María nos enseña a ser catequistas

martes, 21 de agosto de 2007
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Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en alta vos: ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!.

Lucas 1, 39 – 45

María es la primera catequista, la anunciadora del misterio, con su actitud catequística sale después de haber escuchado la Palabra y de haberla recibido en su corazón y este haberse hecho carne en su seno va camino hacia un proceso para proclamarla, para anunciarla, la anuncia con su presencia, solo su presencia se transforma en un gesto catequístico, solo su presencia es la que despierta en Isabel la captación del anuncio que surge de quien lleva dentro María, Jesús, el que lleva hecho carne en su vientre, que se ha engendrado por obra del Espíritu Santo, produce esto en quien es catequizada, en Isabel que recibe el anuncio de María con su presencia, el gozo y la alegría de quien lleva en lo mas hondo de su ser, el niño que está también en su vientre, en su sexto mes salta de alegría y entonces las dos celebran.

Así es el proceso catequístico, supone una escucha de la Palabra en el contexto en que esta resuena, en este caso en la maternidad de estas dos primas y en relación a ese contexto la Palabra viene a iluminar, viene a mostrar camino y después de ser recibida y escuchada, es celebrada, la Palabra recibida es proclamada, la Palabra proclamada en el contexto donde viene a iluminar termina por ser celebrada, “Mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha mirado la humildad de su servidora.”

María catequista viene al encuentro de nuestros catequistas para llenar sus corazones del don maravilloso de ser catequistas, queremos invitarte a renovar ese don descubriendo cómo el Señor te ha llamado personalmente junto a María, a anunciar la Palabra, cómo esta vocación es gracia como en ella y don del Espíritu Santo, cómo vos que sos catequista te transformas en una profecía, en un profeta en la Iglesia, como la Madre que proclama y anuncia en el contexto del nacimiento de estos niños el misterio de Dios que lleva dentro suyo, la vocación catequística, el llamado personal a anunciar la Palabra, la presencia del Espíritu y el don profético que se encierra en este ministerio.

Vos que llegaste a esa situación de hoy estar prestando el ministerio, tal vez el mas bello que hay dentro de la comunidad eclesial, es este de ser catequista al servicio de la Palabra, es posible que no lo sepas o no te puedas dar cuenta tan rápidamente de cómo es que te encontrás prestando este servicio, como le pasó a ella, como a María que fue sorprendida por esta presencia del Espíritu que tomó su corazón y de repente se vio embarazada de Dios, llena de la Palabra para ser anunciada, tan llena y desbordante que rápidamente se pone en camino para anunciarle a Isabel el misterio que a ella la tiene embargada en el corazón.

¿Cuáles han sido las circunstancias que te llevaron a vos a asumir este lugar dentro de la comunidad cristiana?, tal vez haya sido una situación imprevista, un encuentro ocasional de los que ha brotado esta opción de poner en manos a la obra catequética, cómo fueron las cosas, una invitación, un toma de conciencia de tu condición de creyente a fondo, una propuesta, un testimonio, un deseo de comprometerte con la comunidad cristiana.

Tal vez ni vos sepas cómo es que llegaste a este lugar, todo esto visto de un modo superficial puede parecer que haya sucedido así como por casualidad, pero en realidad, nada a los ojos de Dios ocurre por casualidad, sobre todo cuando Él elige a sus colaboradores inmediatos como lo sos vos querido catequista.

Jesús pasa una noche en oración antes de llamar a sus discípulos, subió al monte a hacer oración, en otra ocasión les afirma: “No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes” ha sido el Señor de una u otra forma que ha ido entretejiendo esa sabia trama de circunstancias que en momentos diversos te hacía saber que te llamaba, que escondido detrás de la petición de tu párroco, de la falta de catequistas en la comunidad, apareció alguien, como fue que surgió la vocación del profeta cuando se preguntó y ahora, se pregunta Dios, a quién enviará y él casi como levantando la mano dijo envíame a mí Señor, yo iré.

Tal vez así haya sido tu lugar dentro de la comunidad eclesial en tu parroquia, se produjo un vacío, una ausencia de esta profecía tan necesaria como es la catequesis y de repente vos te viste impulsado a no dejar ese espacio y te animaste porque de algún modo Dios te estaba invitando a dar el paso adelante levantando la mano y decir yo voy en tu nombre.

