María nos muestra el motivo de su gozo

viernes, 8 de diciembre de 2006
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En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡ Tu eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.
Lucas 1, 39 – 45

Si en el corazón de quienes nos reconocemos profundamente marianos hay alegría es porque en realidad no hacemos otra cosa que contagiarnos del espíritu de Aquella a la que todas las generaciones proclaman “feliz” y a quien sus hijos también  celebramos de manera muy gozosa y feliz, particularmente en la memoria del día de hoy, de su Concepción Inmaculada.

De ella, la que nació sin pecado, la que Dios preparó desde siempre para que pudiera ser la Madre de Aquel que pudiera liberarnos del pecado, de la muerte, su Hijo Jesús, a quien engendra en su corazón primero y en su vientre después y a quien ya desde su vientre, desde su seno, con su sola presencia, anuncia la alegría de un tiempo de liberación. Ese que interpreta tan claramente Isabel y el Bautista, y  que reciben, en la presencia de María y de Jesús el anuncio anticipado de la Buena Nueva de la Redención. Nosotros somos felices cuando de verdad entramos en profunda sintonía con el corazón de María.

Una persona mariana en espiritualidad, que tiene a María como modelo, compañía, intercesora cercana, orante, no puede sino experimentar en lo más hondo de su ser, en su corazón, esta profecía que claramente dice Isabel de María y de los que son en ella uno en Jesús: “Feliz por haber creído”. Nuestra alegría y nuestro gozo, cuando estamos en comunión con María en la oración, en la sencillez del servicio que a ella prestamos en sus obras, lo experimentamos desde la hondura que ella tiene como experiencia de felicidad y de gozo.

Te invito en esta mañana a renovarte en tu proyecto de vida que te hace plenamente feliz desde el corazón de María, la Madre, en comunión con ella, en sintonía con su interioridad. Intentaremos descubrir qué es lo que verdaderamente hace feliz a María para dar razón a Isabel, y para encontrar nosotros razones nuevas para que en comunión con la Madre y su corazón profundamente evangelizado en su Hijo Jesús, también encontremos causas de alegría, motivos de gozarnos y alegrarnos en el Señor.

Seguramente esta fiesta que estamos celebrando de los diez años de Radio María, vendrá con esta Gracia de renovación en el gozo, esta que se necesita en este tiempo en donde el mundo espera que la vida sea celebrada. María, la proclamada como “Feliz por haber creído” nos muestra un camino, y hoy nos va a ayudar a ahondar y a profundizar en su corazón en los motivos que verdaderamente a ella y a los marianos en ella nos asiste Dios para hacernos verdaderamente felices.

El corazón lleno de gozo y de alegría de María, que Isabel y el niño que lleva en su seno reconocen como tal, es el anticipo de lo que van a ser las Bienaventuranzas que Jesús proclama con tanta fuerza en el monte como la declaración del Nuevo Decálogo, como el “nuevo lugar” del encuentro entre Dios y los hombres, que es la persona misma del Señor. Este decálogo de camino que muestra Jesús en el monte, las Bienaventuranzas, son la expresión ya anticipada en el corazón de María de los motivos grandes de su alegría y su felicidad.

Todas las bienaventuranzas le caben a María. Y quienes verdaderamente queremos encontrar caminos de gozo y felicidad no podemos sino descubrir la riqueza que en el corazón de María hay en la vivencia de éstas bienaventuranzas. Recojamos un poquito lo que dice Jesús en las Bienaventuranzas del monte: “Felices los pobres porque el reino de los cielos les pertenece. Felices ustedes los que ahora tienen hambre porque serán saciados. Felices ustedes los que lloran porque reirán. Felices ustedes cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten, los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del Hombre. Alégrense, llénense de gozo en ese día porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas.”

Esta Palabra que nos acerca el evangelio de San Lucas en el capítulo 6 a partir del verso 20 sintetiza el corazón lleno de gozo de María. Ella es verdaderamente pobre. ¿Quién soy yo?, ¿por qué a mi este llamado?, ¿por qué a mi este don?. Permaneció turbada por un tiempo, dice la Palabra, frente al anuncio del ángel.

La certeza de que no es digna de semejante vocación a la que Dios le invita. Un corazón verdaderamente pobre. Un corazón igualmente lleno de hambre por Dios. “Mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha mirado la humillación de su esclava.”

Y todo el Magníficat, que es el canto que representa a María es una expresión de ese hambre que el hombre y la mujer de éste tiempo y de todo tiempo tiene y del cual ella es expresión. El poderoso ha hecho obras grandes por mi, todos me llamarán feliz. El motivo del Magníficat, cuando uno lo revisa de arriba para abajo, de un costado a otro, es Dios en medio de los pobres y María como representándolos a todos. Es más, profetizando que, de ahora en adelante a ésta que todos llaman “feliz”, por la obra de Dios en ella, Dios, en ella, a través de su Hijo, va a poner en lo más alto a los sencillos y poner en su lugar a los que se creen algo.

