En la salida del Tránsito – donde vivía el curita Brochero- a Pocho vivía un leproso. Era éste de tan mala condición y hablar que nadie se arrimaba para no oírle los insultos y blasfemias.
Brochero, con todo, no temía visitarlo. Le llevaba ropas y alimentos, y hasta se supo que tomaba mates con él. Lo disuadían para que no lo visitara, pero nuestro santo contestaba con gracia:
– Pero, por favor; si allí hay un alma…
Al final, lo confesó y le llevó la santa comunión. El leproso murió en sus brazos, resignado como un santo.
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