Si tú eres bálsamo en la herida de tus hermanos, tus propias llagas florecerán en frutos abundantes de vida

lunes, 6 de julio de 2020
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06/07/2020 – El Padre Mateo Bautista, sacerdote camilo, nos acompaña cada lunes en el programa “Hoy puede ser” para guiarnos en el camino de la elaboración de nuestros duelos. En esta oportunidad dialogamos también con Diana y Sergio, de la ciudad de Río Tercero (Córdoba), quienes nos contaron sobre su proceso de duelo por la muerte de su único hijo Miqueas.

“Sergio y yo nos casamos hace treinta años. Con diagnósticos poco favorables y tras varios intentos, no conseguía ser madre, pero una terca como yo eso no lo podía aceptar. Viviendo entonces en la ciudad de Campana, Buenos Aires, viajamos a Luján. En la basílica, ante la imagen de la Virgen expuse mi desesperación, con mucho llanto. Casi a gritos le rogaba que intercediera por mí, que ella, que fue madre, le pidiera al Señor que no permitiera mi muerte sin antes ser mamá. ¡Oh, Dios! ¡Dos meses después ya estaba embarazada! La alegría de ser padres inundó nuestro corazón, pero también se hicieron presentes los miedos, preocupaciones, dudas. Todo al mismo tiempo. Junto a aquella dicha comenzaba un gran desafío.”

Después de un embarazo muy difícil , nació Miqueas. Diana y Sergio comenzaron una nueva vida.: “Miqueas, nuestro niño, crecía robusto, amoroso, con sus ojos color cielo. La infancia de Miqueas fue muy linda. Su adolescencia la disfrutó. Todo marchaba bien, hasta aquella mañana del jueves treinta y uno de marzo de 2016, cuando, al salir él para realizar el trámite de pedir el certificado de nacimiento y otros documentos, un colectivo de dos pisos, que circulaba por unas calles cerca de la terminal, por su altura arrastró los cables de una línea de telefonía y produjo la caída de seis postes en efecto dominó. Él venía detrás del colectivo. A cincuenta metros, en la próxima esquina, los cables quedaron a media altura. Un camión de una empresa de gomería, por la distracción del chofer, tensó los cables. Entonces, los postes se levantaron y el cable arrastró al chofer. A Miqueas los cables lo levantaron a seis metros de altura, cayendo en un jardín, golpeándose su pierna contra una reja y su espalda contra el piso. Acudieron algunas personas a socorrerlo. Ya le costaba respirar. “Llamen a mi viejo”, solicitaba insistentemente. La caída le produjo una hemorragia interna y murió por shock hipovolémico.”

“¡Ay, Señor! No encuentro palabras para poder expresar todo aquello. ¿Cómo seguir de pie después de semejante tragedia? La tierra se agrietó dejando un gran abismo. ¡Las paradojas de la vida! Por la mañana, Miqueas salió a buscar el certificado de su nacimiento y al mediodía nos entregaron el certificado de su defunción. La muerte de un hijo es un dolor inexplicable, invasivo, casi total, que aguijonea sin cesar, y la de un hijo único es todavía peor. Los días pasaban y nos sentíamos totalmente huecos y al mismo tiempo ansiosamente llenos de preguntas, de extrañeza y de sufrimiento; realmente, ciegos. ¿Dónde buscar un nuevo sentido a la vida? ¿Cómo arrostrar un nuevo proyecto de vida? ¿Cómo calentar de nuevo los motores de la vida?.”

“En nosotros, sólo reinaba el silencio y la soledad. El Señor, más presente que nunca, ahora lo reconocemos, no se demoró en manifestarse bien visiblemente. Al mes de la muerte de Miqueas, una amiga de Diana, nos presentó a dos coordinadores del Grupo Parroquial de Mutua Ayuda “Resurrección”, Graciela y Juan Antonio, que tuvieron la gentileza de acercarse a nuestra casa. Con mucha paciencia y amabilidad nos escucharon. Después nos relataron brevemente su testimonio de duelo tras la muerte de su joven hijo y nos invitaron a participar de los encuentros de “Resurrección”, que se realizaban en un pueblo vecino.”

“Cuando terminamos los encuentros de “Resurrección”, el camino de sanación tenía su surco trazado. Nos dimos cuenta que ya no éramos los mismos. Nosotros habíamos sido transformados, adquiriendo una cosmovisión nueva de la vida, de la muerte y del amor; de nuestra misión en esta tierra y de nuestra vocación trascendente bajo las alas amorosas de Dios Padre, que también hizo duelo por su Hijo.”

Para escuchar el testimonio completo de Diana y Sergio, hacé click en la barra de audio debajo del título.