El corazón de María es el lugar justo que Dios eligió para empezar a poner las cosas en su lugar. Para eso hacía falta un corazón sencillo, pobre. En la pobreza y en la sencillez, María encuentra un modo desde donde abrirse a el quehacer de un Dios que llena de gozo a los que tienen hambre y sed de su presencia.

Felices los que ahora lloran” dice la Palabra, “porque reirán”. Y yo quisiera sencillamente ponerte de cara a dos imágenes: a María recibiendo el anuncio por parte del ángel y a María caminando hacia el encuentro de Isabel, esa escena que hemos compartido hoy tan llena de gozo, en el encuentro entre las dos primas. Sin duda que aquella conmoción frente al anuncio, donde María se llena de alegría, está rodeada de un montón de preguntas, de comentarios alrededor suyo, de circunstancias que se presentan como muy complicadas.

Embarazada de alguien que, según le han revelado, es Hijo de Dios, y sin estar en compromiso con José y sin tener relación con ningún hombre. Sólo esto llena el corazón de un hondo dolor, un dolor muy profundo. Uno se imagina que la Virgen, después del anuncio se llenó de gozo y ante todo lo que rodeó aquel acontecimiento habrá también llorado ante las críticas, las sospechas, el alejamiento de José que decide tomar distancia de ella; sin embargo, permaneciendo fiel al llamado de Dios, ella, al poco tiempo después de haber recorrido unos kilómetros canta la grandeza del Señor. “Felices los que lloran, van a reír”.

Es como una lógica de la vida si la sabemos vivir en Dios confiando en El. “ Felices de ustedes cuando los odien, los excluyan, los insulten, los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del Hombre”. Hay un pasaje de la Palabra donde se da a entender que este Jesús es el hijo de una que no es casada, que es lo mismo que decir de una mujer pública. Esta expresión popular que rodea el ambiente de la familia de Nazaret y particularmente a la figura de María, tiene éstos rasgos de dolorosa persecución. María permanece al lado de su Hijo.

Hay algo que es mucho más que todo lo que se dice de ellos. Hay algo que es mucho más que se sospecha de ésta familia tan particular. Hay algo que es más que el dolor que ella siente cuando se aparta su hijo de ellos a los doce años y les dice tan fuertemente ante su preocupación y dolor: “Acaso no saben que yo me tengo que dedicar a las cosas de mi Padre”.

Hay algo que sostiene con mayor fuerza que todas estas circunstancias llenas de preguntas, sospechas, dolores, incomprensiones. Al poco tiempo que Jesús nace ellos tienen que huir hacia Egipto porque Herodes anda buscando al niño para matarlo. Hay algo más fuerte que esta persecución de Herodes sobre el niño, hay algo más fuerte que sostiene en el exilio. Es el mensaje que llevan con ellos, es el mensaje que sostiene la vida de ellos.

La felicidad de María en medio de las circunstancias poco favorables nos muestran un camino de bienaventuranzas donde no hay lugar para la queja, hay una esperanza que se sostiene desde ésta vivencia profunda, existencial, de las bienaventuranzas en su corazón que nos invita a nosotros igualmente a reafirmar nuestra fe en aquel Dios que nos guía, nos conduce, y que verdaderamente hacen posible lo que nos resulta a nosotros imposible. Te invito a renovar tu fe, a renovarte en la esperanza de caminar con una Mujer que nos sostiene permanentemente en esa actitud de que mañana es el día justo, mejor que el de hoy, y el que venga después será aún mejor, María nos conduce a la plenitud en su peregrinar en medio de nosotros.

Nos gocemos no solamente por un tiempo cronológico que marca el paso del calendario, permaneciendo fieles al servicio de la evangelización en ésta obra, sino alegrémonos más todavía por el gozo que nos da el reconocer que Ella, la que conduce nuestro camino de todos los días nos invita a ser como Ella: felices, gozosos. Cantemos con María la grandeza del Señor.

Felices nosotros que podemos compartir y ver ésta obra maravillosa que Dios realiza en el corazón de la Mujer a la que todos proclamarán feliz y que canta la grandeza del Señor y que nos invita también a nosotros a cantar desde nuestros dolores, nuestras preocupaciones, desde las cosas no realizadas, también desde nuestros fracasos, desde los cambio de planes…¡cuántos planes cambiados en la vida de María!, que va a ser madre, como seguramente esperaba serlo como mujer que se estaba por casar, pero que va a ser Madre engendrando por obra del Espíritu Santo al que va a ser el Redentor de los hombres. Que va a ser una madre como cualquier madre pero al mismo tiempo con un cuidado particular de aquél que viene a quedarse en medio de nosotros, Jesús.

Cuántos planes cambiados cuando sale presurosa hacia la casa de su prima Isabel, seguramente eso no estaba en sus planes. Cuántos planes cambiados cuando el niño tiene que nacer en un lugar donde no hay lugar, en el “no lugar”, como se dice ahora. En el “no lugar” viene a nacer quien viene a mostrarnos un camino nuevo, Jesús.

