Padre Pío: Su primer experiencia de bilocación

miércoles, 1 de junio de 2016
image_pdfimage_print

01/06/2016 – “Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.”

Colosenses 3, 1-4

Este texto de la Carta de San Pablo a los Colosenses era el lema que colgaba en una de las paredes del cuarto donde descansaba el Padre Pío. Fray Pío muy pronto despertó en todos ´viva admiración`. ´Estaba siempre mortificado, recogido en silencio`. ´No había peligro de que dijese una palabra que fuera innecesaria`. ´En él había algo que lo distinguía del resto`. ´Era amable, sabía decir siempre una buena palabra, sugería algún consejo de manera dulce`. ´Era señalado por su modestia, mortificación y gran piedad`. ´Era ubicado, reservado y al mismo tiempo afable, muy cercano. No infundía temor`. Para testimoniarlo estarán los hermanos de la comunidad, el Padre Rafael, Padre Damasco y Padre Agat Ángel, que estudiaron durante este período junto a él.

En esta nueva sede, Fray Pío respiró la atmósfera de santidad, todavía perceptible, de Padre Rafael, quien había volado al cielo tres años antes. Sobre el mismo había escuchado hablar durante el noviciado. Visitó la habitación que lo había hospedado, luego de haber leído un cartel: “En esta celda, el Siervo de Dios Padre Rafael de Sant´ Elia a Pianisi, vivió con piedad y murió santamente el 6 de enero de 1901. Se dirigió al ´monje santo`, mentalmente con estas palabras: ´Oh, alma cándida y elegida del Padre Rafael, yo no he sido digno de ser uno de aquellos que te han conocido en tu peregrinar terreno, pero agradezco a Dios que me ha hecho conocer el perfume de tus virtudes. Tu vida toma mi mente y mi corazón, sea grato a Dios el poder, aunque sea mínimamente, imitarte. Ahora que gozas de la visión de Dios, ora por mí y por la provincia monástica de modo que tu espíritu y el del Seráfico Padre resplandezcan siempre en nosotros”. (1)

Mientras pasaba sus días en la casa de estudios, Pío era fiel en su asidua y fervorosa oración. Tal vez éste sea el gran testimonio de nuestro amigo, quien hizo toda su teología desde la oración. Respecto de esto dice el Padre León de San Giovanni Rotondo, su compañero de estudios: “De ingenio común, en clase siempre sabía la lección, aunque estuviéramos persuadidos que estudiase poco. Con una excusa u otra entraba a menudo a su celda y casi siempre lo encontraba rezando de rodillas con los ojos enrojecidos por el llanto. Podría decir que era un estudiante de continua oración hecha de lágrimas, ya que bastaba ver sus ojos para entender que las lágrimas eran algo ordinario. Durante el estudiantado en Sant´ Elía a Pianisi, conservó el espíritu del santo del noviciado. Una vez no se presentó en el coro para el Oficio nocturno. Fui a llamarlo y lo vi arrodillado sobre la cama, con una manta sobre su espalda, sumergido en oración. No recuerdo una queja con respecto a la comida pobre, si bien las condiciones del convento podían permitir algo mejor; cuando los otros se quejaban, él los reprendía o se alejaba. El preceptor, el Padre Antonio de San Giovanni Rotondo, aseguró que “en Sant´ Elia a Pianisi, durante las oraciones o después de la santa comunión, fray Pío derramaba tantas lágrimas que formaba un ´pocito` en el piso. Preguntándole el motivo, el frailecito siempre reía y callaba. Finalmente, como director espiritual suyo, lo obligó a hablar. Dijo: ´Lloro por mis pecados y por los pecados de todos los hombres`”. (2) Esta respuesta que dio Pío se enmarca dentro del espíritu penitencial que está en la raíz misma de su entrega como consagrado.

