¿Sobre roca o sobre arena?

jueves, 7 de diciembre de 2006
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No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.  El que escucha mis palabras y las pone en práctica, es como aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa; pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca. Sin embargo, el que escucha mis palabras y no las pone en práctica, es como aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, se chocaron contra la casa, y ésta se derrumbó. Y su ruina fue grande.
Mateo 7, 21; 24 – 27

O se construye bien, o se construye para un rato. Como cambian los conceptos. Antes los autos venían para durar mucho, por supuesto no tenían la tecnología, ni la habilidad ni la cintura de los de hoy, pero sin embargo sin embargo hasta hoy se están usando. Es como el auto nuevo que se quiere restaurar, no se puede. Pero es como que el auto nuevo que se va corrompiendo, hay que hacerlo nuevo, hay que poner otro diferente. Esa estabilidad, depende de la contextura de la construcción; cómo se lo construyó, con qué fortaleza, y se hacían de a poco, se hacían con tiempo. Justamente, las cosas se hacen con paciencia y con tiempo. Cuanto más importantes son las cosas, más tiempo llevan.

La educación lleva toda una vida, por eso es tan importante una familia, y por eso lleva un tiempo tan importante de preparación. Una preparación sólida de conocimiento, de diálogo, de descubrimiento, de maravillarse, de afianzarse, de quererse no sólo con los afectos sino a fondo, una pareja para construir una familia. Necesita tener buena base, buena preparación. Un sacerdote, que va a consagrar su vida para la Gloria de Dios, para la evangelización, para la construcción de las comunidades, para la animación de la vida espiritual del pueblo de Dios, para ser un mediador entre Dios y los hombres, para ser un anunciador y un testigo permanente de la acción del Espíritu en el mundo y en el corazón, necesita una preparación larga. De muchos años. Cuánto más importante es la obra, más tiempo lleva. Pero siempre la obra va a responder a un proyecto.

No sólo hemos de pensar sobre qué edificar, eso es muy importante, sino también qué queremos edificar. Y también de acuerdo al proyecto nos vamos a dar cuenta de la base que necesitamos. El sobre qué. Ese sobre qué vamos a edificar depende también de lo que queremos edificar. Yo diría, el Señor tiene un proyecto. Un proyecto que no se funda en anhelos, que no se funda en palabras, es un proyecto concreto y la construcción y la realización de la persona. Una persona llamada a la santidad de vida, a la plenitud de vida en la fe. Desde el proyecto de Dios estamos llamados a ser santos. Y ese proyecto es muy ambicioso. Por eso necesita muchas cosas, entre otras, que se descubra el proyecto. Es un llamado personal el de la santidad. Es un llamado personal, a cada uno. Pero ese llamado personal responde también a un proyecto personal. Ese proyecto lo tiene el gran arquitecto…

Muchas veces la gente en nuestra cultura, queremos hacer mucho lo que sentimos, que nos llene “y yo quiero esto, y yo tengo ganas de hacer esto…” Nos cuesta hacernos la pregunta: ¿y alguien no tiene el proyecto de mi vida? Nos cuesta descubrir que el proyecto viene de Dios. Queremos hacer mucho nuestro proyecto, nos afirmamos mucho en nosotros mismos. Al decir estas palabras, no puedo negarme a la memoria, de lo que la Sagrada Escritura en el Antiguo Testamento nos dice: “maldito el hombre que confía en el hombre y no pone su confianza en el Señor.”

