María nos visita y nos invita a peregrinar con ella – Festividad de Nuestra Señora de Guadalupe

martes, 16 de diciembre de 2008
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Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.  Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.  Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:  "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!.  ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?”.  Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre.  “Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. María dijo entonces:  "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador, porque miró con bondad la pequeñez de su servidora”.
Lucas 1, 39 – 48
MARÍA VISITA A ISABEL – MARÍA VISITA, EN GUADALUPE, A JUAN DIEGO

En estas dos visitas, a Isabel y a Juan Diego, las motivaciones son las mismas: hay una necesidad grande de su presencia, que invita a María a acercarse allí donde están los que sufren y esperan en el Señor.

El Ángel se lo ha dicho: mira a tu parienta Isabel. María también mira el dolor del pueblo que nace de la fusión y el mestizaje de dos culturas.

Allá, es el gozo y la alegría que traen la paz a la anciana Isabel.

Por aquí, por estas tierras, su presencia pacifica. Su presencia es para que se quede grabada en la tilma de Juan Diego y en el corazón de todo el pueblo de esta bendita tierra americana.

En la casa de Isabel, la visita es alegría.

Se alegra el niño, Juan el Bautista, que está en el vientre de Isabel y salta de gozo ante el saludo de María: Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Se alegra María, en el clima de gozo que supone el encuentro fraterno, y canta entonces Ella la grandeza del Señor porque miró con bondad la pequeñez de su servidora.

En el monte Tepeyac se presenta la firme ternura de su amor. En Guadalupe, es alegría tierna y firme la presencia de María. Fijate qué belleza de ternura con la que María, en Guadalupe, le habla a Juan Diego: Hijito mío, Juan Diego, a quien amo tiernamente, como a un pequeño y delicado, ¿a dónde vas?

En el peregrinar que la llevó a la casa de Isabel y Zacarías, María es portadora de la alegría con la que Dios ha visitado a su pueblo. Ésa que después se va a propagar por todas partes cuando nazca el Niño y entonces sea el gozo que se le comunique, a través de los ángeles, a los pastores que están metidos entre sus tareas en la noche y se acercan a ver al Niño que está envuelto en pañales. Ésa misma que se puede contemplar en José cuando ve nacer al Niño nacido de María.

En el contexto del Tepeyac, es la ternura lo que identifica el estilo mariano de la comunicación con éste, el más pequeño de sus hijos.

Y a nosotros, ¿qué nos deja María cuando nos visita, particularmente en la oración del Rosario? ¿Qué efectos posteriores deja en nuestro coraz