rodea el acontecimiento de la Visitación está marcado por el signo de la alegría y encuentra su expresión en el canto: “El niño saltó de alegría en mi seno”, “Feliz de ti por haber creído”, “Mi alma canta la grandeza del Señor”. Y esto no es porque todo esté acomodado en su lugar, sino porque María lo anuncia y lo establece con la certeza que le da la fe en el plan y en el proyecto de Dios, que se ha expresado en el Hijo que lleva. Se puede cantar, entonces, y se puede celebrar en medio del dolor, de la situación de opresión, de profunda tristeza por el desorden que puede haber en nuestra vida. A veces, en las fiestas, es como si necesitáramos pedirnos permiso para celebrar. María nos enseña el camino. Ella canta, y no porque tenga todo definido y acomodado. Canta la Grandeza del Señor, y su espíritu se alegra en Dios, el Salvador.

¿Cuáles son los motivos para celebrar la Navidad? ¿Que pone nuestro corazón “en fiesta?” Ninguna razón podrá parecerse a ésta que María lleva en su interior. La certeza de la presencia nueva de su Hijo. Un montón de acontecimientos internos y externos, oscuros e incomprensibles comienzan a rodear la escena de su vida, a partir que Dios le abre el camino y al mismo tiempo le complica la existencia. María, en medio de esto… canta.

El color de la Navidad es la alegría. El apóstol Pablo, que identifica el camino del Cristiano como un constante nuevo nacimiento, en Filipenses 4,4 dice: “Alégrense siempre en el Señor, vuelvo a insistir alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida por todos. El Señor está cerca. No se angustien por nada y en cualquier circunstancia recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de Gracias para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios que supera todo lo que podemos pensar tomará bajo sus cuidados los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús, Alégrense en el Señor, una ves mas vuelvo a decirles, Alégrense”.

 

Al mal tiempo buena cara

 

En íntima consonancia con el texto del Magníficat, Pablo nos regala esta invitación del levantar la mirada y ponerle al mal tiempo buena cara.

¿Cómo celebrar la Navidad en medio de circunstancias que a veces no son las mejores para festejar y reunirnos? Si los motivos para festejar no están puestos en Jesús, difícilmente, podremos tener grandes motivaciones para celebrar, por que siempre habrá algo que está desacomodado que necesita ser reconstruido, siempre hay un “pero” girando alrededor que nos hace reconocer que somos criaturas, creadas por Dios, frágiles y débiles hombres y mujeres de carne y hueso, imperfectos. Este es el motivo de la Navidad en esta pobre, oscura condición nuestra, en donde andamos, así como estamos, viene el Señor, y María nos invita entonces a cantar con ella la grandeza de este Dios que se ha querido fijar en nosotros. Si hay algo que no está bien, situaciones difíciles, momentos oscuros, rupturas, problemas de salud, de trabajo o de familia en donde nuestra verdadera debilidad humana queda de manifiesto, entonces están dadas las verdaderas condiciones. Estas son las condiciones para que sea Navidad y quien no encuentra este panorama en torno suyo y quien no percibe esta realidad cruda que la vida está marcando, quien no vive esta situación de realismo, difícilmente pueda disponerse a celebrar la Navidad.

Navidad ocurrió en medio de la incertidumbre que generaba el hecho de que María tenía en su vientre al mismo redentor del mundo y no tenía donde ponerlo para que nazca. Navidad ocurrió mientras solo unos pocos pastores, los reyes, María y José estaban en presencia de un acontecimiento que cambiaría la historia. Acontecimiento dado en medio de una situación política y social sumamente difícil: persecución, exilio, situaciones sombrías y ocultas. Allí Dios se hizo presente. Eligió hacerse camino de esperanza. ¿Cómo no celebrar entonces nosotros la Navidad y cantar con María la grandeza del Señor en nuestros panoramas semejantes, llenos de incertidumbres, oscuridades, complicados? En medio de esto hay que hacerle un lugar al Dios que viene. La alegría de Dios no es otra cosa que la consecuencia de su amor. Hoy, Dios ha decidió mezclarse en medio de nuestra miseria y Él está contento.

 

Entremos agachados, con gozo y en silencio

 

