Navidad: santuario de la vida y del amor

viernes, 23 de diciembre de 2016
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pesebre25
23/12/2016 – El Hijo de Dios nace en momentos de conflictividad: el poder en aquel momento y en este hace oscuro el momento de la aparición de la luz que viene de lo alto. Y en medio de todo esto, la Navidad nos trae recuerdos de ternura y bondad, suscitando cada vez nueva atención hacia los valores humanos fundamentales.

 

“Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo, y nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor”.

Lucas 1,68-69

La Navidad nos trae recuerdos de ternura y bondad, suscitando cada vez nueva atención hacia los valores humanos fundamentales: la familia, la vida, la inocencia, la paz y la gratuidad.La Navidad es la fiesta nuestra y no hay nada que nos la pueda robar. Navidad acontecerá si nosotros disponemos el corazón y la familia se abre a darle la bienvenida al niño que busca un lugar dónde ser cobijado. Que tu hogar en medio de las circunstancias que sean disponga de todo, lo poco o mucho para ser celebrado y así acontezca lo de los pastores que fueron sorprendidos por una luz en lo alto que anuncia que ha nacido la esperanza, ha nacido la alegría, ha nacido el que trae la Buena Noticia, ha nacido el Redentor. Que los ángeles vengan a decirte “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. Que la paz en tu corazón pueda más que la guerra, pueda más que los conflictos, y que la oscura noche de los poderes articulados con la fuerza del mal para terminar con la vida humana. Que la humanidad renazca en esta Navidad por la luz que nos trae el Niño que está naciendo.  

La Navidad es la fiesta de la familia que, reunida en torno al belén y al árbol, símbolos navideños tradicionales, se redescubre llamada a ser el santuario de la vida y del amor. La Navidad es la fiesta de los niños, porque pone de manifiesto “el sentido profundo de todo nacimiento humano, y la alegría mesiánica constituye así el fundamento y realización de la alegría por cada niño que nace” (Evangelium vitae, 1). La Navidad del Señor lleva a redescubrir, además, el valor de la inocencia, invitando a los adultos a aprender de los niños a acercarse con asombro y pureza de corazón a la cuna del Salvador, recién nacido. Necesitamos que el cielo vuelva a poner su mirada.

Hay lugares de la vida que claman por la venida del Señor, “Ven Señor Jesús”.

La Navidad es la fiesta de la paz, porque “la paz verdadera nos viene del cielo” y “por toda la tierra los cielos destilan dulzura” (Liturgia de las Horas, oficio de lectura de Navidad). Los ángeles cantan en Belén: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres que él ama” (Lc 2, 14). En este tiempo, que invita a la alegría, ¿cómo no pensar con tristeza en los que, por desgracia, en muchas partes del mundo, se hallan aún inmersos en grandes tragedias? ¿Cuándo podrán celebrar una verdadera Navidad? ¿Cuándo podrá la humanidad vivir la Navidad en un mundo completamente reconciliado? Algunos signos de esperanza, gracias a Dios, nos impulsan a proseguir incansablemente en la búsqueda de la paz.

La Navidad es también la fiesta de los regalos:  la alegría de los niños, y también de los adultos, que reciben un regalo navideño, al sentirse amados y comprometidos a transformarse ellos mismos en don, como el Niño que la Virgen María nos muestra en el Belén. Jesús es el gran regalo que Dios le hace al pueblo.

Pero estas consideraciones explican sólo en parte el clima festivo y sugestivo de la Navidad. Como ya es sabido, para los creyentes el auténtico fundamento de la alegría de esta fiesta estriba en el hecho de que el Verbo eterno, imagen perfecta del Padre se ha hecho “carne”, niño frágil solidario con los hombres débiles y mortales. En Jesús, Dios mismo se ha acercado y permanece con nosotros, como don incomparable que es preciso acoger con humildad en nuestra vida.

Nosotros queremos decirle al Señor, Maranathá, ven Señor Jesús. Los niños tienen la frescura de pedirle al Niño Dios un regalo. Nosotros como adultos sabemos que el mejor regalo que podemos recibir es el mismo don de Dios, a Jesús.

A Dios el Padre le decimos gracias por este regalo inmenso que nos hace en Jesús desde las entrañas de la Trinidad. Que incomprensible para nuestra pobre razón y nuestros frágiles sentimientos. Solo los niños y los pequeños, o agachándose entran al misterio. Dejá que te lo hagan a este regalo; dejate regalar a Jesús y recibí todos los regalos que Él te trae, esos intangibles de reconciliación, de esperanza y de amor. 

 

Padre Javier Soteras

Material elaborado en base a catequesis del Papa Juan Pablo II en la audiencia del 20 de diciembre de 1995