El primer fenómeno de la bilocación

A los 18 años, el Padre Pío experimenta el primer fenómeno de bilocación que también sucedió a otros santos como Felipe Neri, San Martín de Porres y Don Bosco: “El 18 de enero de 1905, le sucedió un hecho ´insólito` a fray Pío. Se trataba del primer fenómeno de bilocación que él mismo describió, luego de un mes, en un escrito en el que se lee:

´Hace algunos días me sucedió un hecho insólito, mientras me encontraba en el coro con Fray Anastasio. Eran alrededor de las 23 hs. del 18 del mes pasado (enero de 1905), cuando me encontré lejos, en una casa señorial, donde un padre moría, mientras nacía una niña. Entonces se me apareció María Santísima y me dijo: ´Te confío esta criatura; es una piedra preciosa en estado natural; trabájala, púlela, hazla lo más reluciente posible, porque un día quiero adornarme con ella`. ´¿Cómo será posible si yo todavía soy un pobre clérigo y no sé si tendré la fortuna y la alegría de ser sacerdote?, decía el Padre Pío. Y si fuera sacerdote, ¿cómo podría ocuparme de esta niña, estando tan lejos de aquí?`. La Virgen agregó: ´No dudes, será ella quien vendrá a ti, pero antes la encontrarás en San Pedro`. Tras lo cual me encontré de nuevo en el Coro`.

Em el fenómeno de la bilocación la persona no es transportada, sino que está en dos lugares al mismo tiempo. A lo largo de su vida este fenómeno se repetirá en muchas ocasiones. Nunca salió de su celda, sin embargo conocía y sabía muchos detalles geográficos de diferentes lugares del mundo que frecuentaba como en China y Nueva York.

El testimonio fue consignado de inmediato al Padre Agustín de San Marcos en Lamis, confesor y director espiritual del padre Pío, que lo conservó celosamente y luego de muchos años, se lo entregó en las manos de la persona interesada, la señora Juana Rizzani Boschi. Ésta había nacido en la ciudad de Udine el 18 de enero de 1905, en el mismo momento en el que su padre, el conde Juan Bautista Rizzani, moría. En el año 1923, ya no niña sino una joven estudiante universitaria, Juana, en compañía de una tía, se acercó por primera vez a San Giovanni Rotondo. Esperó entre la multitud que el Padre atravesara la sacristía, antes de retirarse a su celda. En un determinado momento se encontró en primera fila. Padre Pío, apenas la vio, se le acercó y acercándole su mano para que la besase le dijo: ´Juana, yo te conozco. Has nacido el mismo día en que murió tu padre`. La muchacha quedó sorprendida. ¿Quién le había dicho al Padre este detalle de su vida? El día siguiente, luego de la confesión, Padre Pío le dirigió estas palabras: ´¡Hija mía, finalmente has venido! Desde hace muchos años que te estoy esperando`. La muchacha respondió: ´Padre, yo no lo conozco. Quizás me confunde con otro persona, es la primera vez que vengo a San Giovanni Rotondo`. ´No, no, no me equivoco`, le dijo el Padre Pío. ´Ya nos hemos encontrado el año pasado, ¿recuerdas? Una tarde de verano viniste con una amiga tuya a San Pedro, en Roma, en busca de un sacerdote que disipara las dudas que te afligían el alma. ¡Aquel fraile capuchino era yo!`.

Juana supo de este modo los hechos misteriosos ligados a su nacimiento. Luego recordó. Su padre, inscripto en la masonería, vivía alejado de Dios y de los sacramentos. A causa de una enfermedad incurable, yacía postrado en su habitación, en vía Tiberio De Ciani N° 33. La casa estaba vigilada ininterrumpidamente por los masones para evitar que allí entrara algún sacerdote. Poco antes de que le sobreviniera la muerte, la señora Leonilde Serrao, mujer del marqués, mientras estaba recogida en oración cerca del lecho del enfermo, vio salir de la habitación a un fraile capuchino. Se puso de pie, lo llamó, pero éste se perdió en las galerías de la mansión. La marquesa estaba en un estado avanzado del embarazo. Sufría mucho pensando que su marido estaba por morir y sin el consuelo de una asistencia religiosa. En un determinado momento fue presa de los dolores del parto y, prematuramente, dio a luz a una niña.

