“Quien cree en el Señorío de Jesús alcanza la salvación”, aseguraron los obispos de Córdoba

jueves, 23 de julio de 2020
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23/07/2020 – En la segunda parte del Retiro Arquidiocesano de Córdoba, monseñor Carlos Ñañez y sus auxiliares, monseñor Pedro Torres y monseñor Ricardo Seirutti, recordaron que se trata de un espacio de oración y reflexión, asumiendo y recreando el legado que nos dejara san José Gabriel del Rosario Brochero. “Este es un momento de intenso encuentro con Jesús. “No quieras ir fuera, entra dentro de ti”, decía san Agustín”, comenzó expresando monseñor Ñañez. Y en el primer anuncio se refirió a san Pedro y su evangelización a los judíos, en el libro de los Hechos de los Apóstoles capítulo 2,29-36, continuando con la obra lucana. Recordó que “Pedro les comparte a los judíos de su época que Jesús pasó haciendo el bien, fue acreditado desde lo Alto y finalmente Dios lo resucitó. Les habla de un “señor y mesías”, que eran términos que le eran familiares a los hebreos. Es que Pedro a medida que anuncia va creciendo en la conciencia de lo que significa la resurrección de Jesús. Pedro insiste en que Jesucristo es Mesías y Señor para los judíos y para todos, es la universalidad del Evangelio. Para que hoy nosotros seamos discípulos misioneros es preciso recibir el testimonio de los testigos iniciales, de los primeros cristianos. Pero es necesario que tengamos un encuentro vivo con Jesús, no contamos una historia, sino que anunciamos una experiencia de vida. “Dame un corazón que ame y lo comprenderá”, decía un Padre de la Iglesia. Quien cree que Jesús es el Señor y que Dios lo resucitó de entre los muertos, alcanza la salvación”.

Monseñor Seirutti explicó cómo fue el primer anuncio de san Esteban, en Hechos 7, 55-60. “Dios escribirá la ley en el corazón de cada uno, el mismo Cristo quedó impreso en el corazón de los primeros cristianos que fueron testigos y misioneros. Aquí aparecen estos discípulos que no son los 12 iniciales. Uno de ellos es Esteban, era un diácono. Esteban, en la hora de su martirio, ora al Cielo. Es el primer mártir de la Iglesia. Incluso dice: “No le tengas en cuenta este pecado”. Es que antes de morir ve a Jesús en el Cielo, en la gloria de Dios. Para condenarlo a la muerte, sus enemigos recurren a la mentira y al odio. Quienes lo vieron morir vieron su amor y su ternura. Esteban es arrastrado fuera de la ciudad, como le ocurrió a Jesús. Y murió apedreado. Tras la muerte, los primeros cristianos se dispersaron para comenzar a misionar. Hoy diríamos la misión ad gentes. Esto hizo que la semilla de la Buena Noticia germine más allá de Jerusalén”, indicó.

A su turno, monseñor Torres habló sobre el anuncio de Pedro a los paganos, en Hechos 10,34-48. “La Palabra de Dios es viva y eficaz, nos revela la Palabra hecha carne, que es Jesucristo. Esa Palabra nos toca, nos hiere, nos aguijonea, nos despierta. Al mostrarnos la Misericordia de Dios nos regenera, nos hace mujeres y hombres nuevos. El misionero anuncia a Jesús, no se anuncia a si mismo, no se autorreferencia. Oración y solidaridad eran elementos fundamentales de las primeras comunidades cristianas. En Cesarea, san Pedro tiene su encuentro con Cornelio, que era un centurión romano, junto a toda su familia. Y Pedro hace su primer anuncio a los paganos con lo que su corazón va comprendiendo de quien es Jesús. A ellos les dice que el Señor es la paz, es el Ungido del Padre, es Juez de vivos y muertos. Cuando anunciamos a Jesús, el Señor ya ha tocado previamente el corazón de esas personas que tenemos frente. Por eso preguntate, ¿hablás de Jesús a tus amigos, a los que no lo conocen?”, interpeló uno de los obispos auxiliares cordobeses.

Nuevamente Ñañez tomó la palabra y se refirió al anuncio de san Pablo en Éfeso, en el capítulo 19 del libro de los Hechos, versículo 8 y subsiguientes. “Pedro, en su encuentro tuvo claro que Jesús es el Salvador de toda la humanidad. Los judíos tuvieron la primicia, pero el anuncio es para todos. El anciano Simeón también había tenido esta claridad. San Pablo también hace un anuncio a los paganos pero ya fuera de Palestina, en Éfeso. Es un encuentro de Pablo con los discípulos de Juan el Bautista y los evangeliza y los bautiza en el nombre de Jesús. Y estos paganos experimentaron a Jesús, quedan llenos del Espíritu Santo y hablan en lenguas. Todo gracias al primer anuncio paulino: “Jesús murió y resucitó por todos”. Y luego Pablo hace el primer anuncio en la sinagoga de Éfeso. El primer anuncio es descubrir que el Señor nos ama y lo hace inmensamente. El mensaje es para todos, pero hay algunos que se resisten a la predicación. Por eso san Pablo, descubriendo esto, se separa de quienes no reciben a Jesús. Pero hay otro dato importante, Pablo estuvo dos años en Éfeso, permaneció allí, predicó a todos, a judíos y a paganos. Y este apóstol también nos enseña que a veces se siembra con lágrimas, no todo es grato para el misionero. Pablo transmite una experiencia y provoca en su auditorio un encuentro con Jesús, que es una gracia de conversión”.

Luego, los tres pastores hicieron foco en el pasaje en que el apóstol Pablo anuncia a Jesús en medio de cadenas, tormentas y naufragios, en el capítulo 27 de Hechos. Dijo monseñor Seirutti: “El testigo lo es con su propia vida. Su vida es el mismo Cristo. Pablo es fuego, es ardor y vehemencia en el anuncio de la Buena Noticia. Pone el cuerpo, pone el alma y el corazón, aún cuando es consciente de sus debilidades y su pecado. Tenemos que animarnos mirando el ejemplo de Pablo, el de Esteban, el de los primeros cristianos. Y es que Cristo renueva toda existencia, hoy más que nunca”. Y agregó monseñor Torres: “Un gran teólogo, Hans Von Balthasar, nos recuerda que en el libro de los Hechos de los Apóstoles, en el capítulo 27, san Lucas nos dice que la barca se destruye pero lo importante es que quedan las personas. Anunciar también es advertir, es evitar la fuga. Una gran tentación en los momentos de prueba es borrarse de la situación. Tenemos que nadar juntos, salvarnos juntos”. Finalmente, el arzobispo de Córdoba cerró el retiro. “Tenemos que centrar nuestra mirada en Jesús, esa es la conclusión de esta noche. Anunciar es advertir, no podemos dejar enfriar el amor que le tenemos al Señor. Que no se enfríe o entibie ese amor”, concluyó monseñor Ñañez.