¿Por qué necesitamos de los signos y los símbolos? – Padre Mario Sánchez

jueves, 27 de septiembre de 2018
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27/09/2018 – “Las personas necesitan recurrir a las formas sensibles para expresar y revivir ciertas experiencias o situaciones que de otro modo no lograría reconocer, rehacer o representar”, comenzó expresando el Padre Mario Sánchez, en torno al tema de los signos en la celebración litúrgica.

El padre Mario es párroco de la parroquia Nuestra Señora de Luján y San Fermín de Córdoba. Ex Asesor de la Comisión de Liturgia del Arzobispado de Córdoba. Actualmente está cumpliendo la función de perito en el Secretariado Nacional de Liturgia (SENALI), de la Conferencia Episcopal Argentina.

Se refirió también a la importancia de la liturgia, “La liturgia es un medio de expresión y de comunicación simbólico”, como bien queda expresado en el Catecismo, indicó:

“Las celebraciones sacramentales están tejidas de signos y de símbolos. Según la pedagogía divina de la salvación, su significación tiene su raíz en la obra de la creación y en la cultura humana, se perfila en los acontecimientos de la Antigua Alianza y se revela en plenitud en la persona y la obra de Cristo».

En este sentido, señaló que “Los símbolos religiosos hacen referencia siempre a lo sagrado, es decir, al misterio como realidad trascendente que necesita de mediaciones sensibles para ser vividas y expresadas, dada la naturaleza corporal y espiritual del hombre”. Y en este contexto, resaltó la importancia de los signos y de los símbolos, marcando su diferencia:

¿Qué es un signo?

“El signo es una cosa que, además de la forma propia que imprime en los sentidos, lleva al conocimiento de otra distinta en sí”, explicó.

¿Y el símbolo?

Por otra parte, indicó que “La palabra símbolo (del griego: sym: con y balo: arrojar ) encierra la idea de reunir dos cosas o dos fragmentos de una cosa que, unidos, permiten un reconocimiento”.

“El fundamento de los gestos en la celebración litúrgica se encuentra, en primer término, en la naturaleza humana, es decir, en la corporeidad del hombre. Esta realidad ha sido asumida por Cristo en la encarnación, de este modo su humanidad se convirtió en el instrumento de nuestra salvación, recordó.

“Hoy sigue actuando igualmente en la liturgia, a través de los gestos y palabras de los que celebramos, en los que actúa la fuerza vivificadora del Espíritu”, concluyó.