Pétalos Marianos

jueves, 30 de octubre de 2008
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María entra en el designio salvífico de Dios Padre, así queda íntimamente asociada "a su hijo en la obra de la salvación desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte.

María ha sido un instrumento precioso y necesario, porque así lo quiso Dios, para la creación, regeneración y glorificación de la humanidad.

Por María, Nuestra Señora del Encuentro, se logran establecer los vínculos entre Dios y la humanidad. No encontraremos a Jesús sin María y no llegaremos a Ella sin encontrar a Jesús.

En la Virgen María dice Pablo VI: “Todo es referido a Cristo y todo depende de El: en vistas a El Dios Padre la eligió desde toda la eternidad como Madre toda santa y la adorno con dones del Espíritu Santo que no fueron concedidos a ningún otro”.

Madre del Encuentro, gracias por ser mediadora, puente directo al Padre, por cuidar de nosotros y llevarnos a Él gracias a tu Sí incondicional.


María es la mujer del silencio comprometido con la causa de Dios y respetuoso de sus decisiones.
 
Ella callaba y meditaba todo lo que el Señor le ponía en su camino; así aceptaba siempre Su Voluntad, convencida de que era lo mejor.
 
El silencio es también sinónimo de prudencia porque ayuda a oír, en vez de hablar, al tiempo que permites reflexionar, no sólo con la mente, sino también con el corazón.
 
Madre, ayúdanos a ser cada día más prudente. Enséñanos el secreto del silencio que da fruto abundante basado en la confianza en Dios y en su Sabiduría infinita.


La vocación es un don divino, inesperado, del todo inmerecido. Nos eleva y hace aptos para la misión que Dios nos encomienda.

Todo un regalo que supera al mayor tesoro del mundo. Y cada uno, a su tiempo, recibe el suyo. Pero es preciso estar atentos, saber escuchar para recibir la llamada.

Sólo entonces se descubre con los ojos de la fe al Señor que llama claramente a las puertas del alma. Tenemos que mirar dentro de nosotros mismos, descubrir el sentido de nuestras vidas, el carácter vocacional de la misión que Dios nos encarga.

Así lo comprendió María. La vocación es el gran regalo de Dios, toda una declaración de su amor por la criatura. Seguirla es para cada uno la aventura más grande que se puede soñar.

Dios tiene, como en vos María un plan para cada uno de nosotros. De la fidelidad a ese plan dependerá en última instancia que alcancemos o no la felicidad que anhelamos.

Madre, ayúdanos  a aprender de vos, tener tu disposición generosa nos da una lección importante: la de saber movernos con agilidad en la órbita de lo divino. Solo desde ella puede captar en profundidad el sentido de las cosas y el de la vida.


Decía Beata Sor Isabel de la Trinidad: “Si conocieras el don de Dios decía una tarde Cristo a la Samaritana. Pero ¿que don de Dios es ese sino El mismo? El discípulo amado nos dice: Vino a su casa pero los suyos no le recibieron.

San Juan Bautista podría dirigir también a muchas almas este reproche: En medio de vosotros está, "en vosotros mismos", el que vosotros no conocéis. ¡Si conocieras el don de Dios!

Hubo una criatura que conoció ese don de Dios; una criatura que no desperdició nada de él; una criatura tan pura, tan luminosa que parecía ser la Luz misma.
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