Poema al Padre Juan José Ribone

jueves, 27 de agosto de 2009
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Bajo el océano insondable

que es el cielo

un lunes diez del mes de agosto se esfumaba.

Pisando espuma de aquel amplio firmamento

marchaba el Padre Juan José

volviendo a Casa.

Al suave son

que emana de un abrazo lento.

Rezando el credo que un amigo le dictara;

Empuña un signo

de su vida y un proyecto:

Una cruz simple que navega en una barca.

Ahí viaja alegre,

rozagante, satisfecho.

Con risa, cuerpo, piel y fuerza renovados.

Con la alegría de quien cierra al fin sus ojos

y en ese gozo ve sus sueños realizados.

Suban con él, nuestras plegarias y que lleguen

como los ríos hasta el mar de eterna fuente.

Nuestros esfuerzos de unidad,

de fe creciente,

de fortaleza

y de una Iglesia diferente.

Recíbelo Padre de Paz,

Señor de siempre

en la canción interminable de tus fieles.

Consuélanos en la Esperanza que nos diste.

Nuestra semilla no da fruto si no muere.

Gracias Señor

Por este hijo que ahora vuelve

con la certeza de un arduo sembrar perenne.

Los que enseñaron a muchos la justicia

como una estrella brillarán eternamente.

 

Amén

Jorge Méndez

Mi papa
“El sacerdote Juan José Ribone fue un hombre que sumó la gracia divina a su vida y a las vidas de quienes tuvimos el don de disfrutarlo”. Por Marcelo Polakoff, rabino, miembro del Comité Interreligioso por la Paz de Córdoba (Comipaz)

Yo le decía –un poco en chiste y un poco en serio– “Giovanni Giuseppe Primo”, aunque se llamaba Juan José.

Y para ponerle un poco más de picardía al asunto, le había asegurado que su apellido –Ribone– en realidad era una deformación del original “rabino”, que por supuesto equivale a “maestro”.

Sucede que tenía todos mis votos para convertirse en Santo Padre, porque de hecho para mí lo era. Tal vez sea más correcto decir un Padre Santo, un maestro…

Para nuestra familia el presbítero Juan José Ribone se convirtió en una de las personas más importantes que conocimos en Córdoba en estos años. Importante por su amistad, por su calidez, por su honestidad, por su devoción, y por su entrega a su amada Iglesia.

Ni que hablar de su profundo compromiso con el diálogo interreligioso, que lo hizo una pieza inexorablemente clave también para las comunidades evangélica, musulmana, y judía.

Juan José hacía de cada encuentro una oportunidad para la dicha, con su sonrisa contagiosa, con sus gestos simpáticos, con su ponerse colorado por algún comentario subido de tono.

En la tradición judía, una de las maneras más bellas para honrar a nuestros seres queridos que han partido de este mundo es estudiar en su nombre°, a fin de elevar sus almas.

Me gustaría entonces comentarles que el Monte Sinaí, aquel lugar donde se produjo la primera revelaci