Creo que el proyecto de la vida de cada persona empieza en el corazón de Dios. Por eso la vida se recibe como un don. Por eso el camino se descubre como un don. Está delante, pero también es un desafío, es un llamado. La santidad es un proyecto de Dios. El hombre es un proyecto de Dios, la familia es un proyecto de Dios. El mundo. El mundo, animado por el Espíritu, al estilo de Jesús, fundado en el amor, en la fraternidad, en el espíritu de servicio, en la justicia, en la equidad. El mundo, para que todos crezcan, adquieran sabiduría y alcancen la salvación, es un proyecto de Dios. No es un proyecto de algunos, ni de una iglesia, es un proyecto que está en el Amor del Padre. Ese amor generoso, abierto, ambicioso, diría yo, del Padre. Nuestro proyecto de vida y comunitario tiene su cimiento en el corazón de Dios, desde siempre, desde hace mucho tiempo. Hemos de buscar al Señor para encontrar el fundamento y el proyecto de vida que tenemos que realizar.

Pero también en la base de toda construcción está también el proyecto, fundamentalmente. La base también responde a un proyecto. Todo en la persona responde a un proyecto. Hay que saber esto: no es lo que yo quiero hacer. La vida no es lo que yo siento y lo que a mi me gusta solamente. Eso también es la vida y esos también son elementos que aquel gran arquitecto del corazón humano, que es Dios, que es Padre, que es Amor, que es Espíritu, que es Hijo, que es Familia, que es Comunión, a su imagen, en esa imagen suya, en la de su propio Verbo, en ella se soñó y se pensó esto concreto y proyecto de cada corazón, de cada persona, de cada familia. La Iglesia dice, cuando habla de la familia por ejemplo: “el proyecto de la familia humana es la Sagrada Familia de Nazaret.” Es la concreción de la obra de Dios en el tiempo. Cómo Dios quiere una familia? Como la de Jesús, María y José.

Entonces, hay un proyecto en Dios que se expresa, un Dios que va realizando ese proyecto con nosotros. Quiere que edifiquemos bien nuestras bases. A veces, cuando escuchamos a los que saben, los psicólogos, los estudiosos del ánimo y de la mente humana, suelen decir mucho, que en los primeros años de la infancia; desde que uno está en el vientre de la mamá, desde el primer instante, yo diría, de la concepción, la persona es persona, no hay una evolución en  lo que toca a la persona, en el aparecer un ser humano en la vida, en la base está que la persona es persona desde el comienzo. Aunque no esté desarrollada del todo, y no se puede desarrollar si no es persona desde el comienzo. Y se es persona porque se alcanza la concreción del inicio de un proyecto que está en Dios.

La persona es un proyecto de Dios. Entonces, ese Dios que está en la base de la existencia del hombre, esto es tan importante decirlo en voz alta. Sentirnos amados y acompañados por Dios. Nosotros somos lo que somos. Somos seres con una identidad, existimos por nuestro propio peso y valor. Pero existimos por un Don. Porque somos amados y elegidos para la vida.

Dios tiene un designio. En la base de nuestra existencia está Dios. Lo primero de la concreción del proyecto es que Dios quiso nuestra existencia. Amó y deseó nuestro existir. Y nos quiere y nos llama para construir nuestro existir, no sólo desde lo que recibimos, sino de lo que estamos dispuestos a dar cada día. Vamos construyendo nuestra existencia, nuestra fidelidad a Dios, en la medida que vamos reconociendo también el Don y la presencia de Dios.

Se construye sobre roca, se construye sobre buenos cimientos. Lo que mamamos desde que gestamos hasta los 6, 7 años de vida, todo eso que marca nuestra existencia (dicen los estudiosos), es sobre lo cual se va a edificar el resto de la vida afectiva, de la manera de proceder, del modo de relacionarse de las personas. Eso va a ser así porque es natural, porque la persona siempre percibe, aunque sea imperceptible su existencia en el vientre de la madre, la persona percibe. Y los papás construyen los cimientos de la felicidad de sus hijos con su manera de estar entre ellos.

¿Cómo construimos la felicidad de un hijo? Lo que más desean los papás es que los hijos estén bien. Que tengan un futuro feliz, que les vaya bien, que tengan éxito, que tengan amor, que sean inteligentes, que se desenvuelvan. Que no les falte lo fundamental, que no se enfermen, que estén sanos, que estén lúcidos, que les den nietos… jajajajaja. En todo eso, pero para soñar todo eso hay que trabajar un presente, hay que construir una base.