Tal vez no te hayas percatado pero en ese mismo impulso interior tuyo estaba presente Él como lo estuvo en María cuando rápidamente salió al encuentro de su prima Isabel para proclamarle la Buena Noticia que tenía ahora en lo mas hondo de su ser, has elegido la propuesta de Jesús y ahora sos catequista.

Que no sea la tuya de esas elecciones resignadas a una invitación que te llega tal vez creada desde el vacío, que no sea la tuya un compromiso que surge de así fue, lo elegí, ahora tengo que seguir adelante, sino que sea un profundizar, María, la Madre de Dios, tu Madre, viene a mostrarte el modo de entenderte en esta vocación que su hijo Jesús te ha regalado.

Ella es la primera catequista, para serlo te muestra el camino, para renovarte te muestra el camino de la escucha de Palabra, el camino de la reflexión desde la escucha de la Palabra desde los acontecimientos que rodean esa escucha de la Palabra, el anuncio de la Palabra, la celebración del misterio que se ilumina.

María te muestra que para ser catequista como ella hace falta actitud de escucha, actitud de discernimiento, dejarse llevar por ella y celebrar lo que la vida te ofrece como lugar para ser celebrado, que sea una fiesta, como en el corazón de María, esta vocación tuya, que es un ministerio y tal vez uno de los mas importantes dentro de la comunidad de la Iglesia.

Tal vez una de las dificultades mas grandes que tenemos para comprender la vocación a la que hemos sido llamados sea el querer descubrirla a través de datos o hechos demasiado extraordinarios.

Imaginemos cómo fue aquel llamado catequístico que recibió María cuando queda embarazada de Dios y tiene que salir casi como impulsada por el mismo Espíritu que hizo que se engendrara Jesús dentro suyo a proclamar la Buena Noticia, la podríamos imaginar haciendo las cosas de la casa, sí en espíritu de oración y de comunión en el Espíritu Santo, pero en la simple cosa de todos los días y a partir de allí esta experiencia de gracia en lo cotidiano que le muestra la novedad con la que Dios ha venido a visitarla y a visitarnos.

Dios se ha hecho hombre en ella, por desgracia nuestra mayor limitación es la de no acertar a ver las cosas extraordinarias por la sencilla razón de que se nos presentan de un modo familiar.

¿No será eso lo que le pasa a tu vocación catequística? Que a la hora de pensarla como vocación te imaginas o esperas descubrirla a través de un hecho extraordinario sin terminar de darte cuenta que lo extraordinario se ha mostrado en lo simple y en lo sencillo, hay que tener una mirada de fe que nos permita descubrir a Dios actuando en medio de nosotros, por lo demás el modo como Jesús mismo llega a los apóstoles a los discípulos no tiene nada de excepcional.

Fijate como los invita a Juan y a Andrés a seguirlo mientras estos van de camino “Vengan, vean…” que simple, lo llama a Mateo mientras esta sentado haciendo las cuentas de la mesa de su trabajo “Sígueme”, a Pedro mientras esta con las redes pescando “No temas ahora yo te voy a hacer pescador de hombres”, a Zaqueo le dice “Baja pronto” porque esta subido arriba de un árbol.

Las situaciones cotidianas son donde se ha ido gestando tu vocación catequística, hoy lo que hacemos es ponerla a la luz. Cómo es tu vocación de catequesis, a través de qué testimonio, de qué hecho es que fue surgiendo esta gracia simple como fue la de Andrés, de Pedro, de Mateo, en la que vos te encontraste prestándole a Dios un servicio extraordinario, el de ser catequista, pero de una manera tan simple que casi ha pasado desapercibido, sin embargo para Dios desde siempre, desde el seno materno habías sido formado para ser su profeta en medio del pueblo.

¿Cómo descubriste que Dios te estaba llamando?, o ¿cómo ahora a la luz de lo que estamos compartiendo descubrís que Dios te llama a este ministerio, a este servicio de la Palabra que es la catequesis?.

En un documento del Episcopado italiano se dice “La vocación profética de cada uno de los miembros del pueblo de Dios tiene su origen en la consagración bautismal a Cristo, se desarrolla y se especifica a través de los otros sacramentos a través de ministerios diversos, por lo tanto todo cristiano es responsable de la Palabra de Dios según su vocación y sus circunstancias vitales, es una responsabilidad enraizada en la vocación cristiana, brota del bautismo, es solemnemente vigorizada en la confirmación, se califica de manera singular con el matrimonio y en la ordenación sagrada, se sostiene con la Eucaristía.”