Luego, con el bebé en sus brazos, corrió nuevamente junto al lecho de su marido. Afuera, los masones, estaban alejando al párroco de San Quirino, llegado para asistir al moribundo. Intervino el administrador del marqués, quien enfadado, les gritó: “Hagan entrar al sacerdote. Ustedes pueden impedir que venga a asistir al señor marqués, pero no tienen ningún derecho para impedir que bautice a la recién nacida. De este modo logró entrar el párroco. Luego de haber administrado el bautismo a la niña, dio la extrema unción al enfermo, que luego de haber pedido perdón a Dios, dio su último respiro.

La viuda se mudó con sus hijos a la casa de sus padres en Roma. Juana había recibido de su madre una educación y una formación sólida en lo religioso. Pero con el pasar del tiempo y con los estudios superiores, fue atormentada por dudas que hacían vacilar su fe.

Padre pio adulto

El primer encuentro entre el Padre Pío y su primer hija espiritual

Una tarde de verano de 1922, con una amiga, se acercó a la Basílica de San Pedro. En la sacristía buscó algún sacerdote, pero le dijeron que faltaba poco para cerrar y que por lo tanto sería difícil encontrar alguno. Las dos jovencitas estaban por salir cuando, cerca de un confesionario, encontraron a un fraile capuchino.

Juana, dirigiéndole la palabra, dijo: ´Padre, no vine para confesarme, sino para ser iluminada acerca de muchas dudas de fe que me atormentan, especialmente sobre el misterio de la Trinidad`. El padre, para disipar en ella las sombras de la duda, le dijo: “¿Hija mía, quién puede comprender y explicar los misterios de Dios? Justamente se llaman misterios, porque nuestra limitada inteligencia no los puede comprender. Solamente con algunas similitudes podemos hacernos una pálida idea. ¿Alguna vez viste amasar la pasta? ¿Qué hace el que amasa? Toma harina, levadura y agua. Son tres elementos distintos: la harina no es levadura ni agua; la levadura no es harina ni agua; el agua no es harina ni levadura. Los amasa juntos y de los tres elementos distintos el uno del otro forma una sola sustancia. Por lo tanto tres elementos distintos, amasados juntos, dan una sola masa. Con esta masa hace tres panes de la misma e idéntica sustancia, pero diferentes en su forma el uno respecto del otro. Por tanto, tres panes, distintos el uno del otro, pero una sola sustancia. Vayamos con esta similitud a Dios. Dios es Uno en su Naturaleza, Trino en las Personas, iguales y distintas la Una de la Otra. El Padre no es el Hijo ni el Espíritu Santo; el Hijo no es el Padre ni el Espíritu Santo; el Espíritu Santo no es el Padre ni el Hijo. El Padre genera al Hijo, el Hijo es generado por el Padre, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Son tres personas, iguales y distintas, y un solo Dios, porque única e idéntica es la naturaleza divina`.

Juana agradeció al fraile capuchino y, alejándose del confesionario, le dijo a su amiga que había encontrado a un sacerdote docto y sabio. Quiso esperarlo para preguntarle dónde habría podido encontrarlo si tuviera necesidad de un consejo o de confesarse. Pero el fraile no salía del confesionario. El sacristán anunció que cerraban la basílica. Las muchachas le hicieron notar que esperaban al fraile confesor. El hombre, temiendo dejar al sacerdote dentro de la Iglesia, fue a ver. Levantó la cortina, abrió la puerta y dijo: ´Señoritas, aquí no hay nadie`. Juana quedó sorprendida y asombrada ya que no se había movido de aquel lugar y no había visto salir al fraile.

Ahora, a distancia de años, lo había encontrado en San Giovanni Rotondo. Movida por una viva conmoción, le dijo: ´¿Padre, se encargará de mí?`. ´¡Por supuesto, hija mía!`, le respondió el padre Pío. ´Tú me perteneces. Me has sido confiada por la Virgen, vendrás a menudo a San Giovanni Rotondo y yo me ocuparé de tu alma, según el deseo de la Madre celestial. Tú eres el primer parto de mi corazón. Ama a Jesús y a la Virgen Santa, que pensó en ti antes de que nacieras`. (3)

Padre Javier Soteras

 

Citas:
1- GENNARO PREZIUSO – Padre Pío. El apóstol del confesionario – Editorial Ciudad Nueva – Buenos Aires, 2009 – pág. 50-51.
2- Ib. pág. 51-52.
3- Ib. pág. 52-56.