Memoria agradecida y arrojo hacia el futuro

viernes, 27 de agosto de 2021
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27/08/2021 – Seguimos conociendo la vida y el corazón de San Ignacio de Loyola junto al Padre Ángel Rossi, que nos acercó dos dimensiones de la espiritualidad ignaciana: memoria agradecida y arrojo hacia el futuro.

“En los Ejercicios, Ignacio nos pide que seamos fieles a la historia y valientemente abiertos al porvenir”, comenta el Padre Ángel, es to quiere decir: tener memoria del pasado y arrojo ante el futuro, valentía.

“Memoria agradecida, que no es nostalgia, porque la nostalgia no tiene esperanza. Si memoria de los hitos irreversibles de nuestra vida, que nos constituyen y nos dan identidad. Y por otro lado arrojo, el coraje de no tener miedo y poder discernir  dónde tiene que encauzarse esa audacia apostólica o de servicio, ese arrojo ante el futuro, ese dar respuesta evangélica ante mundo que nos toca vivir”, continuó reflexionando el sacerdote jesuita.

En ese sentido el Padre Rossi recordó una frase del Padre Arrupe:

“No tengo miedo al nuevo mundo que surge. Tengo miedo a que tengamos poco o nada que ofrecer y que decir a este mundo. Me espanta que podamos dar respuestas de ayer a los problemas de mañana. No pretendo defender nuestras equivocaciones, pero tampoco quiero que tengamos que comentamos  la mayor deellas: la de esperar con los brazos cruzados y no hacer nada por miedo a equivocarnos”.

Para continuar el Padre Ángel sugirió algunas preguntas que nos podemos hacer: ¿qué es lo que más agradezco? ¿Qué es lo que más temo? ¿Qué me ayuda a vencer el temor e ir hacia adelante y con arrojo agradecido?

Y por último nos dejó una imagen que quizás nos puede ayudar en este tiempo, “es la imagen del misionero y del sembrador, que a pesar de las circunstancias no se achica, sino que sigue sembrando empecinadamente”, dijo y compartió la Oración del Misionero del hermano Fermín Gainza, que aglutina las dos claves ignacianas que compartimos hoy: memoria agradecida del pasado y arrojo ante el futuro.

 

Oración del Misionero

 

Señor, cuando nos mandas a sembrar, rebosan nuestras manos de riqueza;

tu Palabra nos llena de alegría cuando la echamos en tierra abierta.

Señor, cuando nos mandas a sembrar, sentimos en el alma la pobreza;

 lanzamos la semilla que nos diste y esperamos inciertos la cosecha.

Y nos parece que es perder el tiempo este sembrar en insegura espera.

Y nos parece que es muy poco el grano para la inmensidad de nuestras tierras.

Y nos aplasta la desproporción de tú mandato frente a nuestras pocas fuerzas.

Pero la Fe, nos hace comprender que estás a nuestro lado en la tarea.

Y avanzamos sembrando por la noche, y por la niebla matinal somos profetas, pobres pero confiados en que Tú nos usas como humildes herramientas.

Gloria a ti Padre bueno que nos diste a tu Verbo, semilla verdadera,

y por la gracia de tu Espíritu la siembras con nosotros en la Iglesia y en el mundo.

Amén.