Esta responsabilidad en torno a la Palabra en el pueblo de Dios es conferida a cada uno de nosotros por el Espíritu según la propia vocación, desde esta perspectiva hay que entender el llamado, la vocación a ser catequista, entendido como un encargo que proviene de la gracia bautismal y no de una situación o de un estado de vida particular, sino del don común en la gracia bautismal.

Es una consagración que toma a la persona toda como el don del bautismo, toma a la persona toda, para este servicio Dios da su gracia, para esta vocación Dios da su don para llevarlo adelante, para que esa vocación catequística alcance su desarrollo, su crecimiento, su plenitud se necesita el trabajar la tierra, y es justamente el itinerario de formación que va haciendo el catequista a través de su comunidad en las distintas instancias en las que se debe incluir la formación.

Una formación que no es teórica, que no es técnica, que no solo es metodológica, es espiritual y personal, para el instrumento mejor trabajado el del catequista pueda mejor prestar servicios a donde es enviado como profeta en su propia tierra, a anunciar la Buena Noticia.

Todos estos elementos forman parte de la instancia formativa en el catequista, la espiritualidad catequística que se desarrolla en una determinada persona, que debe trabajar algunos aspectos propios de su ser personal para que este don no caiga en saco roto sino que pueda encarnarse según el desarrollo, crecimiento y madurez personal y también en la aplicación de toda la ciencia pedagógica asumida por la catequesis para que verdaderamente el servicio que el catequista presta pueda ser como Dios quiere que sea, de gran calidad.

En este sentido todos los cursos y proceso de formación, en la comunidad y mas allá de ella son claves a la hora de poder prestar bien el servicio, cuanto poder darle un tiempo a la oración de preparación del encuentro catequístico utilizando todos los elementos que hacen falta metodológicamente para poder llegar al que es el destinatario de la catequesis, el sujeto de la catequesis, al que debemos acercarle el mensaje.

En este sentido importa mucho lo que doctrinalmente vamos a dejar como contenido de mensaje pero importa también para que esto sea posible la consideración de acerca de quién es aquel a quién le vamos a acercar el mensaje, en este sentido Jesús que seguramente ha aprendido de María el modo de llevar adelante el servicio de la evangelización y su catequesis nos deja mas de un ejemplo de cómo en un proceso de diálogo, de encuentro y con una determinada pedagogía se puede pasar de una conversación de qué hablan por el camino a terminar por celebrar con los peregrinos que van entristecidos celebrando el pan de la Eucaristía, al final, partiéndolo porque se lo piden “Quédate con nosotros Jesús porque el día se acaba, se nos hace tarde”.

Jesús nos muestra cómo una conversación así “Tengo sed, dame de beber” como le dice a la samaritana termina por revelar el misterio de su mesianismo en alguien que de suyo aparentemente no estaba preparada para recibir semejante noticia, sin embargo en el proceso de conversación, de encuentro, de diálogo.

Jesús va llevándola a este lugar de revelación, la catequesis es eso, un lugar de revelación del misterio de Dios y del misterio de la persona, es un lugar de encuentro entre Dios y el hombre en las circunstancias en las que la persona se encuentra y por eso la consideración del sujeto catequizado.

María lo hace claramente en esta experiencia catequística, cuando va seguramente carga sobre sus alforjas lo que hacia falta para poder atender a su prima, atiende a las circunstancias, está embarazada, partió rápidamente María al encuentro de la necesidad de su prima y en ese contexto de su necesidad maternal porque está viejita y ha quedado sorprendida en el embarazo, empieza ella a proclamar la Buena Nueva y trae esta presencia de gozo y de alegría que debe acompañar el anuncio del mensaje del catequista.

María contempla la circunstancia y es un circunstancia la que pone en marcha su misión catequística, es la circunstancia de embarazo en la vejez por la que atraviesa su prima y que se traduce en el fondo en un compartir, porque ella también está embarazada y va a prestarle servicio y a compartir su circunstancia y es a partir de ese aflojarse la tensión que puede haber entre lo que vamos a anunciar y a quien se lo vamos anunciar que lo da el hecho de compartir la vida que hace que el mensaje llegue tan así simplemente. Que el Señor nos renueve en este don de evangelización que es la catequesis.