¿Cómo se construye la base de la felicidad? Con las pequeñas fidelidades. Con los pequeños actos de amor. Creando un clima de paz. Un niño no puede construir su vida y su existencia para la felicidad, desarrollándose y creciendo en la panza de la mamá lleno de un ámbito de alcoholismo, de odio, de desprecio, de castigo, de bronca, de falta de reconocimiento, de falta de afecto. ¡Qué base más triste va a tener ese hombre en su experiencia afectiva, imagínese! Y cómo va a poder decidir su vida el día de mañana. Va a estar lleno de inseguridades, lleno de huecos. Esa casa no va a tener el techo agujereado por el que va a entrar cierta parte de la lluvia, va a tener la base agujereada.

Y eso es lo que le pasa a nuestro hombre de hoy. No edifica su casa sobre roca, sino sobre arena. Un mundo inseguro, un mundo falto de calidez, falto de alegría, falto de agradecimiento cuando viene la vida. Un mundo que quiere resistir la vida humana. Un mundo que piensa más en legislar para la muerte que para la vida. Más para evitar que para acoger y recibir con los brazos abiertos el don humano. Un mundo que genera en el hombre un espíritu lleno de inseguridad, como una casa edificada sobre arena. Por eso tenemos mucho miedo. Por eso al meditar la Palabra nos damos cuenta, cómo necesitamos volver al Señor. Construir nuestros proyectos sobre algo sólido. Algo estable.

Un hombre es frágil para construir la vida sobre sí mismo. Necesita descubrirse en Dios, en el amor de Dios. Amado por Dios. Por eso qué lindo cuando anunciamos el Evangelio, cuando invitamos a la gente la Palabra, cuando le decimos a la gente: esto que escuchas, pensalo, meditalo, dialogalo con Dios. Y esto que escuchas y meditas tratá de vivirlo. Poné tu empeño y pedile a Dios la fuerza para construir la vida sobre la roca que es la Palabra de Dios.

Confiar en la Providencia es un regalo, es una Gracia que Dios da. Y hay que pedir simplemente, concretamente, decirle: Mirá Señor, yo no sé cómo se confía en Vos, necesito que me des esa Gracia de la confianza. Pídala, pídala, Dios se la va a dar.

Cuando hablamos de edificar la casa sobre roca, me viene a la memoria y al corazón, la reflexión sobre la edificación sobre la torre de Babel. El hombre, queriendo edificar una torre con la cual querer dominar el cielo. Pero, se viene abajo. No hay base que sostenga semejante altura. Depende la altura de la casa, también depende de la base, no? Si no calculamos la altura no podemos calcular las bases. Depende de nuestro proyecto. Pero un proyecto sin Dios, un proyecto para dominar, un proyecto lleno de señoríos indios es un proyecto sin estructura de base. Y por eso me parece triste que sigamos construyendo nuestra vida sin el Amor de Dios en el mundo. Un hombre que sólo confía en el hombre. La Escritura dice maldito. O sea, no contiene, no tiene la bendición, no tiene la Gracia, la posibilidad de ir adelante en su plenitud. No hay obra humana que se desarrolle sin Dios. Esta es nuestra convicción a los que hemos descubierto por Gracia de Dios: con Dios todo, con Cristo todo, sin Cristo, nada. Como María, construyendo nuestra casa, también poniendo nuestros ladrillos. Pero saber dónde los ponemos.

¿Cuál es la base? ¿En qué nos estamos fundando? Podríamos preguntarnos, en la escucha de la Palabra, y ver nuestra vida concreta. Si aquello en lo cual estoy fundando mis esfuerzos, mis búsquedas, es realmente algo sólido. O si sólo me estoy buscando a mí mismo. Si quiero hacer de mi vida como una torre de Babel. Sin interesarme lo que Dios quiera de mí.

