María, mujer humilde y agradecida

miércoles, 22 de junio de 2022
image_pdfimage_print

22/06/2022 – El padre Juan Ignacio Liébana, desde Campo Gallo y cerca del Santuario de Huachana en Santiago del Estero, continuó con el ciclo sobre las virtudes marianas y la presentó como la mujer humilde y agradecida que es. “María reconoce con sencillez su pequeñez y humildad. No reniega de su ser creatural, sino que lo agradece y lo bendice. Ella fija la mirada en Dios, reconoce que todo es don y gracia, y se sabe bendecida y agraciada, por eso agradece. Sólo aquel que se reconoce amado gratuitamente, es capaz de ser agradecido y de dar con gratuidad, sin interés, sin cálculo, sin mezquindades. María entona el canto de los pobres, de los que sólo cuentan con Dios, de aquellos que esperan todo de Dios, de los que se saben totalmente dependientes de su mano providente. La Virgen canta porque se siente bendecida, feliz, mirada con amor por el buen Padre Dios”, sostuvo el sacerdote porteño. “Ella es humilde, reconoce que viene del humus, por eso no se toma tan en serio a sí misma, quita la mirada de sí misma, para ponerla toda en Dios y bendecirlo y dar testimonio de su infinita misericordia. No se siente ni más ni menos de lo que es, anda en la verdad. Está reconciliada con su ser creatural, dependiente, sostenida por el amor eterno del Padre. Por ello, alaba, bendice, adora, agradece, canta, proclama. Ella agradece porque sabe que todo lo que es y tiene es don de Dios y no mérito personal. Sabe que nuestros esfuerzos, méritos y logros son sólo respuesta de amor hacia quien nos amó primero”, aseveró Juani.

Esto afirma el papa Francisco sobre el tema: “Es imposible hablar de gratitud y ánimo sin contemplar a María. Ella, mujer de corazón traspasado, nos enseña la alabanza capaz de abrir la mirada al futuro y devolver la esperanza al presente. Toda su vida quedó condensada en su canto de alabanza que también somos invitados a entonar como promesa de plenitud. Cada vez que voy a un santuario mariano, me gusta ganar tiempo mirando y dejándome mirar por la Madre, pidiendo la confianza del niño, del pobre y del sencillo que sabe que ahí está su Madre y es capaz de mendigar un lugar en su regazo. Y en ese estar mirándola, escuchar una vez más como el indio Juan Diego: “¿Qué hay hijo mío el más pequeño?, ¿qué entristece tu corazón? ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre?”. Mirar a María es volver a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño”.

Y continúa diciendo el Santo Padre: “En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Si alguna vez, la mirada comienza a endurecerse, o sentimos que la fuerza seductora de la apatía o la desolación quiere arraigar y apoderarse del corazón; si el gusto por sentirnos parte viva e integrante del Pueblo de Dios comienza a incomodar y nos percibimos empujados hacia una actitud elitista no tengamos miedo de contemplar a María y entonar su canto de alabanza. Si alguna vez nos sentimos tentados de aislarnos y encerrarnos en nosotros mismos y en nuestros proyectos protegiéndonos de los caminos siempre polvorientos de la historia, o si el lamento, la queja, la crítica o la ironía se adueñan de nuestro accionar sin ganas de luchar, de esperar y de amar miremos a María para que limpie nuestra mirada de toda pelusa que puede estar impidiéndonos ser atentos y despiertos para contemplar y celebrar a Cristo que vive en medio de su pueblo”.