Hoy el Señor me invita a entrar ya en la Navidad con María y su gozo, su alegría. Pongamos de la mejor manera nuestro corazón. Al misterio de la Navidad, los niños entran de pie y los grandes tenemos que agacharnos. Porque es increíble que ante signos tan pobres y tan sencillos se esté jugando el misterio de la salvación de la humanidad. El universo se siente trastocado por la gracia de un Dios que eligió el camino del hombre para manifestarse y hacerle saber de su amor. Este Dios que en el Antiguo Testamente aparecía como “el innombrable” tiene un nombre y se llama Jesús. Ha elegido tener una madre y se llama María, y eligió tener por padre adoptivo a José. Nace en un lugar muy simple, en un pesebre y, siendo la Palabra, no dice mucho. Llega en el silencio y este silencio de Belén en la noche, es el que Dios eligió para pronunciar la Palabra. Silencio que va a acompañar a Jesús durante treinta años. Treinta años de silencio profundo. ¡Cuánto necesitamos nosotros como cuerpo de Cristo, como comunidad, de este silencio! Solamente es desde el silencio donde se pueden decir ciertas palabras. Además en el silencio aprendemos a leer los signos. María nos enseña la alegría, pero también nos enseña el silencio: Hágase en mí lo que has dicho después de preguntar en silencio. A la Navidad debemos entrar agachados para acompañar a los niños que entran de pie, con una actitud gozosa y silenciosa. Somos invitados a este gesto: alegría y silencio.

Dice Anselm Grün que la reverencia combina el temor con el honor. El temor entendido como una admiración frente a lo sencillo que se esconde allí donde parece increíble que tanto amor y tanta bondad se nos pueda regalar cuando no nos sentimos merecedores de eso, Por eso la reverencia es fruto de un amor que nos vence interiormente, que nos puede. No es un gesto formal, es como un caer de rodillas porque el amor ha vencido desde adentro. Esta experiencia interior El Señor la regala en el corazón si nos disponemos a escucharlo y a recibirlo. Esta de ser vencidos por su amor. Ser vencidos por su amor es acallar las preguntas y los sentimientos, dejar de lado las resistencias y dejarnos convencer por este lenguaje con el que Dios se acerca a los hombres. El lenguaje del amor. Esto es dejarse vencer por Dios. El lenguaje del amor de Dios nos puede llegar de distintas maneras.

La reverencia es un gesto que brota del interior donde uno se siente reposando en Dios, Esto es lo que hacen los pastores, esto es lo que hacen los magos que vienen de oriente, así está María y así está José frente a este chiquito que ha nacido, que está envuelto en pañales, que no dice nada, pero que comunica el amor de Dios. La reverencia, que es una mezcla de temor y honor, es presencia de amor que vence. No es miedo. La reverencia brota de un amor que nos hace temblar por dentro y que hace que se nos sacudan las estructuras en las cuales nosotros hemos encontrado seguridad, para empezar a encontrar seguridad en un nuevo lugar. Es una nueva manifestación de amor dentro de nosotros, es un amor escondido, el de Dios que puso su morada entre nosotros, puso su vida en medio nuestro y se quedó en el corazón de cada uno de nosotros.

 

Parados ante la propia herida y la de mi hermano

 

Carl Joung dice que cada uno de nosotros tiene una herida interior. Esta herida interior es un pesebre que se abre al misterio del amor de Dios metido en lo profundo de nuestro interior. Este es el gesto de reverencia que debemos tener. Es de nosotros para aquello que está escondido dentro de nosotros, pero también es de nosotros para aquello que está escondido en el corazón de mi hermano, en la vida de mi hermano. En este sentido yo soy un regalo de Dios para mi hermano y mi hermano es un regalo de Dios para mí.

En Ex 3,1 Moisés se descalza ante la zarza que arde y no se consume. Este es el gesto o actitud de reverencia a que nos invita la Navidad. Descalzate. Estás en presencia de Dios, Abrazado por el misterio. Moisés está dispuesto a despojarse de todo porque todo se le ofrece en ese lugar tan sorprendente, al cual Él se acercó por curiosidad y terminó por ser descubierto en su misión, la que Dios tenía para él. Dios está escondido en los lugares que menos sospechamos. ¿Qué estará diciendo Dios para tu vida? Y ¿Qué le estará diciendo a la vida de tu hermano. Para entenderlo hay que arrimarse con actitud reverente, es decir con capacidad de admiración sobre lo que está escondido, no como quien va a cureosear, sino como quien va a dejarse sorprender. Para eso hay que descalzarse y dejarse tomar por el amor de Dios. Aquí el Señor nos invita a descubrir nuestra Navidad concreta, en un lugar nuevo de nuestro corazón. Todos podemos celebrar la Navidad. A veces es como si un cierto romanticismo envolviera el misterio de la Navidad y el pesebre. Pero no tiene nada de romántico la Navidad, es bien austero lo que allí ocurre. Tu vida y mi vida no tienen, muchas veces nada de romántico. Llegamos a la Navidad como podemos llegar. Yo te pido que te saques del corazón eso que te dice por dentro “Mirá como llegamos a la Navidad. ” “¿Como vamos a celebrar estas fiestas con todo lo que nos pasa? Claro. Si queremos entrar a la Navidad como venimos, se nos va a pasar, pero si entramos desde la alegría que nos comunica María, la sencillez del misterio que se le revela y la grandeza que esto supone, el silencio con el que ella nos invita a recibir lo nuevo que la pone en actitud reverente frente al amor que la vence en su interior, entonces si, podemos descubrir que aún en los lugares mas complicados se da la Navidad como en aquella gruta.