¿Cuántas veces decimos, Señor, Señor? Pero en realidad, no nos interesa su Palabra, no nos interesa su proyecto. ¿Cuántas veces tenemos que hacer nuestra aquel reproche del Señor? “Este pueblo me alaba con sus labios pero su corazón está muy lejos de mí”.

Un mundo lejos de Dios es un edificio sin bases. Es una torre de Babel que termina desencontrando a los hermanos, dividiéndolos. Que los termina dispersando, enfrentándolos entre sí, odiándose. Como pasó en Babel. No pudieron terminar la obra, no porque no había base material, sino porque no había base en los corazones. No había fraternidad, no había unidad, no había entendimiento.

Creo que necesitamos escuchar al Señor. Creo que el hombre debe escuchar. Esta palabra escuchar es fundamental. Es la actitud primera de la fe. La fe entra por el oído, Fides es audito. La fe entra por el oído, dice la Palabra. El Señor habla. “Abrí mi oído”, dice Isaías. Creo que tenemos que fundar nuestra vida en la escucha. Esta una actitud fundamental de la fe que tiene una respuesta concreta en nuestro tiempo. Es uno de los deseos del Espíritu. Una de las modalidades con la cual la Iglesia nos va enseñando, sobre todo en esta preparación, al año que viene, a la 5º Conferencia del Episcopado en Aparecida (Brasil). Y el documento preparatorio nos habla de eso: la capacidad de escucha que tenemos que desarrollar, fundamentalmente la fe como escucha. Cómo es nuestra actitud ante la vida. ¿Cómo queremos seguir construyendo nuestro futuro?

Una de las cosas que más nos preocupan es no saber qué hacer con la vida, cómo hacer. Porque muchas veces queremos decir antes, “porque antes nosotros hacíamos, cuando yo era chico, porque cuando yo estaba en tal cosa, cuando yo empecé mi matrimonio, en realidad nosotros tenemos lo que tenemos porque hicimos….” Muchas veces mirar para atrás tampoco es del todo lo que necesitamos para construir.

¡Qué importante es ver las fidelidades de lo de atrás! ¡Qué importante es ver que se construyeron cosas sólidas! ¿Cuáles son esas cosas sólidas sobre las que se construyó? No tengo ninguna duda de que Dios estaba en el eje de la cultura y de las costumbres. La gente se levantaba para ir a misa. Había espacio para orar. Había escucha. Había opción. Había prioridades. Dios primero. La mesa era sagrada, el encuentro. Nuestra forma de vida ha ido haciendo variar estas cosas que son fundamentales para nosotros. Que las necesitamos no sólo porque somos humanos, sino porque también somos hijos de Dios.

Volver a valorar a nuestros padres. La autoridad, esa palabra sagrada, que viene de aquél que da origen, que es autor, aquél que orienta, aquél que indica el norte y lo indica con su propia vida porque va adelante. Aquel amor al trabajo. ¿Cómo se construye la casa? Con el amor al trabajo. Desde la especulación, desde la canchereada, desde el sacarle el cuerpo al laburo, desde buscar el mínimo esfuerzo, de actitud de obrar porque me ven, y no poner la convicción de hacer las cosas porque pasan por mi alma. Porque todo lo que transforman mis manos tiene que nacer de mi iniciativa y enriquece mi corazón. Si se abandona esto estamos edificando sobre arena.

Volver a edificar la casa, mirar para atrás para ver los valores. ¿Sobre qué valores, sobre qué acciones fundamentales se fundaron las cosas importantes? Como la familia, la Iglesia, la vida espiritual, el apostolado. El trabajo, las relaciones humanas, la palabra. ¿Cómo era eso de la palabra? ¿Cómo era esa fidelidad a esa palabra dada? Esa palabra dada que no, yo di mi palabra, ya está. No necesitamos documentos. De aquí en adelante, vamos a necesitar firmar documentos siempre y aún firmándolos nos van a jorobar. Pero no importa. Creo que, firmemos los documentos, pero vivamos de la palabra dada. Eso implica una fortaleza, una capacidad espiritual. Significa amor, valoración, gratitud. Dar una palabra y cumplirla significa tener dignidad. Tener un valor en sí mismo. Ser consciente de que se ha recibido mucho. Por eso doy. No necesito que me pidan cuentas del dar. Voy a dar sí o sí.