Cuántos planes cambiados para ellos cuando tienen que huir hacia Egipto. Cuando vuelve y tiene que buscar a su hijo cuando se pierde en el templo. Cuando lo ve crecer y lo ve partir. ¡Cuántos planes cambiados para ella cuando lo ve morir en la cruz!. ¡Cuántos planes cambiados para Ella cuando yendo a la casa de Juan tiene que comenzar de nuevo, ahora, educar a los hijos de su Hijo!.

María es sin duda la mujer de la alegría, del gozo, de la bienaventuranza, de la felicidad, la del canto del Magníficat en medio de un Dios que guía y conduce mucho más allá de lo que puedan ser sus expectativas, sus planes, sus deseos, sus anhelos. María se deja llevar por el Espíritu y éste es el gran motivo de su gozo y de su felicidad. Es la mujer del Espíritu, es en el Espíritu donde Ella recibe la gracia de ser verdaderamente proclamada por todos “Feliz” a lo largo de todos los tiempos.

En ésta mañana nosotros queremos contagiarnos de su corazón, pedirle a ella que su presencia se derrame de tal manera en el corazón de cada uno de los oyentes, los voluntarios, las personas que trabajan en su obra, que sintamos el gozo y la alegría que, en el espíritu, mucho más allá de las dificultades y de los planes cambiados, Dios pone en el corazón de la Hija de Nazareth.

¡Feliz de ti María¡ Y felices nosotros por recibir ésta presencia tuya que nos llena de gozo y alegría. Una alegría que tiene características de sencillez, de hondura, de no estridencia, de serenidad, que está asentada sobre un proyecto, que es futuro, que no es pasajera, que tiende a expandirse en el tiempo:

“¡Todas las generaciones me llamarán feliz!”. Esa alegría y ese gozo es el que necesitamos. De verdad no faltan motivos para celebrar en éstos tiempos pero nos resultan un tanto pasajeros, se nos van rápidamente de las manos. Nos hace falta una alegría que permanezca, que sea honda, que sea profunda, que se quede con nosotros.

Es tu presencia Madre, y es tu amor de Madre que nos contagia a aquél que te hace realmente feliz el espíritu lo que nos permite soñar con un tiempo, ya desde el presente, profundamente marcado por el signo de la esperanza. Esta que nuestro pueblo, aquí en Argentina, necesita y mucho.

Parece que el tiempo se acaba, que al mundo le queda poca cuerda, que los hombres intentamos destruir lo que nos han dado para recrear, que no sabemos convivir como hermanos, que nos peleamos unos con otros, que el egoísmo nos gana el corazón y unos acaparan lo que le corresponde a todos y hay cada vez pobres más pobres y ricos enriquecidos.

Un mundo marcado por una fuerte marca de injusticia. En éste mundo, nosotros sentimos que con vos tenemos que proclamar un tiempo nuevo. La creación de un hombre nuevo y de una mujer nueva para éste tiempo, que sean capaces de un mundo nuevo. Tu presencia  nos alienta y nos sostiene, tu alegría nos abre horizontes y tu paz de Madre nos conduce en medio de las dificultades con la certeza de que alcanzaremos lo que tu Hijo nos ha prometido.

En tus manos Madre queremos dejar los sueños de ésta Nación particularmente, que desde sus pastores, entiende es tiempo de re fundarla de una manera inédita, no conocida. Sabemos Dios nos invita a recorrer nuevos caminos que sólo con vos y de tu mano nos animamos a transitar, en tu esperanza, en tu alegría, en tu fortaleza, en tu determinación, en tu incansable peregrinar, en tu corazón lleno de misericordia y en la alegría que nos da el saber que nos regalas nuevos hermanos cuando nos encontramos con los que se encontraron y encuentran con vos.

Es sobre todo tu súplica, tu oración, tu intercesión, y el anuncio de la Palabra de tu Hijo que está en tu seno, que es tuya y te pertenece, lo que  nos permite a nosotros animarnos a recorrer nuevos caminos felices de saber que has venido con nosotros, que renuevas tu presencia y por eso la celebramos, y que seguirás caminando junto a nosotros. Nos encantan los desafíos que nos plantea la vida, y que nos plantea éste corazón audaz el tuyo que sale a peregrinar hacia el encuentro de tu prima Isabel sólo por la fe, porque Dios te lo ha dicho. De ese espíritu de aventura queremos llenarnos el alma para ir sobre los lugares donde a tu Hijo hay que proclamarlo y anunciarlo, y tu presencia seguramente nos guiará sobre esos lugares. Nos sentimos felices porque estás con nosotros y nos compartís tu alegría y tu felicidad.

Que se grabe y se plasme, y se quede sellada en el corazón de tus hijos, oyentes, colaboradores, servidores de ésta obra tuya de nueva evangelización.

Para nosotros, en éstos diez años de vida, no hay más que gozo y alegría. Ha habido luchas y búsqueda, trabajo fuerte, deseos de que la presencia del mensaje de Jesús para éste tiempo sea cada vez más claro en el corazón. Como gusta decir el presidente de la familia mundial: “donde hay un hombre debe estar Radio María” Ese es el cometido también en Argentina.