Eso, sobre qué se funda la construcción de la casa. Mirar para atrás no. Pero mirar para adelante significa mirar una modalidad nueva. Significa volver a escuchar a Dios. Y volver a escuchar a Dios, que habla en la historia. En las situaciones, en las modalidades de vida. Escuchar, porque Dios sigue hablando en el pulso de la historia, de los acontecimientos. Hay que hacer una nueva interpretación de los valores.

Hay que construir la santidad para una historia concreta. Hoy tengo que construir. Ayer construyeron sobre valores. Hoy, cómo construyo esos valores. Ésa es la cuestión. Por esa la actitud espiritual de la escucha. Es parte de la nueva base. Para construir bien la santidad, construir un proyecto adecuado. Un proyecto que se construye en la fidelidad al Plan de Dios, para construir un hombre nuevo que sea feliz. Para construir la capacidad de compartir. La capacidad de ser y hacer feliz a los demás. Para construir al hombre, en su mundo y en su tejido de relaciones, hay que desarrollar nuevamente la escucha. Y así debe estar atenta nuestra vida espiritual porque quizás yo estoy orando, estoy leyendo la palabra, pero no escucho el tiempo, no escucho la historia. No sé mirar los acontecimientos, no sé mirar a Dios presente, no sé escuchar a Dios que me está hablando. Entonces, mi vida espiritual va por un lado y mi vida humana va por otro lado. Es como un divorcio, y eso es porque no se escucha.

La escucha es la actitud espiritual que confiere unidad a mi pasado y a mi presente para construir mi casa en paz.

Esa casa que se construye se debe construir en el Señor. Por ahí corremos el riesgo, la falta de escucha, hace que vivamos en la urgencia. Y detrás de lo urgente, que sería como lo permanente, se nos va yendo la vida. Y nos vamos desparramando. Como que si no hay escucha, es difícil que haya comunión, unidad. La escucha hace que miremos el proyecto original. Lo redescubramos y lo volvamos a elegir y a proyectar.  Y esto es importante.

El hombre de hoy no tiene estabilidad, cultura, necesita de cambios permanentes. Quizás lo que más necesite no es de tantos cambios permanentes, lo que necesite es volver a ver su proyecto original. Volver a entrar en su corazón, volver a tener una vida espiritual, volver a orar, volver a dejarse decir la vida. Volver a las cosas fundamentales. No para atarse a un pasado, eso sería un pecado, sería una gran infidelidad al gran proyecto de Dios, pero sí volver al pasado con agradecimiento. Como nos dijera Juan Pablo, en su carta, cuando venía el nuevo milenio, “mirar el pasado con agradecimiento y vivir el presente con pasión.” La pasión no significa vivir como un loco, extrovertidamente, corriendo detrás de todo lo que aparece, dando respuesta a todo lo que aparece. No se puede dar respuesta a todo. No se puede manotear todo lo que viene a nuestra vida permanentemente. Hay que ser una escucha para poder tener un discernimiento, porque evidentemente, si bien es cierto que hay que estar ágiles en este mundo hay que tener un espíritu atento, y Dios nos va enseñando a vivir con agilidad.

Creo que lo principal es saber donde nos apoyamos y adonde queremos ir. Y no hay que perder de vista esto fundamentalmente. Para edificar la casa de la vida, para edificar mi respuesta, el proyecto personal de santidad que Dios tiene para mi, tengo que saber que no puedo ni un día vivir fuera del Amor de Dios. Fuero de la Gracia de Dios, no puedo pretender construir mi vida como la siento, sino descubrir cómo la siente Dios. Para eso es la fe. Por eso tenemos que orar para que Dios conceda la fe. Para que el hombre se recupere desde lo más íntimo de su ser, desde su origen. Para que el hombre se descubra amado. Descubriéndose amado en Dios pueda creer en Ël y creer en sí mismo. Y pueda saber elegir en las circunstancias que le toca vivir que es lo que tiene que ser y hacer.

La escucha es fundamental. No hemos de pretender vivir sin la escucha. Construir la casa desde el corazón. Desde un corazón que mira atrás para agradecer. Que mira su presente con una actitud crítica, de discernimiento. Que mira, que pregunta y que construye la vida, que vuelve a construir la vida cada día.

Y un segundo aspecto que quisiera dejar, como leíamos en el cuento, esta vida, este proyecto, se construye con paciencia. Nuestro tiempo es apurado, es ligero, y a veces caemos en el engaño de esta agilidad. De esta rapidez, de este apuro, de esta urgencia. Y hacemos de nuestra vida un vivir respondiendo a las circunstancias. Por eso será que quizás estamos tan desgastados, tan desanimados, tan llenos de cosas. Tan deshilachados… Tan destruidos. Llegamos con tanta desesperación a las vacaciones. Las vacaciones no son ahora un tiempo de ocio, de reposo, algo que se prepara. Es algo a lo que tiramos lo que encontramos a mano de utilidad. Sobre el auto, lo cargamos y salimos rajando porque estamos desesperados de huir. ¡Huir! Huir de la vorágine, de lo permanente para estar en algo placentero.

Quiere decir que no estamos disfrutando lo que vivimos cada día. Esto es lo grave de no buscar la santidad. Esto es lo grave de no construir la casa sobre roca. No tenemos norte. No tenemos consciencia del origen. Vivimos de las circunstancias, de lo urgente. Nos perdemos en la vida. Nos hacemos cosas entre las cosas. Perdemos la dignidad, la capacidad de ser felices. Y entonces el hombre busca la felicidad afuera. No la construye, se la tienen que dar. Y si tiene que pagar, paga.

Porque la felicidad tiene precio para el hombre en la cultura contemporánea. ¡Qué triste pensar así!. Yo me conmuevo ante esta reflexión. Porque me doy cuenta que necesitamos de la escucha urgente. Urgente! Nuestros proyectos de gobierno, de política, de acción social, de religión, de enfoque de la catequesis. Urgente desarrollar la capacidad de escucha, de mirar adentro, de encontrar a Dios como María.

Frente a la urgencia de las circunstancias ¿Cómo construir mi proyecto de vida? María guardaba y meditaba todas estas cosas en su corazón. Esto es muy importante. ¿Cómo estoy viviendo? Quizás tengo que parar mi máquina, mi marcha. Frenar un poquito. Que importante cuando tenemos esos espacios para un buen retiro espiritual, para sentarnos a reflexionar, para una buena lectura, para una buena escucha de la Palabra de Dios. Es como volver a la esencia. Es como entrar adentro, es como que uno sale de ahí pacificado, sale distinto. Ya no va a correr. Ya tiene otra mirada. Ya recupera la actitud crítica. Ya vuelve a darse cuenta que esto, no. Que esto me hace daño.

Pero si estoy en la vorágine y vivo en la vorágine, construyo mi casa solo sin Dios, sin paz, sin escucha, sin proyecto que se me diga. Sin aquello que tengo que descubrir, alcanzar. Solo viviendo lo que siento, lo que viene. Que difícil construir la plenitud del hombre de esta manera.

Agradeciendo a Dios esta Palabra y que Dios nos lleve a fundar nuestra vida sobre la oración, sobre la escucha, sobre las cosas fundamentales que han construido nuestra vida en nuestro pasado. Y la escucha para tener una interpretación hoy. ¿Cómo tengo que vivir y construir hoy mi vida?

Dios los bendiga y María los acompañe.